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Haz el amor y no la compra

«¿Calculan Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón, por ejemplo, el céntimo cuando hacen la compra, si es que la hacen ellos y no su servicio doméstico?»

Opinión

La líder de Unidas Podemos, Ione Belarra. | EFE

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

El mismo día que Belarra propone supermercados estatales llamados «Precios Justos», nos enteramos de que el Ministerio de Igualdad se gastó 2,8 millones de euros en una campaña para fomentar la masturbación a los 60 años. El contraste es chocante. Al tiempo que la ministra dice que la gente se enfrenta a «precios que no puede pagar» porque no tiene más dinero en el bolsillo, se despilfarra en campañas idiotas el dinero que ya nos sacó.

Así, en lugar de ser coherente y pedir contención en el gasto para aprovechar lo que se tiene, se lo gasta en cosas que ya sabemos. El recurso al sexo en la propaganda para ocupar el debate público es una maniobra burda de distracción. Las tuteladas de Pablo Iglesias nos dicen que la culpa del coste de la vida es de lo privado, no suya, y que, en todo caso, es de memos pensar en la economía cuando podemos ocupar nuestra mente y tiempo en el sexo. Son como aquel anuncio de la empresa que combatía la disfunción eréctil: «Si tu vida sexual está bien, lo demás no importa». Llegados a este punto les regalo un eslogan: «Haz el amor y no la compra».

Esta izquierda necesita desviar la atención porque la realidad escuece. La gente está preocupada por el céntimo cuando llena el carro en el súper, así como por el coste de la vida, la falta de empleo y el cierre de empresas. Las podemitas temen que esas personas las castiguen en las urnas, como vaticinan las encuestas en Madrid, por ejemplo, donde desaparecen.

Las presuntuosas de Igualdad dicen en su costosa propaganda que en España no hablamos de lo que hacemos en la intimidad. ¿Y estas qué saben? De lo que sí hablamos, y mucho, en público y privado, es del despilfarro de sus ministerios a costa de nuestros bolsillos. Vamos a echar unas cuentas, de esas que tanto les gustaban a los podemitas que se apropiaron del 15-M. A las mismas que todavía hacen populismo contra los ricos, los empresarios y lo privado.

Para empezar, ¿para qué sirve el Ministerio de Consumo, además de que para que Alberto Garzón viva muy bien sin dar ni golpe? Su excusa institucional nos cuesta 60 millones de euros anuales. El Ministerio de Igualdad cuesta 573 millones al año. Por hacer un poco de demagogia, o no, ¿cuántos carros de la compra se pueden llenar con un millón de euros al mes? Otra de peronismo cañí: ¿Calculan Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón, por ejemplo, el céntimo cuando hacen la compra, si es que la hacen ellos y no su servicio doméstico?

«Todo lo que tenga hoy en España la vitola de bolivariano o chavista es negativo»

A esto se suma la falta de imaginación y de inteligencia a la hora de sacar una propuesta electoral que enganche a alguien. Quizá colaba la propuesta de montar un supermercado bolivariano en una sentada del 15-M, donde las rimas fáciles primaban sobre el raciocinio. Hoy es otra cosa. La gobernanza supone asumir las cuentas y la responsabilidad, aunque quizá esto sean palabras mayores para las podemitas.

La propuesta es muy torpe. Todo lo que tenga hoy en España la vitola de bolivariano o chavista es negativo, nadie lo compra. La gente ya ha visto las imágenes de Venezuela y sus supermercados estatales, o conoce la mala situación económica de Argentina por el intervencionismo público. Pasó el tiempo en el que nadie se reía al oír a Iñigo Errejón sostener, cuando todavía era el joven ideólogo de Podemos, que las democracias de Europa tenían mucho que aprender de la dictadura de Hugo Chávez.

Luego está el mantra de «lo público». La izquierda tiene el objetivo de convertir cualquier actividad en estatal y conseguir que esté convenientemente reglamentada, prohibida o promovida en exclusiva por el Estado. Identifican lo privado como algo tóxico, y lo público como sinónimo de bien general. Esta falsedad la sostienen a pesar de que la historia de los siglos XX y XXI nos muestra que donde el Estado lo ha sido todo, la economía y la sociedad se han hundido.

Recuerdo que uno del núcleo irradiador de Podemos dijo en su día que el partido era una buena excusa para ligar. Alguno se sobrepasó, como es sabido, y creyó que todo el monte era orgasmo. Ahora intentan proyectar a la comunidad sus obsesiones particulares, sucesos privados o tensiones no resueltas. La gente, en cambio, se busca la vida para sobrevivir.

44 comentarios
  1. Boswell

    «…, y creyó que todo el monte era orgasmo».

    Ja, ja. Muy bueno, Jorge.

  2. Campeonisimo

    Los 2,8 millones para fomentar la masturbación han sido pensados para superar traumitas como los del Pasmao y Casandrito, y que se relajen y las hagan de verdad y dejen a un lado las pajas mentales.
    En breve los tendrá aquí echándole la culpa al PP.

  3. Grossman

    Cuando era joven los comunistas decían a veces que había que asumir las propias contradicciones.

    Esto quería decir que en sus discursos decían una cosa pero en la vida real hacían otra porque era imposible vivir sus propios postulados.

    No hay más que verlos, son una manada de pijos vividores, burguesitos bien que no le han dado un palo al agua y que juegan al monopoli del comunismo.

    La Belarra mismo, es una niña de papa que fue a un colegio privado de monjas, seguramente sería una meapilas y ahora se ha transformado en una comunista que le cabe en el buche todas las tonterías que son capaces de soltar.

    Pero la paradoja es que siguen con sus contradicciones, vivir del cuento, como antes del papa y no hacer nada productivo, todo el día diciéndole a la gente como masturbarse sexual e intelectualmente.

    Y esto durará lo que consientan los masturbados españoles, después se camuflarán en la administración como funcionarios y los mantendremos de por vida.

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