Último día de despotismo... y primer día de lo mismo
«El dinero, los índices de audiencia, luchan contra la posición lógica de poder establecer un acuerdo ante un interés general»
La moderación ya no vende, es un hecho, y las minorías entendieron hace tiempo que es más efectivo enfrentarse que convencer, o que mentir, que ahora significa cambiar de opinión. Los índices de baja audiencia que arrastran las cadenas de televisión y los medios de comunicación están rebuscando esas tretas que, en la provocación y el enfrentamiento, les otorga una audiencia que van perdiendo como una fuga de agua en el casco de un bote en la mar. La publicidad, que se paga y mide en clics, necesita de esa viralización para marcar la diferencia en la cuenta de resultados, en vez de buscar en el análisis y en la información, el camino a seguir para reunir a más espectadores, y por ende, mejorar sus ingresos.
Lo que se le pide a un partido serio de cara a las elecciones, a dirigir un país, es precisamente que no hagan lo mismo que sus adversarios, aferrándose a la provocación o al insulto, tratando de ganar ese campo de opinión de la gente antes de ir a votar. ¿Qué sentido tiene que una propuesta electoral sea derogar las medidas que ha aprobado el gobierno anterior? ¿Por qué para ganar votos unos tienen que bajarse al nivel del que tanto critican y a quién pretender sustituir? Se debería reconocer las cosas buenas que también ha hecho el que no piensa igual, pero esa posición genera poca audiencia, porque el humano de hoy necesita vivir en el envite antes que en la honestidad. El dinero, los índices de audiencia, luchan contra la posición lógica de poder establecer un acuerdo ante un interés general.
Hay que ser anchos y tener la mirada puesta en la mayoría social, siempre. Eso es un hecho, como también lo es que hay más hombres que matan a sus mujeres que viceversa o que de la piel para dentro siempre debería decidir la persona, no las instituciones ni las ideologías ni las religiones, si acaso, la ciencia. Es absurdo pretender corregir términos como el de violencia de género, violencia intrafamiliar o gilipolleces así, cuando los datos son lo que son y un hombre no va por ahí matando a mujeres que no conoce, porque suele coincidir con la que convive, se roza, se gasta y aunque también existan casos a la inversa, es obvio que existen más casos de violencia del hombre contra la mujer que al revés.
Pero este es un ejemplo más del fango, uno de tantos que se discuten mientras no se habla de propuestas económicas serias, de medidas para paliar los problemas reales de la gente. No se puede gobernar en el buenísimo ideológico, en el que todos tienen derecho a todo a cambio de nada, porque desgraciadamente, eso es insostenible.
«Hoy, desgraciadamente, el producto somos nosotros mismos y aún no nos hemos dado cuenta que todo gira entorno a eso»
Pero lo que todavía es más insostenible es el hecho de enfrentarse cada día para seguir gobernando u obteniendo ingresos deficitarios en medios que se han ido convirtiendo en voceros ideológicos, sustentados en pagos institucionales o demás comportamientos botarates en los que nos encontramos hoy en día.
Cuando una industria cambia, se hace vieja o pierde el interés de la gente, o se extingue o evoluciona hacia un modelo que sea aceptado por el consumidor de su producto. Hoy, desgraciadamente, el producto somos nosotros mismos y aún no nos hemos dado cuenta que todo gira entorno a eso. El mero hecho que nos definan tanto es un insulto para las personas, ya sea del color que sean o sientan devoción por la afición que les apetezca.
Todo este rollo viene al caso de lo que vimos el domingo en la entrevista que Pedro Trumpez concedió a Jordi Évole en la Sexta. Ante la pregunta de si creía que había hecho algo mal en estos cuatro años, el presidente del Gobierno contestó que había evaluado mal la «fuerza corrosiva» de muchos argumentos que se habían ido propagando en medios de comunicación de la derecha y extrema derecha mediática. Y seguimos en esa misma ola de enfrentar a la gente y no reconocer las equivocaciones, reafirmarse en dos bandos, y no mirar de frente a quién no piensa de la misma forma, cuando en realidad, todos aspiramos a lo mismo: el bienestar. Me recordaron las redes aquella petición que Luis del Olmo le hizo al presidente Aznar, para que acudiera a una entrevista con Iñaki Gabilondo en la Cadena Ser; una entrevista que no concedió en ocho años de gobierno. Un silencio que duró varios segundos mientras meditaba la respuesta, para después reafirmarse y aludir al principio de libertad para decidir con quién y cuándo podía ser entrevistado el jefe de la administración. ¡Cuánto se parecen los hunos y los hotros (sic Unamuno)! demostrando que al final, todo está en la estrategia de la comunicación y no en la investigación, la ciencia, la inversión, la honestidad, y el desarrollo de hacernos mejores, como personas y cómo país. Pero sigan con la matraca ideológica haciéndonos peores en todo, señores políticos y directores de medios.
Parafraseando a Joaquín Costa, político del XIX español, además de una calle de Madrid: «Último día del despotismo… y primer día de lo mismo»