THE OBJECTIVE
Pablo de Lora

Ayuso, Bildu y la sociología macarra

«¿Cuál es la métrica para los del PSOE que aceptan que su partido pacte con candidatos exterroristas? ¿Son más o menos macarras que los ayusistas?»

Opinión
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Ayuso, Bildu y la sociología macarra

Erich Gordon.

Anda la sociología de corps atribulada por el éxito -reciente y previsiblemente futuro- de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. ¿Cómo es posible que ese Madrid del «no pasarán», esa «tumba del fascismo», lleve 28 años gobernada por «la derecha» y que lo haga ahora con una mujer que desconoce el concepto de «justicia social», ha «destrozado» la Sanidad pública, «condenado a la muerte a cientos de ancianos en residencias» y que es pródiga en ocurrencias sobre la lucha contra el cambio climático y en hacer síntesis de parvulario a la hora de describir la pugna política?

El sociólogo Sánchez-Cuenca se hacía estas cruces recientemente, y, lejos de arredrarse, encontró consuelo hermenéutico en la Encuesta Europea de Valores. Así, en las olas de 1990, 1999 y 2008 se mostrarían los elementos distintivos de la derecha madrileña, significativamente más «rancia» (sic), el caldo de cultivo para el triunfo del ayusismo. Los madrileños de la derecha ayusista no sólo creen más en Dios; han vivido menos en pareja; son menos proclives a pagar impuestos para combatir la contaminación; tienen más ingresos (pero no mayor nivel educativo); «confían menos en la gente»; optan más claramente por el valor «libertad» que por el de la «igualdad» y se identifican más con la afirmación «las ideas que resisten la prueba del tiempo son generalmente las mejores», frente a «las ideas nuevas son generalmente mejores que las antiguas». No son «progresistas», vaya.

Todo eso, pero además abrazarían un ethos más «macarra» (sic): reprueban menos defraudar a Hacienda y no informar al conductor del vehículo estacionado al que han dañado en su maniobra. Ayuso, en conclusión, nadaría como pez en ese lodazal castizo, y, así, se podría explicar la «manga ancha» con la corrupción o que apenas importe la dilapidación de los recursos públicos en el hospital Zendal o las corruptelas del hermano o, al fin, la insistencia en batallar contra los impuestos.

Quisieron los caprichos temporales que este análisis emergiera justo en la semana en la que se alcanzaba el punto álgido en la polémica sobre la inclusión de exasesinos y exterroristas con otras encomiendas en las listas de EH-Bildu a las elecciones municipales. Recordemos.

El 25 de junio de 1998 ETA asesinó en Rentería a Manuel Zamarreño, concejal del Partido Popular que había sustituido como concejal a su compañero de partido José Luis Caso, asesinado también por ETA el 11 de diciembre del año anterior. El 17 de octubre de 1984 ETA había asesinado al policía municipal Vicente Gajate Martín, militante del PSOE. De acuerdo con el Mapa del Terror de la asociación Covite, la responsable de haber levantado la liebre de las listas de Bildu y a la que ahora Patxi López agradece el descubrimiento, ETA mató en Rentería a 18 personas.

El 14 de abril de 2019 un mitin de Ciudadanos en esa localidad que contó con la presencia de Albert Rivera, Fernando Savater y Maite Pagazaurtundúa, cuyo hermano Joseba, militante del PSOE, fue asesinado por ETA, sólo pudo celebrarse gracias a la fuerte intervención policial que contuvo a una masa dispuesta a llevárselos por delante. En las elecciones municipales celebradas poco tiempo después, EH-Bildu obtuvo 6.941 votos frente a los 754 votos obtenidos por el PP, que no obtuvo ningún concejal.

Gracias a la abstención de Podemos, Equo e Izquierda Unida, EH-Bildu logró que Aizpea Otaegi se convirtiera en la primera alcaldesa en la historia de Rentería. En su toma de posesión Otaegi tuvo un especial recuerdo para todas las mujeres que formaron parte de la corporación, entre ellas Mertxe Usabiaga, militante de Herri Batasuna, el brazo político de ETA. De los concejales del PP Zamarreño y Caso asesinados por ETA ni palabra. El concejal de Elkarrekin-Podemos José Manuel Ferradás juró su cargo «… por Antonio Prior, republicano y defensor del derecho de los pueblos a decidir su futuro». Los concejales de EH-Bildu formularon su promesa «por imperativo legal», tal y como había hecho en 1992 José Manuel Ugartemendia, entonces en prisión preventiva por colaboración con ETA, tras lo cual fue inmediatamente trasladado de vuelta a la cárcel. Años después se fugaría a Francia y sería juzgado y condenado por colaboración con banda armada.

En las elecciones municipales previas en Rentería, las de 2015, el patrón de diferencia en el apoyo popular entre Bildu y el PP fue algo inferior: seis veces más votos en 2015 frente a los 10 veces más en las elecciones de 2019. En Ermua, la localidad vizcaína de dónde procedía Miguel Ángel Blanco, el concejal secuestrado y asesinado por ETA, el PP obtuvo 1.647 votos en las elecciones de 2011 frente a los 1.429 de Bildu. En 2015 fueron 844 (frente a los 1.227 de Bildu) y en las de 2019 el PP obtuvo 712 votos frente a los 1.494 obtenidos por Bildu. En San Sebastián, ciudad en la que fue asesinado el concejal del PP Gregorio Ordoñez, Bildu ha doblado en número de votos al PP en las elecciones municipales de 2019 y 2015.

«En 2009 Patxi López se convertía en lehendakari gracias a los votos del Partido Popular y de UPyD»

Cualquier sociólogo tendría que sentirse interpelado ante esta realidad electoral y urgido a conocer sus causas axiológicas profundas. Yo carezco de credenciales y no sé si existe ya un diagrama de Nolan que mida el «macarrismo» de los habitantes del País Vasco a la hora de elegir a sus ediles o de los que en número de 277.621 votaron en toda España a Bildu en las últimas elecciones generales. ¿Se conoce el número de los que se sienten cómodos con la afirmación «las ideas que resisten la prueba del tiempo son generalmente las mejores», y no especialmente incómodos con apoyar a un partido que integra exterroristas en sus filas? ¿Es quizá la eliminación física del adversario político y de su base de militancia la peor forma de «corrupción política»? ¿Y cuál es la métrica para la connivencia con esa corrupción por parte de los actuales ciudadanos vascos? ¿Son muy macarras o poco macarras? ¿Semi-macarras? ¿Menos o más que los ayusistas?

Igualmente interesante sería indagar sobre las actitudes de los votantes, simpatizantes, militantes y dirigentes del PSOE, partido que también ha aportado un buen número de representantes públicos al negro inventario de cadáveres de ETA (Casas, Múgica, Buesa, Elespe…). Como ha recordado recientemente Félix Ovejero, la más certera previsión politológica que se ha hecho en España a ese respecto corrió a cargo de quien no ha necesitado pasar por Instituto Carlos III-Juan March de Ciencias Sociales. Se trata de Pilar Ruiz Albisu, la madre de Joseba Pagazaurtundúa, quien en una carta a Patxi López escribió: «Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombre que no son… ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!, Patxi. ¡Qué solos estamos los que no hemos cerrado los ojos!». Corría el año 2005. Una delegación del PSE se acababa de reunir con ETA-Batasuna en el marco del llamado «proceso de paz». En 2009 Patxi López se convertía en lehendakari gracias a los votos del Partido Popular y de UPyD.

Cualquier seguidor de la política madrileña puede percibir ese punto descarado, punki, macarra, en la Isabel Díaz Ayuso que debate en la Asamblea de Madrid sin preocuparse por hablar en correcto politiqués. Es, como certeramente retrató David Mejía, una representante de la «derecha no pija», la derecha rock and roll, capaz de soltar «sé que no soy Churchill». Muchos que no la votan la preferirían para cerrar un bar antes que a cualquiera de sus rivales en la Asamblea de Madrid, empezando por la infinitamente más pija – bajo cualquier métrica objetiva- Mónica García. «Que les vote Txapote», llegó a espetar al representante del PSOE.

Fue una macarrada, sin duda, pero a la luz de las reacciones de esta semana a propósito de la «rectificación» de Bildu urge que la sociología se arremangue: los votantes del PSOE que aceptan que su partido pacte con otro que no tiene empacho en que sean elegibles exterroristas, ¿cómo puntúan en el test de la no notificación al dueño del vehículo estacionado que han dañado en la maniobra de salir del aparcamiento?

Ansiosos quedamos.

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