THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

23-J: duelo al sol

«El Sánchez que en 2019 rehuía del combate a solas con Casado, necesita ahora de la épica del debate-wéstern con Feijóo en televisión para movilizar a los suyos»

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23-J: duelo al sol

Pixabay.

Antes del duelo al sol del 23-J, Sánchez se ha puesto las cartucheras y ofrece seis balas a Nuñez Feijóo en forma de debates electorales en los principales medios de comunicación del país. El presidente, que no concede entrevistas a periodistas de medios no afines, ante la debacle de mayo ha decidido lanzarse a la palestra del cara a cara electoral y presentarse como la única alternativa de la izquierda

El líder socialista busca dulcificar el sanchismo tras haberlo llevado a extremos que lo hacen irreconocible para la vieja guardia del PSOE. El problema de Sánchez es que ha perdido la credibilidad tras las numerosas piruetas políticas, que le llevaron de no poder dormir con Iglesias a hacerlo su vicepresidente o del no pactaré con Bildu a convertirlo en el buque insignia de su ley de vivienda. 

El presidente del Gobierno está ansioso por volver al bipartidismo. Yolanda Díaz ha pasado a un segundo plano y Podemos ya no existe para el líder socialista. Un Sánchez que sabe que los debates ayudan a fortalecer a los liderazgos emergentes y a los terceros en la pelea, que al participar en esas discusiones televisadas tienen una exposición de alcance nacional que de otra forma no tendrían, no está dispuesto a que nadie a su izquierda le arrebate el protagonismo o los votos. 

El Sánchez que en 2019 rehuía del combate a solas con Pablo Casado, necesita ahora de la épica del debate-wéstern con Feijóo en televisión para movilizar a los suyos, porque en la calle le abuchean y en los mítines es probable que lo dejen solo. 

«Nunca hay que dar por muerto al autor del ‘Manual de resistencia’»

Otro inconveniente para Sánchez es que los debates electorales no cambian los resultados electorales previsibles; y el del 23-J parece cantado para el candidato popular por mayoría absoluta o en coalición con Vox. De todos modos, nunca hay que dar por muerto al autor del Manual de resistencia, y si las elecciones estuvieran muy reñidas, un golpe de efecto en un debate, un gesto desafortunado, o una frase fulminante bien asestada por Sánchez podrían liquidar al líder de la derecha.

Confiarse mata y si no que se lo digan al Felipe González que acudió en 1993 a su primer debate con José María Aznar en Antena 3, sin apenas preparación. La brillante oratoria del socialista esperaba noquear en el primer asalto a un bisoño Aznar, pero sucedió lo contrario, pues el líder popular se había preparado el encuentro a conciencia y le disparó con la corrupción y una avalancha de cifras económicas. De ahí que Feijóo se muestre prudente y no coja el guante con las seis balas del presidente, aunque no rechace algún cara a cara negociado de antemano. Si algo bueno tienen los debates es que desnudan a los contrincantes, les hace mejores candidatos y aumentan la emoción de la campaña electoral.

Por mucho que Sánchez nos cuente la letanía de que los debates mejoran la democracia, al permitir explicar mejor los programas electorales y que los españoles se formen una opinión sobre lo que ofrece cada partido; todo el mundo sabe que en esos shows de mercadotecnia electoral lo que menos importan son las promesas electorales, donde las cifras pasan a un segundo plano y lo que prima es la imagen, el vestuario, una buena frase o eslogan y saber estar ante las cámaras. El candidato que vence es aquél que coloca su mensaje, induce a error al contrario y logra transmitir esperanza, como le sucedió a Ayuso tras la pandemia. 

Cuando estás en el poder, a no ser que tus expectativas sean muy bajas, es difícil aceptar un gran número de debates. Ganar en televisión no significa ganar las elecciones, pero todos temen perder. La popularidad aumenta con estas contiendas que alimentan durante días las redes sociales y a la opinión pública. Sin embargo, es difícil que logren cambiar el voto de los electores salvo en algunos indecisos. 

Tras los debates, los argumentos se habrán disuelto con la canícula de julio y la marea que comenzó en las municipales es muy posible que se lleve por delante al vaquero resistente. 

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