THE OBJECTIVE
Rebeca Argudo

La falsa dicotomía, como la falsa moneda

«Hay quienes creen que lo determinante para sentir aflicción ante el deceso es el dinero o el sexo. Porque, para ellos, lo importante no es el qué sino el quién»

Opinión
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La falsa dicotomía, como la falsa moneda

Pixabay.

Vengo a la tecla reivindicativa y denuncio con vehemencia el uso espurio de la falsa dicotomía. Apelo para ello a la decencia y la honestidad, que seguro que no están de moda ya pero también las reivindico, ya puestos. Lo digo a cuento de algo que he leído y escuchado en repetidas ocasiones estos días y me parece tramposo. Y yo creo que a los tramposos hay que decirles, educadamente eso sí, que les hemos pillado. Que les hemos visto el color de la ropa interior. Que por ahí no. Digo que he leído y escuchado estos días la falsa dicotomía del mucho rescate a cinco ricos en un batiscafo moderniqui y muy poca solidaridad con las pateras que vienen cargaditas de inmigrantes en dramática situación.

A ver, un momento. Para empezar, se pueden lamentar todas las muertes, no es excluyente. No se nos acaba la aflicción y hay que elegir hacia dónde se deriva y de qué manera. Uno puedo lamentar 70 muertes en patera y también cinco en submarino. Es más, uno puede lamentar 70 muertes en patera, cinco en submarino y otra en globo aerostático, por enfermedad o por edad provecta. Y, al mismo tiempo pelar patatas y batir cinco huevos.

Para que la disyuntiva sea efectiva debe ser incompatible. Me remito a un ejemplo clásico. Clásico y pop, como la vida misma: Spiderman debe elegir entre salvar la vida a Mary Jane o salvar la vida a todos los niños del pueblo. El duende verde sí que sabía de decisiones sádicas. Y aquí sí podría usted, buenísima persona que me lee, ponerse estupendo ante la decisión, si es ese su fin. «Claro, es que ha preferido salvar a la mujer que ama en lugar de a un montón de niños que no conoce de nada. Qué egoísta. Le importa más su dolor único que el de (me lo invento) veinte familias». O bien «ha salvado a los niños en lugar de a la chica. Pues tampoco la querría tanto».

«¿Hay que comparar en número para cuantificar la gravedad de la violencia?»

Otro ejemplo: mata más el machismo que el terrorismo. Obviemos que no es verdad. Obviemos la falacia de contabilizar desde que nos dé la gana hasta que nos salga del kiwi o de comparar la amenaza y violencia contra toda la sociedad, organizada y premeditada por una cuestión ideológica para imponer su modelo de organización a todos mediante la fuerza, con la violencia puntual ejercida por un individuo concreto contra otro concreto por motivos concretos.

Vayamos, sin embargo, a lo repugnante de contraponer dos tipos de violencia y que parezca que hay que estar con una de ellas, lo que implicaría legitimar en cierto modo la otra. ¿De verdad cree usted, señora, que solo se puede lamentar un tipo de violencia? ¿O que hay que comparar en número para cuantificar la gravedad? Porque si nos ponemos rigurosos, las cifras no dan. Comparemos, puestos a comparar, las cifras de muertes por suicidio con las de violencia de género. La brecha (utilizo el sintagma porque sé que gusta) es alarmante. Tanto que, de haber una urgencia, debería ser esta. ¿Sería de buen gusto el mismo día que muere una mujer a manos del energúmeno de su marido publicar en redes algo como «mucho lamentar este asesinato hoy pero callados como putas por los 114 diarios por conducta autolesiva»?

A ver si va a ser que valen menos esos 4.003 muertos por suicidio en 2021 en España y a ver si es porque casi 3.000 fueron hombres. Pues eso, exactamente eso, es lo que han estado haciendo desde la bondad más absoluta y la mejor de las intenciones los que creen que lo determinante para sentir aflicción ante el deceso es el dinero que uno tenga o su sexo. Porque, para algunos, lo importante no es el qué sino el quién. Pero desde el lado bueno de la historia, ojo.

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