THE OBJECTIVE
Joaquín Leguina

De qué va esto

«El 23-J nos jugamos mucho más que las políticas económicas o sociales. Nos jugamos la Constitución, es decir, la convivencia pacífica entre los españoles»

Opinión
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De qué va esto

Ilustración de Erich Gordon.

Por primera vez en democracia, las elecciones del 23 de julio no van a girar en torno a cuestiones económicas y sociales. Entonces, ¿de qué va a ir esto?

Pues alrededor de algo más relevante: ¿qué va a pasar con España y su Constitución? Y eso, ¿por qué? Porque durante estos últimos años Sánchez y sus pandilleros han tocado el hueso sobre el cual se construyó la nueva democracia española, a saber: la revancha ha querido sustituir a la reconciliación nacional, que tuvo su expresión primera con la Ley de Amnistía y luego con la Constitución. Una Constitución que proclamó que la soberanía reside en el pueblo y que España es la patria común e indivisible de todos los españoles. Pues bien, bajo el paraguas del sanchismo hay partidos —lo diré con las palabras del profesor Roberto Blanco Valdés— «que aspiran, por las buenas o por las malas, a destruir la unidad del Estado, para lo que exigen referendos de autodeterminación en los territorios que lo soliciten, cosa que la Constitución no sólo no reconoce, sino que rechaza expresamente y son también los que desde el Gobierno bipartito y su mayoría parlamentaria han levantado la bandera de la república en contra de una monarquía que califican de ilegítima (pese a haber sido refrendada por el pueblo) e incompatible con el sistema democrático» (1) .

Lo que está sobre la mesa es cambiar la Constitución, sin reformarla, de la mano de Sánchez y de sus amigos, cubiertos por un Tribunal Constitucional en manos de personas que de juristas defensores de la Constitución tienen menos de lo que yo tengo de obispo. Hoy por hoy, los separatistas son parte esencial de la mayoría parlamentario-gubernamental. Así que cuando convocaron en Cataluña dos referendos ilegales y cuando, tras el segundo, proclamaron la esperpéntica independencia de Cataluña, lo que suponía, entre otras cosas, cambiar la Constitución sin reformarla. Una burla que se convertiría en un auténtico esperpento cuando, con la pretendida finalidad de pacificar el conflicto catalán, se abrió una mesa de negociación entre el Gobierno de España y la Generalidad. Y previamente se indultó a los golpistas para luego eliminar el delito de sedición y rebajar el de malversación.

«Este Tribunal Constitucional en manos de Conde Pumpido y sus masajistas no creo que esté dispuesto a defender la Constitución»

Y es que el control de constitucionalidad que nuestro Tribunal Constitucional tiene atribuido es también un elemento esencial para la defensa de la convivencia. Pero es que este Tribunal Constitucional en manos de Conde Pumpido y sus masajistas no creo que esté dispuesto a defender la Constitución, que es defendernos a todos los españoles.

Imaginemos que Sánchez vuelve a formar otro Gobierno Frankenstein y de acuerdo con los separatistas catalanes y vascos se aprueba una ley autorizando referendos de independencia. Si esa ley fuera recurrida ante el Tribunal Constitucional, ¿alguien puede pensar que dicho Tribunal iba a cambiar una sola coma de esa ley destructora de la unidad de España? Yo no creo que Conde Pumpido y sus mariachis la fueran a echar abajo, con el consiguiente suicidio político para España. Y es que se ha llegado a tal extremo que pensar que cualquier persona puesta por Sánchez en la judicatura o en el Banco de España y hasta en el Tribunal de Cuentas vaya a cumplir con las obligaciones de su cargo es estar en las nubes. Sánchez carece de cualquier respeto institucional y los que él promociona se comportan como unos paniaguados a sus órdenes.

Son estas y otras cuantas razones por las cuales el próximo 23 de julio nos jugamos mucho más que las políticas económicas o las políticas sociales. Nos jugamos la Constitución, es decir, la convivencia pacífica entre los españoles.

(1) Claves de Razón Práctica. Nº 288. Mayo-junio 2023.

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