La virtud del ahorro
«El ahorro es clave para corregir los desequilibrios de nuestra economía, pero el Gobierno no practica esta virtud, puesto que peca con altos déficit públicos»
El ahorro es una virtud personal cada vez más difícil de practicar, pero también una necesidad nacional por su importante contribución a la financiación de la inversión y del déficit público. La renta disponible es aquella parte del ingreso que les queda a las familias tras pagar los impuestos. Esta renta se dedica al consumo o al ahorro. Por ello, se considera el motor de la demanda privada y un indicador clave sobre el estado de la economía de un territorio. Esto se debe a que informa del poder adquisitivo de las familias. La clave es establecer qué parte se destina a cada concepto. Los tipos de interés muy bajos y la inflación favorecen el consumo, y penalizan el ahorro. La alta inflación actual, un 4,1% el IPC y un 6,6% la subyacente en abril, reduce el valor del patrimonio, por lo que no existe ningún incentivo a ahorrar y además se impulsa el consumo presente, puesto que en el futuro se espera que seguirá subiendo los precios y por tanto disminuirá la capacidad de compra.
El consumo privado en la mayoría de los países desarrollados es el factor que más pondera en el PIB, desde el lado de la demanda; por lo que es necesario cierto crecimiento de este para impulsarlo. Sin embargo, es fundamental el ahorro para financiar la inversión, e impulsar el empleo y el crecimiento futuro. El consumo está muy condicionado por la evolución de la renta, las expectativas, los compromisos u obligaciones adquiridos en el pasado y por el llamado efecto riqueza. La elasticidad renta de la demanda, es mucho más alta cuando sube la renta que cuando disminuye. Es más fácil aumentar el gasto cuando se produce un incremento de renta que ajustarse el bolsillo si de repente se tienen menores ingresos.
La rigidez del consumo es muy alta en muchos de sus componentes; cuando se reduce la renta se tarda cierto tiempo en disminuir una parte del consumo como el destinado a la vivienda o a la educación de los hijos. En estos casos se contrae el ahorro, se produce venta de patrimonio para poder seguir consumiendo o se acude a nuevos préstamos si existe capacidad de endeudamiento. En el primer trimestre de 2023, el crédito al consumo aumentó un 3,6% según datos del Banco de España, hasta alcanzar los 95.294 millones acumulados a marzo, mientras se hundía un 26% la demanda de nuevos préstamos hipotecarios. Que el crédito al consumo tome el relevo al ahorro es muy peligroso para el futuro de las familias. El sobreendeudamiento y la morosidad son riesgos latentes. Lo lógico es endeudarse para invertir, pero es muy peligroso hacerlo para consumir.
También es importante para la demanda de consumo, el llamado efecto riqueza. Si consideras que tu patrimonio actual te puede garantizar rentas futuras necesarias, tiendes a consumir más, puesto que no sería necesario seguir incrementado el patrimonio, es decir seguir ahorrando. En EEUU el efecto riqueza está muy vinculado a las cotizaciones bursátiles, puesto que una parte significativa del ahorro está colocado en ese mercado de capitales. En España, el efecto riqueza está más vinculado al valor de la vivienda propia. El consumo lógicamente también depende de si se tiene empleo estable, o se encuentra uno nuevo y de las expectativas; la seguridad incentiva el consumo.
«Es contraproducente incrementar la fiscalidad del 26% al 28% y penalizar los vehículos de ahorro o inversión»
Si miramos al ahorro, podemos hablar de dos tipos, el ahorro precaución y el llamado ahorro previsión. En el primero de ellos, el miedo ante el futuro hace consumir menos y se potencia el ahorro por si la situación empeora. Durante el año 2020 las limitaciones al consumo por la falta de movilidad de la población y las grandes incertidumbres provocaron un récord histórico del ahorro familiar, que se situó en un 22,3% de la Renta Bruta Disponible. Sin embargo, al finalizar el año 2022, se situó solo en el 7,2%, tasa de ahorro claramente insuficiente para ayudar a nivelar los desequilibrios de nuestra economía. El ahorro previsión es el que tiene como objeto permitir que se pueda mantener el poder de consumir en el futuro, aunque la renta disponible disminuya, como ocurre en el momento de la jubilación. En un país con una alta esperanza de vida y un Sistema Público de Pensiones con dificultades de sostenibilidad, este ahorro resulta fundamental.
Un país con déficit de ahorro tiene que acudir a capitales exteriores para financiar sus inversiones y su déficit público; lo que le puede hacer muy vulnerable, tal y como lo fue España en el 2007, con unas necesidades externas de financiación que superaban el 10,5% del PIB, las más altas en términos relativos del mundo; lo que agravó nuestra crisis económica. Actualmente, el saldo de la balanza por cuenta corriente es positivo, una capacidad de financiación equivalente al 1,5% del PIB, a pesar del alto déficit público, por la reducción de la inversión en Formación Bruta de Capital.
En un contexto como el actual, con un encarecimiento del crédito al consumo por las subidas de tipos de interés para frenar la inflación, donde las incertidumbres van a hacer crecer el ahorro previsión, este hay que favorecerlo desde el Gobierno, y no cercenarlo, como en la actualidad. Es enormemente contraproducente para el sistema incrementar su fiscalidad del 26% al 28% y penalizar los vehículos de ahorro o inversión, como se ha producido con los fondos de pensiones individuales
Es necesario suavizar la fiscalidad sobre el ahorro si queremos corregir los desequilibrios de nuestra economía. Potenciar el ahorro es también clave en las cuentas públicas, sin embargo el Gobierno no practica esta virtud, puesto que peca permanentemente con los altos déficit públicos. El de este año posiblemente se situará en el -4,5% del PIB.