THE OBJECTIVE
Eduardo Laporte

La hibris hundió al sumergible Titán

«Ojalá no se cumpla lo que los griegos advertían con ‘hýbris’: el castigo a quienes se creen tan libres como para ignorar las leyes misteriosas que nos gobiernan»  

Opinión
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La hibris hundió al sumergible Titán

Imagen de archivo de la nave Titán. | Europa Press

Con el malogrado caso de la desaparición de la nave Titán, hemos aprendido a diferenciar entre submarino y sumergible, término este último el adecuado para definir a este tipo de embarcaciones de pequeño formato, según corrigen unos expertos ya ojerosos por su paseíllo mediático antes de que expire el tiempo y el oxígeno

Porque escribo este artículo un miércoles, pero se publicará este jueves, cuando dicho tiempo y dicho oxígeno hayan vencido. Me juré no hacer más articulismo de pronóstico cuando fallé con estrépito en aquella final de Benidorm Fest que se llevó una nihilista Chanel frente a la comprometida Rigoberta Bandini. Pero aquí estoy, desafiante. 

La democracia nos da lecciones, en Eurovisión y en los parlamentos. La vida, también. Una de ellas, que el ser humano se empeña en ignorar, es la hibris, término de origen griego que quizá también aprenderemos para desgracia de los cinco tripulantes de Titán, que me temo no vivirán para contarlo. Porque todo apunta que se acabará el aire y pasarán años hasta que sean localizados, porque se habla mucho de la Inteligencia Artificial, la computación en la nube y la big data, pero no hay sistemas para dar con un mazacote de titanio y fibra de carbono allá en lo más profundo. 

«Es como ir al espacio», dijo un experto, y esa frase también tiene algo de sabia, porque la Tierra nos parece cada vez más pequeña, con esos trenes de alta velocidad, esos vuelos de bajo coste y distancias líquidas, pero la inmensidad sigue ahí. En el fondo del mar. «Está muy oscuro ahí abajo. Hace mucho frío. El lecho marino es barro y está ondulado», dijeron otros expertos. 

«El mar es muy grande», me reveló aquel náufrago efímero sobre el que escribí en su día (La tabla, Demipage, 2015) y que, tuvo suerte, fue rescatado en el último minuto, cuando las campanas doblaban ya por él en un Mediterráneo que algunos llaman la charca de Europa, pero no deja de ser inmenso.

«Resulta increíble que hundimiento llame a hundimiento, y que al Titanic padre le salga una criatura no deseada»

Pero qué miedo esa cosa abisal del Atlántico profundo y sin luz, ese acabar tus días en ese confín que de tan pesadillesco se hace inverosímil, como resulta increíble que hundimiento llame a hundimiento, y que al Titanic padre le salga una criatura no deseada que va a morir junto a él, como una rémora al revés que viene a confirmar lo que ya el primer Titanic nos confirmó con esa arrogancia ingenieril que lo llevó a naufragar en aguas heladas: cuidado con la hibris

¿Y qué carajos es la hibris? Pues un concepto de la antigua Grecia que, según Wikipedia, puede traducirse por «desmesura del orgullo y arrogancia». Y, ojo, no se trata de un calentón o de una idea de olla repentina, sino de «un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los hombres mortales y terrenales». 

Esto lo vemos desde hace años en forma de tsunamis, lluvias cuando no tocan, sequías pertinaces que no contumaces y alteraciones de ecosistemas varios. En forma de enfermedades raras, pandemias más extrañas aún y malestares propios de quien no se toma en serio la partida, de quien se cree más listo que el aire. Ahí está la hibris rigurosa e implacable para recordar las normas del juego.

Quizá haya algo de hibris en este propio artículo que pretende profetizar qué pasará con esos cinco desgraciados hundidos en sentido metafórico y literal. Quizá este jueves descorchen botellas de champagne en Pakistán porque a última hora han detectado, gracias a un robot francés que desciende hasta 6.000 metros, dónde estaban el señor Dawood y su hijo Suleman. 

Ojalá sea así. Ojalá me vuelva a equivocar en mis pronósticos de articulista last minute y no se cumpla lo que los verdaderos sabios, los griegos, advertían con aquello de la hýbris: el castigo infligido contra aquellos que se creyeron libres, capaces de todo, tanto como para ignorar las leyes misteriosas que, de un modo más complejo que el pueril joystick de Titán, nos gobiernan.  

DEP. 

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