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Las 'super islas' de Colau

«La alcaldesa más iconoclasta está convirtiendo a la gran ciudad más izquierdista en un exclusivo club lúdico-gastronómico-inmobiliario para ‘hipsters’ hedonistas»

Opinión

Ada Colau, alcaldesa de Barcelona | Europa Press

  • Gallego practicante pese a residir desde la tierna edad de 5 años en Barcelona, ciudad donde se licenció en Económicas. Ha sido editor de El Correo Financiero además de colaborar en distintas etapas, entre otros medios de comunicación, en COPE, ABC, Es Radio, El Mundo y Libertad Digital.

Madrid posiblemente sea la ciudad más de derechas que hay hoy en España, mientras que Barcelona, también con total probabilidad, resulte ser la más de izquierdas. Madrid y Barcelona representan los dos grandes polos urbanos contrapuestos de la Península Ibérica; contrapuestos en casi todo, en casi todo menos en la pareja dimensión estratosférica de sus respectivos precios inmobiliarios, ya sea en la modalidad del alquiler, ya en la de la propiedad. Así, ni en la muy derechista Madrid ni en sus antípodas ideológicas en el plano espacial, la muy progresista Barcelona, puede casi nadie que ingrese unas rentas promedio aspirar a encontrar hueco alguno dentro de sus respectivos perímetros más o menos centrales. 

Para instalarse en Madrid, procede andar muy cerca de ser rico; a fin de hacer lo propio en Barcelona, la única condición que se exige consiste en verse lejísimos de ejercer de pobre. Una simetría, la de la definitiva inaccesibilidad de los dos principales núcleos urbanos del país para la gente normal que no haya gozado del privilegio de heredar un inmueble dentro de sus respectivos términos municipales, que si algo certifica es la radical impotencia de la política en ese ámbito. Para modificar de forma significativa las tendencias profundas en la segregación social que experimentan ahora mismo las metrópolis globales, esas de las que en España solo tenemos dos, la política simplemente no puede hacer nada. 

De ahí que, a tales efectos, bien poco importe que el alcalde de turno lleve por apellido Almeida o Colau. Importa tan poco en realidad que si yo me viese en la tesitura de aconsejar a un especulador inmobiliario internacional sobre dónde invertir su dinero en la Península Ibérica, le recomendaría que con los ojos cerrados colocase todo su dinero en la Barcelona de Colau; algo que procede argumentar apelando a las consecuencias, por lo demás obvias, que acarreará el proyecto urbanístico más radical que la izquierda alternativa en el gobierno de la ciudad ha emprendido a lo largo de los últimos cuatro años, las famosas ‘súper islas’. 

La izquierda alternativa con mando en plaza ansía que las arterias principales de la ciudad que vió nacer la Revolución Industrial en España durante el siglo XIX, la Rosa de Fuego, procedan a convertirse en una reproducción a escala del área peatonal del casco antiguo de Pontevedra; pero, entre algunas otras, con la pequeña diferencia de que Pontevedra, al contrario que la Ciudad de los Prodigios, no recibe a más de veinte millones de visitantes foráneos cada año, la inmensa mayoría de ellos extranjeros y poseedores de un poder de compra superior al de los locales. 

«Ya no hay coches ni tampoco aceras, solo cemento uniforme, terrazas de bares diseñados a conciencia para que parezcan cualquier cosa menos bares»

Viví durante sesenta años, solo sesenta años, en una casa de Barcelona muy próxima a Consejo de Ciento, la calle histórica del Ensanche de Cerdà que la alcaldesa Colau ha decidido utilizar como conejillo de indias futurista para su gran utopía pontevedresa del siglo XXI. Pasé por allí la semana pasada. Ya no hay coches ni tampoco aceras, solo cemento uniforme, terrazas de bares diseñados a conciencia para que parezcan cualquier cosa menos bares, también alguna salpicadura minimalista de vegetación verde, apenas un resto microscópico de clorofila, no mucho más. 

Tuve la sensación de encontrarme en un lugar donde nunca antes había estado. Los rótulos de los locales, igual que las cartas de las decenas de restaurantes exóticos que acaban de abrir sus puertas, solo en inglés; los precios de las consumiciones, por su parte, todos multiplicados por tres. La alcaldesa más iconoclasta de Europa está convirtiendo a la gran ciudad más izquierdista del continente en un exclusivo club lúdico-gastronómico-inmobiliario para hipsters hedonistas, cosmopolitas, desarraigados y millonarios. Ayer, cuando subí al avión con rumbo a Galicia, todavía no habían acabado las obras de la remodelación integral en Consejo de Ciento, pero el precio del metro cuadrado ya lleva meses disparado. Y Consejo de Ciento solo es el principio.

2 comentarios
  1. jsb01

    Estimado Sr. Domínguez:
    Como sin duda usted no ignora, la traducción de ‘illa’ en el contexto del artículo es ‘manzana ‘ (o ‘cuadra’, en muchos países hispanohablantes), no ‘isla’. Por tanto, creo que sería más correcto y más comprensible decir ‘súper manzana’ (o ‘súper cuadra’) que ‘súper isla’

  2. andoniakis

    El urbanismo ha sido desde el siglo XIX uno de los campos de batalla preferidos por los socialistas utopicos. Los del hombre nuevo y la sociedad nueva.
    Realmente el papel (el plano) lo aguanta todo.
    Charles Fourier planteo el concepto de falansterio, una integracion de vivienda, trabajo, ocio en una unidad urbanistica. Una comuna antes de las comunas vaya.
    Colau con el pretexto de acabar con el automovil y bajar los niveles de contaminacion de la ciudad se esta montando su propio falansterio progre, «ecosostenible» y de sexo liquido.
    Una utopia que en manos de especuladores brillara como rara avis a pagar con todos los hipster adinerados de todo el mundo.
    Adios a la gentrificacion capitallista, viva la gentrificacion progresista.

    *los problemas de trafico de BCN continuan creciendo sin parar. Rondas saturadas y autopistas bloqueadas. Ahora Barcelona convertida en una mouse trap ecosostenible.

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