THE OBJECTIVE
Joaquín Leguina

¿Inclusivo o excluyente?

«Lo que el neofeminismo pretende y no sólo en el lenguaje es imponernos una ideología supremacista y discriminatoria que parte de unos hechos inexistentes»

Opinión
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¿Inclusivo o excluyente?

Ilustración de Erich Gordon.

El pensamiento políticamente correcto tiene variadas expresiones en torno a cuestiones como raza, género, cultura, discapacidad, medio ambiente, derechos de los animales, etc. Como rasgos fundamentales y constantes del fenómeno cabe enumerar, en una lista no exhaustiva, el establecimiento de códigos de expresión lingüística, la discriminación positiva, el multiculturalismo, y el proyecto de repensar las formas en que se hace y se enseña la historia y las ciencias sociales.

Respecto al llamado uso inclusivo del lenguaje basta con leer un trozo de la Constitución Bolivariana de Venezuela para entender el destrozo que pretende imponer a nuestra lengua el mandato feminista:

«Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República…»

Como se ve, un galimatías insufrible.

Ahora la periodista María Serrano nos informa de un estudio realizado en la Universidad de San Andrés (Argentina). Para llevar a cabo la investigación, los profesores responsables del experimento realizaron pruebas con 70 hablantes de lengua materna española y contrastaron sus tiempos de lectura de textos con y sin lenguaje inclusivo.

El experimento mostró que todos los participantes leyeron las oraciones con lenguaje inclusivo más lentamente que aquellas con masculino genérico y el esfuerzo requerido para procesarlas fue mayor. La conclusión del estudio es que el lenguaje inclusivo se procesa peor sin importar la edad del lector.

Los inclusivos consideran que los plurales en –o forman parte de un lenguaje sexista y para evitarlo proponen las variantes con la -e (que no existe en nuestro idioma) o la -x (ilegible e impronunciable), generando un conflicto donde no lo había.

«Si se aplicaran las directrices propuestas por el neofeminismo no se podría hablar»

Hace ya bastantes años el académico de la Española Ignacio Bosque abordó estos penosos temas y dejó escrito que un buen paso hacia la solución del problema de la visibilidad sería reconocer, simple y llanamente, que, si se aplicaran las directrices propuestas por el neofeminismo no se podría hablar. Y añadía: «Precisamente ahora que se trabaja para que el lenguaje de los textos jurídicos se acerque al español común, las propuestas para visibilizar a la mujer en el idioma parecen encaminarse en el sentido opuesto».

¿Pero es sexista el lenguaje? Tres ejemplos servirán para demostrar que, en efecto, el lenguaje puede ser sexista:

a) Los directivos acudirán a la cena con sus esposas.

b) En el automóvil accidentado viajaban dos suecos con sus mujeres.

c) Los británicos prefieren el té al café y las mujeres rubias a las morenas.

Con un mínimo de sensibilidad y de sentido común, el sexismo puede evitarse sin tener que recurrir a los corsés que se pretenden imponer.

Lo que el neofeminismo pretende y no sólo en el uso del lenguaje es imponernos a todos una ideología supremacista y discriminatoria que parte de unos hechos inexistentes, como lo es señalar a todos los varones como asesinos en potencia y machistas a machamartillo. De igualdad de derechos no quieren saber nada puesto que los varones nunca tienen la razón y ellas siempre. Con frecuencia he oído que esto del neofeminismo es una moda que pasará. Pues ojalá, pero mientras eso llega habrá que denunciarlo por mentiroso y discriminatorio. Claro que estas aberraciones lingüísticas no son nada si las comparamos con la eliminación de la presunción de inocencia en las denuncias por violencia de género.

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