El socialismo de Isabel la Católica
«En algún punto se toca la bobada de afirmar que Isabel la Católica era socialista con el derribo de estatuas, cruces, arcos de triunfo, iglesias o mezquitas»
Hace unos días, la ministra Margarita Robles afirmó, así, sin que nos diese tiempo a agarrarnos a la silla, que Isabel I de Castilla era -ahora sí, agárrense- socialista. Lo dijo en Medina del Campo, tierra de reyes y nobles medievales, tierra de Isabeles, de Juanas, de Santateresas, de Sanjuanes y -por qué no decirlo, aunque aporte poco- también tierra mía. Deduzco que doña Margarita, a quien por lo demás valoro como una ministra eficiente y capaz, soltó esta barrabasada allí donde murió la Reina Católica y a escasos kilómetros de donde nació para ganarse el favor de un pueblo que, como no podía ser de otra manera, siente simpatía por esta especie de vecina ilustre. Sin embargo, y pese a lo mucho que de brindis al sol tiene todo este asunto, no podía dejar de escribir esta columna a modo de queja.
No voy a entrar demasiado en lo desacertado de la afirmación de Robles. Es cierto, hablamos de la mujer que destruyó para siempre el régimen medieval, en favor de un Protorrenacimiento que conectó prácticamente todo el globo gracias a su apuesta por Colón y su proyecto; pero con todo era una mentalidad medieval aún, lejos de poder ser etiquetada con adjetivaciones de la Edad Moderna, menos aún Contemporánea. Así que, como digo, la declaración de la ministra se refuta sola. Sin embargo, sí hay un tema relacionado con ella que me gustaría tratar: el gusto por la intemporalidad de ésta, nuestra generación, su gusto por la anacronía, la necesidad esperpéntica de interpretar el pasado con parámetros del presente.
Seguro que usted, querido lector, se ha topado con este tipo de juicios torticeros en más de una ocasión: que si el Cid era un facha descarriado, que si Jesucristo era el primer comunista, que si Cortés era poco menos que un nazi, que si Cervantes era catalán con tintes indepes, que si los Comuneros eran republicanos dispuestos a matar por la tricolor, que si la resistencia del Dos de Mayo era un movimiento antifascista, que si Don Pelayo era simpatizante de José Antonio Primo de Rivera… y así ad eternum. Todas estas idioteces tienen un mismo motor: la incapacidad del ser humano de hoy a la hora de juzgar cualquier hecho sin tener en cuenta sus dogmas. Hombres que viven tan abrazados a la ideología que son incapaces de soltarla aun cuando no hay espacio para ella.
Y detrás de este cerrilismo ideológico, claro, la propaganda, el enfrentamiento, la polarización. La realidad es que la historia se enmarca en otros contextos, ha de juzgarse sin juicios morales del presente, esto es algo que cualquiera con dos dedos de frente, alguien con un mínimo de conciencia histórica, comprende. Porque en algún punto se toca la bobada de afirmar que Isabel la Católica era socialista con el derribo de estatuas, cruces, arcos de triunfo, iglesias o mezquitas, prácticas estas que hemos visto recientemente más a menudo de lo que nos gustaría. Dejen la historia fuera de sus manos ideológicas. Dejen la realidad libre de panfleteo político.