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Pilar Marcos

Frankenstein nacionaliza su infamia

«Nos dirán que la única vía mínimamente rentable para el PSOE de nacionalizar la campaña habría sido juntar las elecciones en un súperdomingo electoral el día 28»

Opinión
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Frankenstein nacionaliza su infamia

Pedro Sánchez participa en un acto de campaña del PSPV-PSOE en Valencia. | Rober Solsona (Europa Press)

Apunten esto: dólares contra galletas a que, a partir del 28 de mayo, escucharemos que fue una muy mala idea que Pedro Sánchez decidiera nacionalizar la campaña electoral del PSOE y exponerse él como principal activo electoral socialista en vez de dejar que fueran sus presidentes autonómicos y sus alcaldes quienes marcaran el ritmo. Lo oiremos en susurros de fuentes anónimas y en análisis de acreditada solvencia. Si el batacazo es mayúsculo, lo escucharemos también en cristalinas declaraciones públicas. 

Nos explicarán que, sin duda, Pedro quería ayudar y hay que agradecerle que se esforzara tanto, Falcon arriba y abajo de punta a cabo de España. Y le echarán la culpa a los pelotas por no haber tenido el cuajo y la capacidad de saber explicarle al líder que el PSOE era el partido al que menos convenía nacionalizar la campaña. Al PSOE al que menos en todo caso, y al que mucho menos que menos cuando los socios de Frankenstein empezaron a exhibir sus encantos. Nos recordarán que a quien convenía nacionalizar la campaña era a Alberto Núñez Feijóo, con su matraca de «derogar el sanchismo», y también a Vox, por su escasa implantación territorial. Nos dirán que la única vía mínimamente rentable para el PSOE de nacionalizar la campaña habría sido juntar las elecciones en un súperdomingo electoral este 28 de mayo, y eso ya se descartó por inconveniente para todos.

El cuento sonará de esta guisa: 

«A nosotros, al PSOE, nos habría interesado dejar que barones y alcaldes (y baronesas y alcaldesas) hicieran su campaña sin interferencias de Moncloa. Las cosas habrían ido mucho mejor contraponiendo, en cada territorio, la tarea de gobierno desarrollada por cada uno de ellos con la rotunda inexperiencia de los aspirantes del PP. De entrada, una campaña territorializada, cada uno en su sitio y a sus cosas, no habría dejado hueco ninguno a ese invento contra el sanchismo que repiten como papagayos los de Feijóo. Y no habría impulsado tanto a los de Abascal, con esos candidatos a los que nadie conoce. Pero los pelotas, que encima van de listos, le contaron al presidente que era una idea estupenda pintar el Falcon de Peugeot y darle vuelo a Vox nacionalizando la campaña, porque el protagonismo de Pedro y de Abascal irían en detrimento de Feijóo. Y ahora la derecha suma en casi todas partes.

Es verdad que los pelotas hubieran necesitado tener precisamente eso (de lo que adolecen) para convencer al jefe de que era una muy mala idea obcecarse en esa fijación suya de medirse con el tal Feijóo. La culpa la tiene Tezanos, el mayor pelota del reino, que se empeñó en publicar que el PSOE ganaría las elecciones municipales al PP por 500.000 votos. ¡Qué afán por poner números a la mentira! Vale que publique todas las invenciones demoscópicas que se le antoje, pero al presidente debió decirle la verdad, y decírsela desde el minuto uno, que estos sociólogos son muy aficionados a dejar las verdades del barquero para el último día, cuando ya nada tiene remedio. 

También es cierto que la nacionalización de la campaña que habían diseñado los listos monclovitas para el presidente parecía estar funcionando hasta que la nacionalización de las listas de Bildu lo desbarató todo. No es que nadie se creyera ni lo del interrail ni lo de los pisos, que la gente no es tonta, pero estábamos consiguiendo marcar la agenda. Y los listos dicen que de eso se trata, de marcar la agenda, de que tengan que hablar de lo que tú hablas. Pero, claro, el mayor riesgo de nacionalizar la campaña era que nuestros socios de Frankenstein la nacionalizaran también, y todo el mundo recordara quiénes son, cayera en la cuenta de lo mucho que les debemos y viera cómo esparcen su infamia. 

Con el trabajo que se había tomado Pedro, y todos en el partido, para mostrar a Bildu como un partido progresista más, ¡súperprogresista!; un socio preocupado por derogar la reforma laboral de la derecha y ocupado en redactar la ley de vivienda que quería Podemos; un aliado para defender la memoria democrática contra el franquismo que sigue tan vivo en esas criptas que exhumamos… y van y meten a 44 etarras condenados en sus listas municipales, siete de ellos por asesinato. ¿Qué necesidad había para este ongi-etorri? La de Dominguín con Ava Gardner. Ya. ¡Pero si allí no se lo tienen que contar! Lo saben y se han acostumbrado a callar y a aguantar. Y los que no aguantaban más, pues se han ido. Pero recordar quiénes son nuestros socios hasta en la última pedanía de España ha sido una avería letal. A muchos les va a costar el puesto.

«Con todo el esfuerzo que había hecho Pedro para que Podemos quedara sólo como un par de chicas que, sí, tiene sentadas en el Consejo de Ministros pero a las que no permite ni dar una rueda de prensa»

Encima, cuando parecía que empezaba a amainar la tormenta con las listas de los 44 y los siete de Bildu, van los de Podemos y la lían con el hermano de Ayuso. ¿No podía decirles alguien que forman parte del Gobierno de la cuarta economía del euro, que se sientan en el Consejo de Ministros, y que señalar a un ciudadano particular, explícitamente exonerado por la Justicia de lo que hicimos lo imposible por acusarle, apesta a totalitario? Ya lo intentamos todo contra ese hombre; en realidad contra su hermana, que él no es nadie y nos da igual, pero no pudo ser. Lamentablemente. Habrá que inventar alguna otra cosa en vez de reciclar mercancía averiada. Lo que nos faltaba es que, en esta última semana de campaña, alguien caiga en la cuenta de que la lona con la cara del tal Tomás es una diana como las que se estilaban antaño y se empiecen a comparar esos métodos de señalamiento de particulares con los que ejecutaban los amigos de Bildu en las casas y pueblos del País Vasco para que (por ejemplo) alguno de los siete de los 44 supiera donde había que apretar el gatillo. Lo que nos faltaba es que todo el mundo vea que nuestros socios de Bildu y de Podemos comparten afición por la violencia de baja intensidad; de baja, como mínimo.

Con todo el esfuerzo que había hecho Pedro para que Podemos quedara sólo como un par de chicas que, sí, tiene sentadas en el Consejo de Ministros pero a las que no permite ni dar una rueda de prensa. Sólo dos muchachas que gimotean abrazadas en el banco azul del Congreso cuando les corrigen sus estúpidas leyes. Y ahora, con la nacionalización de la campaña, invitamos a todo el mundo a recordar las bravuconadas del insoportable Iglesias, ya sólo empeñado en dinamitar la coalición como venganza por no seguir controlando -mando a distancia en mano- nuestras relaciones con todos los componentes de Frankenstein. ¡Vaya forma idiota de dilapidar tanto trabajo para el lanzamiento de Yolanda y su Sumar! Para más bochorno, y hablando de Sumar, a ver en qué queda el embrollo de la compra de votos en Melilla, que ahí los nuestros tienen demasiada hemeroteca en contra que habíamos logrado arrumbar en el olvido.

Sólo nos falta que, en esta nacionalización de la infamia de Frankenstein, también ERC se descuelgue esta semana con alguna baladronada. Es como si hubieran decidido todos esparcir  las vilezas que les hacen tan antipáticos a los ojos de los españoles sólo para dañar al presidente, a quien le deben todo. Que se lo hagan mirar porque, sin Pedro, seguirían en la cárcel todos los del procés, y en Vallecas la pareja que dice que se compró la horterada ésa de Galapagar con la herencia del padre de ella, que ni había muerto. Y no solo dañan al presidente; tanta nacionalización de la campaña nos destroza a todos. ¡Con lo bien que nos hubiera ido una campaña municipal en lo municipal, autonómica en lo autonómico! Y nada más. Con el jefe de viaje preparando su presidencia europea».

Lo dicho: dólares contra galletas… O solo galletas.

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