THE OBJECTIVE
Eduardo Laporte

El tenis como terapia para cuarentones

«A diferencia del pádel, tomado como un pasatiempos cualquiera para bajar tripa, el tenis se infiltra en la vida del cuarentón como una hiedra que todo lo atrapa»

Opinión
Comentarios
El tenis como terapia para cuarentones

Unsplash

En mi entorno, ya no se habla de salas de conciertos, de festivales, ni de resacas de chupitos de Jägermeister en mala hora. A menudo pienso que los que no sufrimos una guerra en la juventud, ni fuimos terroristas, ni maquis, ni comunistas en la clandestinidad so amenaza de tortura, nos bregamos en la noche. En dudosas trincheras donde las armas de destrucción masiva llegaban en forma de garrafón o de sustancias más lesivas incluso que hubo que sortear o asumir en su mínima expresión. 

Muchos quedaron lisiados en esas batallas sintéticas y hoy vagan con sus heridas de guerra noctívaga con la mirada aún perdida de quien se tomó a broma esos combates cuerpo a cuerpo con la vida. Se pasaron, literalmente, de la raya y quedaron tocados para siempre. «El mayor secreto del diablo fue hacernos creer que no existía», escuchamos en Sospechosos habituales. Pero no. Se ocultaba entre el gentío, detrás de los altavoces Bose en que sonaba, yo que sé, el Mr. Jones de Counting Crows.

Los que sobrevivimos, más o menos enteros, a nuestra particular movida, vemos ya los toros desde la barrera. Somos veteranos de guerra, de esas guerras burguesas y del primer mundo con las que no tocó, es lo que hay, lidiar. Como aquella alumna que se quejaba a un profesor de sus historias y éste le echó en cara que eran «problemas de pija» y ella, con razón, se defendió: «¡Pero son mis problemas!».  

Así que, dejado atrás el arte de la guerra de cubata y cajetilla, el cuarentón superviviente se plantea hoy otras guerras para sobrevivir a su primer mundo de conflictos medianos: el tenis. Porque, a diferencia del pádel, tomado como un pasatiempos cualquiera para bajar tripa, el tenis se infiltra en la vida del cuarentón como una hiedra que todo lo atrapa y te convierte en un competidor fantasma de una ATP quimérica. 

Y uno sintoniza con las palabras de Alcaraz (tras vencer a Tsitsipas en Roland Garros 2023 en el considerado, hasta la fecha, su mejor partido) a la espera de tres días para encontrarse a Djokovic en semifinales: «Jugaría mañana mismo también». 

Los jugadores cuarentones quisiéramos también jugar todos los días. ¿Qué tiene el tenis? Quién lea Jueves, de Pablo Carballal, podrá experimentar ese ramalazo adictivo y cocaínico que esconde este deporte, capaz de generar la misma ansiedad en la inminencia del partido que la que mostraba José Luis Manzano en El pico en busca del díler.

«La tecnología ha ayudado al tenista cuarentón desde entonces»

¿Literatura y tenis es posible? Carballal demuestra que sí con párrafos como este en el que se muestra la vulnerabilidad del homo tenisticus:

«Más de una vez habíamos tenido que hacer ese absurdo peregrinaje en coche por todo Madrid, en una infructuosa búsqueda de alguna pista de tenis libre, para finalmente, terminar en el Pool, con el chándal puesto y las raquetas en el coche, explicando entre cervezas al camarero lo que había pasado».

Por suerte, la tecnología ha ayudado al tenista cuarentón desde entonces (la novela está ambientada en 2008), también para encontrar jugadores random gracias a apps como Playtomic. Este martes, mientras Alcaraz se preparaba para arrollar al número 5 del mundo, un chaval de Getafe que localicé por esa misma aplicación me pegaba similar paliza, creyendo que estaban en juego también unos cuantos cientos de miles de euros. 

Ante la enésima acometida y ocho juegos seguidos en blanco con su derecha killer, me entraron ganas de estamparle mi Babolat en la cabeza. Si bien me repelía su infantil contumacia competitiva, envidié su juventud, su inmersión radical en el tenis, tanto como para darme un baño semejante con tan solo tres meses de experiencia. 

«Vamos a dejarlo», le dije, antes de que mi sangre de McEnroe frustrado llegara al río, y me quedé un rato taciturno. Como si a mi terapia de cuarentón con muñequera Artengo le faltara algo. O le pesara algo. La asunción de que aquellas guerras del pasado, esas guerras inventadas, quizá fueron baldías. Y, que, como ese flâneur que llega a tarde un cóctel, también llegamos tarde a la red del tenis, de la vida. ¿Punto, juego, set y partido?

Ca, nos vemos en las pistas. Hay tenis.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D