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Jorge Vilches

Aparecido en la calle Goya

«El socialismo del siglo XXI de Podemos ha quedado como una colección de ataques personales y delictivos, enmarcados en campañas de acoso y cancelación»

Opinión
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Aparecido en la calle Goya

La lona colgada en el distrito de Salamanca. | Europa Press

Lo vimos en Breaking Bad: la elegancia no se compra por mucho dinero que se reciba del narcotráfico. Tampoco la inteligencia se puede adquirir en un supermercado. Ni la decencia la sirven a domicilio. Lo que sí se puede hacer es imitar. Es conocido que la copia es el fundamento de la evolución humana. Quizá por eso, o por muchas carencias, Podemos ha trasladado a España formas de hacer política que se hacen en otros lugares, no siempre dignificantes, con la pretensión de mantener el negocio.

La exposición de un cartel en la calle Goya de Madrid con la cara del hermano de Ayuso, un ciudadano sin condena ni acusación legal, no solo es una práctica de Gobiernos autoritarios, sino propia del populismo comunista del siglo XXI. La izquierda bolivariana presume de cultura e inteligencia, pero, en verdad, carece de imaginación. 

La persecución personalizada al hermano de Ayuso es una medida desesperada y poco creativa que no funcionó en su día. La pareja de Isabel Serra, condenada en firme a 19 meses de prisión por agredir a mujeres policía, puso en marcha en 2019 una campaña contra Ayuso y Almeida. La idea fue la siguiente: un merchandising con la foto de los dos políticos del PP sobre los lemas de «Ayuso, cara chocho» y «Almeida, cara polla». El primero lo escondieron al poco tiempo porque, en su mentalidad machista, insultar a una mujer no es rentable. El otro exabrupto pudo verse por Madrid en pegatinas, pintadas y camisetas. 

«Podemos no llega al 5% casi en ningún sitio, pero los podemitas insisten en que hablan en nombre del pueblo»

¿De dónde viene esto? Los podemitas han copiado el modelo de los movimientos sociales explicado por Della Porta, en el que cualquier política decidida por una minoría, como la de Iglesias y su grupúsculo, se presenta como la voz espontánea del pueblo que, por fin, se oye. Es un recurso populista un tanto grosero, que consiste en atribuirse la voluntad del pueblo, la patria o la nación, aunque no haya prueba democrática de que lo representan. Más claro: Podemos no llega al 5% casi en ningún sitio, pero los podemitas insisten en que hablan en nombre del pueblo. Triste pero cierto. Cuando se les indica este contraste responden en tono populista diciendo que los medios están contra ellos. Predecible y patético. 

A las técnicas de los movimientos sociales, los totalitarios del «partido de la gente» suman la práctica del antifascismo reciente, que consiste, como explicó Mark Bray, en identificar públicamente a sus adversarios con nombre, foto y dirección del domicilio particular. El objetivo es la censura pública, la persecución y la cancelación personalizada del enemigo político. Se pasa así de la generalidad de la lucha de clases y de género, al combate contra individuos identificados. Esta carnaza se ofrece al «pueblo justiciero», porque la justicia es popular o no es, dicen. 

Es así que gastan nuestro dinero en fabricar y colocar una pancarta de guerra en la calle Goya; de guerra porque no es positiva, sino una propuesta de liquidación del enemigo político. Y ocurre que aparecen Ione Belarra y Alejandra Jacinto -me niego a explicar aquí quién es- con camisetas a tono con la campaña, o a un operario de Pablo Iglesias persiguiendo al hermano de Ayuso con una cámara. O al propio dirigente de Podemos subiendo a Twitter la foto del cartel diciendo: «Aparecido en la calle Goya». ¿Recuerdan cuando el susodicho y su pareja pedían protección a la Guardia Civil para que les permitiera vivir en paz en Galapagar? Qué tiempos. 

«¿La superioridad moral de estos comunistas enriquecidos es señalar públicamente a inocentes?

Luego, a mediodía, tras avisar a sus medios amigos, la hija de Jorge Verstrynge, revolucionaria a fuer de adinerada, ha ido a pie de cartel, en Goya, a pedir explicaciones y a rectificar a la Fiscalía, que archivó la causa al no haber delito. Tiene gracia, porque los podemitas se ponen muy bravos cuando se les acusa de recibir dinero de Venezuela y alegan que son inocentes porque lo archivó la Fiscalía. Pero ya se sabe que todos somos iguales pero algunos más iguales que otros.

El socialismo del siglo XXI, en definitiva, ha quedado como una colección de ataques personales y delictivos, enmarcados en campañas de acoso y cancelación, sin nada que ofrecer a la sociedad. ¿En serio piensan atraer así a los votos inteligentes, a esa izquierda que alardeó durante tanto tiempo de poseer en exclusiva la inteligencia, la ilustración y la cultura? ¿La superioridad moral de estos comunistas enriquecidos es señalar públicamente a inocentes para tener alguna oportunidad en las urnas? No lo creo. 

El caso es hacer daño. Como escribió Irene Montero cuando en junio de 2020 la justicia archivó la acusación contra el delegado del Gobierno en Madrid por la manifestación del 8-M previa a la pandemia: «Difama y miente que algo queda». O lo que dijo un periodista afín respecto a la derecha por dicha denuncia: esta obsesión «empieza a ser de psiquiatra». 

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