Los hombres están enfadados con el Gobierno de Sánchez
«A muchos no les gusta que los traten como si fueran delincuentes. En 2020, el 23% de los hombres preferían votar al PSOE; ahora solo el 18,7%»
Conozco a una adolescente paquistaní que se está quedando ciega. Algo así es una mala noticia para cualquiera, pero este caso concreto a mí me parte el alma. Hace poco que vive en Barcelona, así que todavía no domina ni el catalán ni el español y eso, junto a su cada vez más acusada falta de visión hace casi imposible que pueda tener un buen rendimiento académico. Y, por si todo eso fuera poco, su familia ya da por hecho que no la van a poder casar, así que lo único que esperan es que unos conocidos suyos la pongan a trabajar en su frutería. En su cultura no casarse significa que no va a tener ningún tipo de relación íntima con los hombres. Me resulta doloroso pensar que nunca va a poder vivir las caricias, los besos, la ilusión del primer amor ni ninguna otra de las que asociamos a la adolescencia. Estamos hablando de una cría de 16 años a la que la desgracia de una enfermedad se le suma la condena de una religión desgarradoramente castradora para las mujeres, una criatura que por su falta de visión y por la mentalidad cerrada de su círculo no va a poder abandonar las murallas simbólicas que rodean el Raval.
No pude evitar pensar en Mariya (nombre figurado) al escuchar a Pedro Sánchez decir que «existe la impresión de que hay un ciudadano, hombre entre 40 y 50 años, que han visto en algunas ocasiones que algunos discursos han sido incómodos para ellos». Bueno, es lógico que si te tratan como sospechoso de maltrato y violación por el simple hecho de haber nacido con los cromosomas XY muy contento no debes de andar, pero tampoco creo que eso le importe demasiado a Sánchez porque, en caso contrario, hubiera puesto coto hace tiempo a los delirantes discursos de Irene Montero y su cuchipandi. Pero lo que de verdad sí le importa es la posibilidad de perder el poder y, al parecer, según los estudios demoscópicos, en febrero de 2020, el 23% de los hombres preferían votar al PSOE frente al 12,1% que prefería al PP mientras que ahora solo el 18,7% se inclinan por el PSOE y el PP ha subido hasta el 21,4%. Por lo que sea, parece que hay muchos hombres a los que no les gusta que los traten como si fueran delincuentes.
Y pensaba en Mariya, porque si bien entiendo el enfado que puedan tener muchos hombres por la sarta de despropósitos del Ministerio de Igualdad, no creo que el enfado de las mujeres sea menor. Se trata de un ministerio que se ha dedicado a dilapidar el dinero público para no conseguir ni un solo buen indicador en nada: no han disminuido las cifras de violaciones, ni las de la violencia machista, ni las de la trata de blanca, ni las de la brecha salarial…
Pero es que no solo eso, es que no han realizado ni el más mínimo intento para que mujeres provenientes de otras culturas dejen de ser ciudadanas de segunda. ¿Las miembras o miembres del ministerio permitirían que a una hija suya le introdujera un pañuelo en la vagina una señora para comprobar su virginidad? ¿O que fuera tapada de pies a cabeza todo el año para no provocar los deseos de los hombres? Lejos de luchar por mujeres que viven entre nosotras y que sufren el machismo más feroz se han dedicado a señalar el más remoto micromachismo de la cultura occidental con absurdas y carísimas campañas.
«La ‘ley trans’ es una auténtica ley mordaza contra la libertad de expresión»
Y entiendo también que a los hombres les repateé que este Gobierno descerebrado haya reducido las penas a más de mil violadores, pero es que, de nuevo, las que salimos perdiendo somos las mujeres que somos, en la mayoría de los casos, las potenciales víctimas. Y qué decir de las presas, que ahora pueden acabar compartiendo celda con un depredador sexual por obra y gracia de otra ley majadera de Sánchez: la ley Trans.
Si bien las consecuencias de la ley del solo sí es sí quedaron patente poco después de su aprobación, no pasa lo mismo con la ley Trans, aunque esta semana ya hemos tenido un anticipo. Una persona nacida varón, pero autoidentificada como mujer y rebautizada como Cristina, acabó armando un gran escándalo porque una cajera del Lidl la llamó en varias ocasiones “caballero”, algo que la persona aludida considera una agresión. Cabe destacar que Cristina firma como Manuel, va sin afeitar porque dice sentirse así mejor y que, a simple vista, la mayoría de los mortales veríamos ante nuestros ojos a un hombre, que es lo que le pasó a la pobre cajera que acabó de baja y con ataques de ansiedad ante la que se le venía encima: posible despido y una cuantiosa multa.
Gran parte de la población no está al tanto del delirio trans ni de las atrocidades que trae consigo la nueva ley que es, sin lugar a dudas, una auténtica ley mordaza contra la libertad de expresión y casi diría que contra el sentido común. Por supuesto, ni la ministra de Igualdad ni los sindicatos tuvieron ningún gesto de apoyo contra la trabajadora acosada, pero salieron rápidamente a defender a Cristina-Manuel.
La ley trans es perniciosa para hombres y mujeres, pero de nuevo somos nosotras las que nos llevamos la peor parte porque nos arrebatan podios deportivos, lugares en las listas electorales y, lo que es peor, liquida los espacios seguros porque cualquier señor que se autoperciba como mujer y vaya al registro a realizar una simple gestión, tendrá barra libre para entrar en los lavabos y vestuarios femeninos. Así que si los hombres entre 40 y 50 años están cabreados con este Gobierno, ni les cuento las mujeres. Con decir que la gran maestra feminista e histórica socialista Amelia Valcárcel ha acabado dando su confianza a Feijóo por sumarse a algunas de las reivindicaciones de la agenda feminista lo digo todo.