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Jorge Vilches

Vota la independencia

«La ruptura a plazos, como ahora en esta España de los identitarios, abotarga y entristece, paraliza y no deja pensar en lo importante»

Opinión
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Vota la independencia

Agencias

¿Y si pudiéramos votar todos los españoles en un referéndum sobre la independencia de Cataluña y el País Vasco? Me vale una convocatoria consultiva, como la cuestión de la OTAN en 1986. El Gobierno puede hacerlo. Tiene mayoría en el Congreso. Le respalda el artículo 92 de la Constitución. 

Imagine poner en un papel los pros y los contras. Vamos a hacerlo no de forma erudita, sino al nivel del votante corriente. A un lado, en la franja de la izquierda, con lápiz para poder borrar, se puede poner la historia, los sentimientos, la procedencia, la familia desperdigada, el futuro de los catalanes y vascos no nacionalistas, el reajuste de la economía, o las selecciones deportivas. No olvide que Lamine Yamal Nasraoui Ebana, el 27 del Barça, catalán, no podría ser convocado por Luis de la Fuente, como Brahim Díaz.

A la derecha, tras sacar punta al lapicero, es posible escribir cosas como el fin de la matraca victimista, allá tú, ya os advertimos, no soy catalán ni vasco y, claro, no puedo entenderlo, mi ADN es diferente, me la sopla, soy barrendero pero no tengo un C1 de euskera, no soporto más el temita, acogeremos aquí a los que quieran venir, como hasta ahora, te metes el cupo donde no da el sol, me llamas godo, charnego, ñordo y otras lindezas y no aguanto más, no eres tú, soy yo, o España siempre ha salido adelante por mucho animal de cresta colorada que baje del monte.

Imagine la campaña. En el mismo lado, los independentistas y todos los que están hasta los mismísimos de los Puigdemont, Otegi y demás delincuentes y exconvictos. Sería darles la razón y abrir la puerta. El discurso sería el mismo que aguantamos con paciencia: España es un fracaso sostenido por un Estado opresor que no ha dejado la libre expresión de los sentimientos nacionales periféricos. Para corroborar esa idea están la Leyenda Negra -¿verdad, Urtasun?- y Franco -¿no es así, Sánchez?-, el dictador que no deja de molestar ni aunque esté muerto hace 49 años. No acaba ahí. La Transición fue un engaño sangriento y la Constitución no la votaron los jóvenes actuales. En fin, que todo ha salido mal. Para qué seguir. 

Al otro lado, estaría el PSOE, claro, culpando al PP y a Vox, y a lo que fue Ciudadanos, por ser unos españolazos que se hicieron una foto en Colón contra el progreso y la identidad de los pueblos. Eso sí: no dirían nunca que el sanchismo es la mayor fábrica de independentistas de nuestra historia. Quizá, en un alarde sostendrían la sustitución de lo existente por algún tipo de confederación, que es el chocolate del loro intelectual. El caso sería seguir un rato más. Algo así como un puedo cambiar, cariño. Pero a ese PSOE se le vería el plumero, porque vivir de la aspiración del independentista acaba cuando consigue la independencia. Hay gente que dice, incluso, que sin los nacionalistas hoy el PSOE no gobernaría. Qué cosas. Es posible que, llegado el caso, Sánchez acelerase su fuga internacional a algún organismo con avión particular, buenas dietas y photocall

«Tomar el pelo con desprecio, abusando de la posición, tiene su reverso, que es abrir la puerta y decir adiós»

Quizá la sorpresa en un referéndum en toda España sobre la independencia de Cataluña y el País Vasco sería mayúscula, superlativa, inconmensurable. Eso sí, con las cuentas claras, como en los buenos divorcios. Cada uno por su lado para que no duela más la cabeza, con una disolución notarial de los bienes comunes, y colorín colorado. Lo contrario, la ruptura a plazos, como ahora en esta España de los identitarios, abotarga y entristece, paraliza y no deja pensar en lo importante, que, por supuesto no es la última ocurrencia de Puigdemont o la cara avinagrada de Nogueras, ni las chulerías de Rufián y Otegi.  

Me da, además, que cuanto más se caldeara el ambiente en dicho referéndum la respuesta sería más afirmativa en las regiones no premiadas con un nacionalismo redentor. La gente se cansa. Quiere vivir tranquila y que no la insulten todo el tiempo. Por ejemplo, se indigna cuando tiene que pagar cuatro millones para traductores en el Congreso de los Diputados, y luego, los candidatos en el País Vasco hablan en castellano en la campaña electoral. Tomar el pelo con desprecio, abusando de la posición, tiene su reverso, que es abrir la puerta y decir adiós. 

No sé qué votaría, la verdad. Nadie me lo ha preguntado. Bueno, tampoco lo hace el CIS de Tezanos. ¿Se imaginan la cantidad de cocina que tendría que meter el pobre de José Félix? Eso sí: si me van a quitar algo, mi país, por poner un ejemplo, deberían preguntarme antes en un referéndum. Y si no es mi país porque no tengo los ocho apellidos o no he nacido allí, y, por tanto, no tengo derecho a opinar, que me lo digan ya para desconectar de la matraca.

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