THE OBJECTIVE
José García Domínguez

El pisito

«Entre un tercio y una cuarta parte de la población activa de España va a tener que desplazarse a los entornos metropolitanos de Madrid y Barcelona»

Opinión
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El pisito

«Cada vez más, el equivalente a aquellos obreros de mono azul, los que dibujaban el paisaje humano de los viejos polígonos industriales alejados de las urbes, vendrá definido por los ocupantes de los centros de coworking y las fab labs» | Europa Press

El socorrido problema de la vivienda en España esconde una sinécdoque. Y es que, cuando desde la política nacional y los medios de comunicación estatales decimos España, en realidad estamos hablando de Madrid, Barcelona y bien poco más. ¿Cómo va a haber problema alguno de vivienda en un desierto demográfico? ¿Qué problema de vivienda puede sufrir la región más extensa de toda la Unión Europea, Castilla y León por más señas, si ahora mismo apenas resta habitada por dos millones y pico de almas? Así las cosas del lenguaje y sus trampas, obviar la dimensión estrictamente limitada a las únicas metrópolis globales de la Península Ibérica, amén de a unas cuantas demarcaciones turísticas, es fijar un marco engañoso que sólo resulta útil a efectos de ensombrecer la muy compleja naturaleza de la cuestión; una complejidad que remite su causa última a la transformación espacial disruptiva que en todas partes va asociada a la implantación del nuevo orden posindustrial

Porque la actividad económica no sólo tiende ahora a concentrarse, y de modo abrumador, en muy pocos territorios dentro de cada país, sino que además se localiza, y de forma igualmente abrumadora, en el interior de los cascos urbanos de contadas ciudades, algo que no había ocurrido nunca antes. Cada vez más, el equivalente a aquellos obreros de mono azul, los que dibujaban el paisaje humano de los viejos polígonos industriales alejados de las urbes, vendrá definido por los ocupantes de los centros de coworking y las fab labs alojados en edificios de arquitectura vanguardista situados en los distritos centrales de las ciudades punteras; lo que significa que, tal como ya prevén las proyecciones poblacionales del INE para las dos próximas décadas, entre un tercio y una cuarta parte de la población activa de España va a tener que desplazarse a los entornos metropolitanos de Madrid y Barcelona a fin de poder ejercer cualquier  trabajo que requiera una cierta cualificación. 

«El verdadero problema de la vivienda, pues, todavía no ha empezado; ni siquiera ha empezado»

Las migraciones masivas de jóvenes a que dio lugar el Plan de Estabilización, la llave que abrió las puertas al desarrollismo franquista en la década de los sesenta, aquel desplazamiento histórico de poblaciones enteras que transformó la faz el país en apenas un lustro, van a repetirse muy pronto; de hecho, es algo que ya se está produciendo. Entonces se trataba de mano de obra poco cualificada de origen agrícola, no de graduados universitarios en busca de oportunidades para ejercer sus capacidades, pero el fenómeno de fondo va a resultar el mismo. El verdadero problema de la vivienda, pues, todavía no ha empezado; ni siquiera ha empezado. Y esas cuestiones, las relacionadas con el alojamiento y los cambios bruscos de la demanda residencial, conllevan por norma muy difícil arreglo. Porque el mercado las resuelve mal. Y la intervención pública tampoco lo suele hacer mucho mejor. 

Aquí, en Europa, sólo la ciudad de Viena ofrece un ejemplo de éxito claro en ese campo. Pero es que Viena, su ayuntamiento, lleva más de cien años seguidos promoviendo la construcción de viviendas públicas. Si le dedicas cien años ininterrumpidos al asunto, está demostrado que puedes hacer algo. Pero cien años parece demasiado tiempo. Y más allá de la pequeña Austria, un lugar que tampoco recibe contingentes significativos de inmigrantes a los que tener que alojar en alguna parte, ningún otro país de la Europa occidental ha logrado hasta ahora acabar con el problema. Ninguno. Por lo demás, no da la impresión de que esa ley de vivienda que apadrinan Esquerra y Bildu vaya conseguir otra cosa que aupar algo la estimación del voto juvenil con destino a sus promotores en las municipales de mayo. Al cabo, la única política de vivienda eficaz y sostenible en esta era que nos ha tocado estrenar será la ferroviaria. Porque sólo el ferrocarril de última generación podrá garantizar que resulte factible residir a cien kilómetros de una gran ciudad y acudir a diario a trabajar en ella.  Si de verdad quieres un piso, exige un tren.

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