La cobaya eres tú
«De tanto legislar el bienestar animal, nos han metido un gol por la escuadra: la subespecie de Sanidad Privada en la que se ha convertido la profesión veterinaria»
El otro día me contó una amiga, que tiene un ratón, el sofocón que se llevó tras la visita al veterinario. Juanita, que así se llama el roedor, padece alopecia, y la bata blanca le recomendó una ecografía y un tratamiento contra la sarna, causante principal de la calvicie de Juanita. Entre pitos y flautas, la factura del albéitar ascendería a 180 euros. Mi amiga, que al principio dudó de la veracidad del diagnóstico, se quitó de encima al practicante con más cintura que un torero en feria, pero salió de la clínica agobiada porque es una buena persona y siempre ha tenido animales en su casa. Abandonó el local con Juanita calva y bajo la mirada condenatoria de la dueña del chiringo —no te agobies Sandra, eres una persona normal y puede que tu hámster, que tiene dos años y medio, esté llegando al otoño de sus días. También puede que sea una bruja, como en el libro de Road Dahl, y que se haya convertido en calva de lo malísima que en realidad es Juanita— le dije.
La esperanza de vida de un hámster común es de tres años a lo sumo. Así que antes de pedir financiación para asumir la generosa factura, Sandra comprendió que tendría que conformarse con esa alopecia que los humanos combatimos viajando a Turquía. El precio de un hámster —consultado en diferentes portales— no supera los 20 euros. Si deseas llevártelo con jaula, comida, redondel para su ejercicio e incluso dos biberones para el agua, te soplan 60 euros. El tratamiento contra la sarna y la ecografía de Juanita costaba tres veces más. Entiendo que por gramo de peso vs factura del veterinario, estamos ante una de las operaciones o tratamientos más caros de la historia animal. Pero vayamos al tema que me llama la atención, ¿está la ciudad preparada para tener animales? ¿Qué tipo de chiringuitos se lucran en este circo?
No pretendo que se vuelva a tiempos del mono del mesón de Bailén, o del que aguardaba en Las Barranquillas atemorizando a los hombres de hollín (sic García Alix) pero de tanto legislar el bienestar animal, nos han metido un gol por la escuadra: la subespecie de Sanidad Privada en la que se ha convertido la profesión veterinaria. Y cuidadín si se les ocurre saltarse el peaje. Hay demasiado intereses económicos invertidos para que no se detenga la farsa.
Mientras eso sucede en la España especulada, el resto del país, la España abandonada, vive en huelga pues se legisla en ovejas y vacas desde el mismo despacho que decide lo que vendría bien a Juanita, ya sea un implante de pelo, un tratamiento contra la sarna, quizá un trasplante de hígado, o vaya usted a saber si pronto un baipás coronario. Los investigadores son los únicos que se pueden permitir el lujo de seguir tratando a los ratones como ratones, igual que los políticos son los únicos que se pueden permitir el lujo de tratar a las personas como cobayas.
«Un día cercano, sin el uso de la IA, los seres humanos nos moveremos en rebaños y llevaremos el hierro de nuestro país marcado a fuego en el trasero»
Un pastor de Soria se ha hecho famoso estos últimos días porque se va a cepillar a sus mil ovejas ante la imposibilidad de mantenerlas con vida. La Junta de Castilla-La Mancha tiene retenido su rebaño en Ciudad Real, debido a un brote de viruela que está afectando al ganado bovino en Cuenca, a doscientos kilómetros de su perro pastor. En esa misma situación se encuentran 15.000 cabezas de ganado que se han quedado sin pasto, obligando a sus dueños a asumir un gasto extra de hasta seis mil euros al mes, que se pulen en pienso y agua cada mil cabezas. Así, les impiden moverse por las rutas y pastos que llevan siendo pisados desde hace cientos de años; esas viejas sendas que los trashumantes marcaban a hierro en las piedras y rocas a su trote. En el XIX eran más de 330.000 ovejas las que cruzaban de Soria a Extremadura y vuelta, por aquello del alimento, los cortafuegos, el agua y lo natural.
Algo similar ocurre en Castilla y León, donde los ganaderos reventaron la pasada semana la Delegación Territorial de la Junta, en Salamanca. En este caso, pretendían parar la proliferación de la tuberculosis bovina que ha condenado a los animales a morir de hambre o ser sacrificados. Todo viene promulgado por la UE, la misma que a través del Ministerio de Agricultura está invitando a los agricultores a abandonar las tierras de cultivo a cambio de pasta, vía PAC, y así obligar a los países miembros a importar el cereal de aquellos lugares que mejor les convenga a los intereses de sus euromillonarias señorías. Todo muy eco.
Me viene a la cabeza aquella frase de Samuel Butler que decía «una gallina es sólo la manera que tiene un huevo de hacer más huevos», por mucho que se empeñen en darle más derechos al pollo que al pollero. Y así nos va. Un día cercano, sin el uso de la IA, los seres humanos nos moveremos en rebaños, luciremos crotales, llevaremos el hierro de nuestro país marcado a fuego en el trasero, y viviremos rodeados de una jauría de mastines que nos defiendan del orangután en la pirámide ecológica.
Y mientras, recomiendo a los Fernández Vega encarecidamente que se especialicen en ornitología. Cualquier día de estos los canarios tendrán que pasar por ahí, vía decreto, para operarse de cataratas.