Votar por un payaso
«Votar por el miedo que nos provoca el triunfo de ‘el otro’ solo favorece a una casta política que cada vez gobierna peor, pero que es experta en asustarnos»
Se ha dicho mucho en las últimas horas sobre la osada estrategia electoral de Pedro Sánchez que logró sacar de la agenda el triunfo contundente del PP y el crecimiento exponencial de Vox.
A priori cualquiera hubiera pensado que lo mejor que le puede pasar a un gobierno que acaba de perder es tener tiempo para, eventualmente, revertir la tendencia; sin embargo, con este giro sorpresivo, Sánchez busca encolumnar al PSOE detrás de su figura impidiendo cualquier gesto de rebeldía interna, evitar un mayor desgaste de su gestión, cortar abruptamente el clima victorioso de la derecha y obligar a pactar de alguna manera a quienes están a su izquierda.
Naturalmente, nadie más que Sánchez y sus asesores conocen el diagnóstico y el plan, pero mirando en detalle los números podría decirse, en términos generales, que el PSOE no ha perdido tantos votos sino que ha sido la derecha en su versión más de centro o más radical la que ha cooptado votos mayoritariamente del casi extinto Ciudadanos. En todo caso, aunque es difícil de precisar, puede que haya habido todo un corrimiento en general hacia la derecha y que algunos votos del otro espacio joven que había surgido para hacer frente al bipartidismo, Podemos, hayan ido a parar al PSOE.
En este caso, y a juzgar por los porcentajes obtenidos, se comprobó una vez más que el nivel de sobreexposición que tiene el progresismo en medios tradicionales y redes no se encarna en la gente ni garantiza votos. El mejor ejemplo de esta desconexión se dio en Valencia donde, lejos de focalizarse en las necesidades del ciudadano de a pie, la campaña se centró en presentar la elección sexual y la discapacidad auditiva de una candidata como un mérito en sí y como garantía de buen gobierno. Sin embargo, evidentemente, no se trataba, entonces, de que llegue la hora de la «bollera buena» frente a «la mala», sino de presentar un plan de gobierno que interpele a las mayorías.
Ahora bien, dado que, tomando en cuenta los números antes mencionados, el PSOE parece tener un núcleo duro de votantes capaces de garantizar un piso competitivo, es natural que toda la estrategia de Sánchez se incline por cómo hacerse de esos ‘otros votos’ que le han sido esquivos en estas elecciones.
Si usted cree que, entonces, vendrá un giro hacia el centro para atraer el voto moderado o una serie de acciones tendientes al convencimiento de los electores pensados como agentes racionales, temo decepcionarlo. Es más, creo que estoy en condiciones de afirmar que Sánchez hará exactamente lo contrario y su campaña se centrará en impulsar la idea de que hay que votar por un payaso. Sí, así como lo está leyendo.
A lo largo del mundo, ha habido ejemplos de payasos que se han presentado a elecciones y estoy seguro que vienen a su mente decenas de nombres de hombres y mujeres que bien calificarían para esa denominación. Sin embargo, para que no haya confusiones y para que nadie crea que se está llamando «payaso» al presidente o a alguien que pudiera reemplazarlo, se hace necesario dar alguna precisión.
Es que cuando hablo de «votar por un payaso» me refiero a lo que me gusta llamar el «Voto IT», en referencia al famoso payaso Pennywise, protagonista de la novela de Stephen King que fue llevada al cine con enorme éxito.
Como ustedes recordarán, en un pequeño pueblo, una entidad maléfica despierta cada x cantidad de tiempo para iniciar un raid de sangre y muerte. Hasta aquí se trata de la típica trama de terror con la única diferencia de que lo que cambia es el protagonista de las masacres.
«Lejos de proyectar un país, la clase política deviene profeta de los desastres por venir, siempre encarnados en el adversario de turno»
Sin embargo, King le da un giro que puede ser utilizado para entender las razones por las que buena parte del electorado vota. Es que el payaso se llama «IT» («Eso», en castellano), justamente, porque en realidad no tiene ninguna forma específica. Usualmente encarna un cuerpo de payaso, pero lo que lo define es que adopta la forma que más aterroriza a sus víctimas. Entre alguna de sus múltiples formas, IT deviene hombre lobo, leproso, momia, ojo gigante, niño muerto, araña monstruosa o padre severo de la protagonista. Cada una de estas formas representa el miedo del que lo está enfrentando.
Se supone que, entonces, aprovechando el avance de las negociaciones entre PP y Vox para formar gobierno tras los resultados de las municipales y autonómicas, Sánchez azuce el temor de un sector de la población a «la llegada del fascismo» pegando la figura de Núñez Feijóo a la de Abascal. Así, el payaso de la política no será un hombre lobo, pero será «el patriarcado», «el racismo», «el nazismo», «la derecha», «la ultraderecha», «el lenguaje de odio» y hasta el fantasma de Franco si fuese necesario.
Resulta claro que esto de votar por un payaso no es un fenómeno estrictamente español. De hecho, lo vemos prácticamente en cada uno de los países donde, aun con distintos sistemas e incluso con altos niveles de fragmentación, las elecciones acaban enfrentando dos grandes polos que no atraen a los votantes por mérito propio sino por el temor que provoca el adversario. Es que el descreimiento de la política hace que muchas elecciones se diriman a partir del «voto útil en contra de», aunque a juzgar por los resultados, habría que pensar hasta qué punto ese tipo de voto no debiera rebautizarse.
En sociedades partidas al medio y con bipartidismos de hecho que alternan administraciones mediocres, votar por el payaso, esto es, votar por el miedo que nos provoca el triunfo de «el otro», solo favorece a una casta política que cada vez gobierna peor, pero que es experta en asustarnos.
Lejos de proyectar un país, la clase política deviene profeta de los desastres por venir, siempre encarnados en el adversario de turno. Si bien no subestimaría la capacidad del miedo para guiarnos por el buen camino en determinadas situaciones, aun cuando suene demasiado ideal, no está de más hacer un llamamiento a votar por otras razones. Quizás no haya tanto que temer. Al fin de cuentas, no es más que un payaso.