¡El caos, el caos!
«En medio de la debacle, Sánchez ha preferido echarse al monte y activar de nuevo la cantinela, cada día menos eficaz, del miedo a la ‘ultraderecha’»
Cuando en la ya próxima campaña electoral el todavía presidente del Gobierno se atreva a pronunciar las palabras «yo o el caos» desde alguna tribuna —recordando la irrepetible viñeta de Ramón en el también irrepetible semanario Hermano Lobo (1975)—, es muy probable que el público asistente le conteste que casi mejor el caos. «¡El caos, el caos!», que gritaban los hombrecillos con boina de aquella recordada viñeta.
Mejor tomárselo a broma. Porque no es serio que Sánchez, en su comparecencia institucional del pasado lunes, tras la derrota sin paliativos de su partido, no tuviera el detalle de felicitar a los ganadores. Las palabras de agradecimiento a los suyos —que en muchos casos pagaron las consecuencias de sus propios errores y de su soberbia— estaban justificadas, pero lo cortés no quita lo valiente. Saber perder es importante y hasta necesario. Ni el adversario que te acaba de ganar de forma inapelable representa a una ola de más de siete millones de reaccionarios, ni estamos volviendo a la España negra, que tanto parece preocuparle a la vicepresidenta, Yolanda Díaz.
Tampoco es serio que Sánchez priorice sus intereses políticos a corto plazo, a costa de los intereses generales: presidencia europea, formación de los nuevos gobiernos autonómicos o aprobación de leyes que estaban tramitándose. Hay que recordar también que había insistido mucho en su propósito de no adelantar elecciones y llegar hasta el último día la legislatura, pero no nos vamos a rasgar ahora las vestiduras por otro incumplimiento de su palabra. Además, así se evita el calvario que le esperaba de aquí a final de año.
En medio de la debacle, Sánchez ha preferido tirar por la calle del medio, echarse al monte, y activar de nuevo la cantinela —cada día menos eficaz— del miedo a la «ultraderecha». Y, muy especialmente, el temor a la entrada de Vox en las instituciones. Eso sí, la incorporación de exmilitantes de ETA a los ayuntamientos y diputaciones del País Vasco es parte de la normalidad democrática, como también los pactos y acuerdos con los independentistas catalanes. Las consecuencias del pacto del PP y Vox en el gobierno de Castilla y León, a juzgar por los resultados de los últimos comicios, no parece que hayan sido tan nefastas para ambas formaciones.
«Les cuesta reconocerlo en público, pero muchos barones ya lo admiten en privado: el protagonismo de Sánchez les ha perjudicado»
No, no es serio que tengamos a un presidente dispuesto a negar la evidencia y a morir matando, mientras destacados dirigentes de su propio partido tienen que hacer mudanza y abandonar el despacho, penalizados por las decisiones de Sánchez. Les cuesta reconocerlo en público, pero muchos barones ya lo admiten en privado: el protagonismo de Sánchez les ha perjudicado.
Salvo García-Page —que estuvo listo y supo esquivar el peligro, alejándose lo más posible de las últimas iniciativas y rechazando ir a la vuelta de la esquina con los actuales socios parlamentarios de Sánchez—, los dirigentes socialistas víctimas del sanchismo en otras comunidades arrebatadas por la derecha tendrán que olvidarse de las lamentaciones y movilizar a los suyos en muy poco tiempo, si quieren salvar a su líder nacional, a pesar de que no les haga demasiada gracia.
Y, como las desgracias no vienen solas, el PNV comienza a marcar distancias con Sánchez (los nacionalistas siempre han apostado a caballo ganador) y la incomparecencia de Ciudadanos en las urnas desviará sus votos al Partido Popular.
Vamos, que no me extrañaría en absoluto que, en las elecciones del 23 de julio, entre el «yo o el caos», una mayoría de españoles guarde la toalla, se quite el bañador y apueste sin miedo por el «caos».