THE OBJECTIVE
David Mejía

Sánchez, Feijóo y los cambios de opinión

«Si el PSOE es un líder sin partido, el problema del PP no es Vox, sino la ausencia de un liderazgo tenaz y de un proyecto que sea algo más que el fin del sanchismo»

Opinión
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Sánchez, Feijóo y los cambios de opinión

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

El domingo por la noche, en lo de Évole, Pedro Sánchez insistió en que no ha mentido, sólo ha cambiado de opinión, al tiempo que mostró su asombro ante la pérdida de confianza del electorado. Pero lo lógico es que si Pedro Sánchez cambia de opinión, los votantes cambien de opinión sobre Pedro Sánchez. En cualquier caso, la expresión «cambio de opinión» no es la que mejor describe la disposición del presidente a obrar en sentido contrario al prometido. Tampoco «mentira». Los bandazos de Sánchez no son embustes ejecutados con premeditación y alevosía, sino signos de su indiferencia por la verdad. Sánchez no miente, simplemente no le importa.

Si el PSOE hubiera tenido mayoría absoluta, el Gobierno no habría indultado a Junqueras, ni habría reformado el Código Penal a su gusto. Estoy convencido de que Sánchez no mentía cuando prometía tipificar el delito de referéndum ilegal y traer a Puigdemont a España. Pero tanto su investidura como la estabilidad del Gobierno dependían de ERC, y Sánchez cedió porque no se siente comprometido a hacer nada que contravenga sus intereses personales. Los bandazos de Sánchez no son mentiras, sino exigencias de la geometría variable. Por eso sí miente cuando los vende como cambios de opinión. No mentir sería reconocer que indultó a Junqueras y compañía porque le obligó Esquerra, como repiten casi a diario los propios dirigentes de Esquerra.

«Zapatero anda recorriendo emisoras difundiendo las bondades de sus cambios de opinión y otros hitos de su gestión»

Pedro Sánchez ha encontrado un aliado en el expresidente Zapatero, que anda recorriendo platós y emisoras difundiendo las bondades de sus cambios de opinión y de otros hitos de su gestión. A diferencia de Sánchez, Zapatero es un animal de sangre caliente que logra imprimir al sanchismo una carga de emotividad hasta ahora ausente. Zapatero no atraerá hacia el PSOE votos de la derecha, pero quizá despierte del letargo al abstencionista dispuesto a revalidar un sanchismo de rostro humano. La impresión es que el PSOE, agonizante, sube arrastrado por dos corceles de distinto pelaje: un líder sin convicciones pero determinado y un exlíder ligero, pero convencido. 

Si el PSOE es un líder sin partido, el PP parece cada vez más un partido sin líder, una diligencia que arrastra sus caballos. A estas alturas, es evidente que el problema del PP no es Vox, sino la ausencia de un liderazgo tenaz y de un proyecto consecuente que aviste en el horizonte algo además del fin del sanchismo.

No sabemos si su estrategia es la de Manzón o la de Guardiola, si celebra o lamenta que presida las Cortes Valencianas Llanos Massó, o vicepresida la Generalitat un hombre que se plantea llamar «Caudillo» a su caballo. No sabemos si lamentó o celebró que el Tribunal Constitucional desestimara el recurso de su partido contra la ley del aborto, ni con qué palabras calmará la inquietud que Vox infunde en la comunidad LGTBI. No es serio que no conozcamos sus líneas rojas hasta que Vox las traspasa. No sabemos cómo el PP haría cumplir la sentencia del 25% en Cataluña ni cómo afrontará la contrarreforma del Código Penal. No sabemos a quién se le ocurrió la campaña de Verano azul ni cuándo va a rodar su cabeza. Ya sabemos lo que es el sanchismo, pero sería bueno que el PP aclarase en qué consiste el feijooismo.  

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