THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Contra todo (o casi)

«Vallejo puede emberrenchinar de cólera al lector o hacerlo sentir como ante una rara agua pura»

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Contra todo (o casi)

Fernando Vallejo, cineasta, biólogo y escritor colombiano | Wikimedia Commons

Aparte de los lectores avisados, es muy probable que el colombiano Fernando Vallejo suene a otros más, por una novela no larga de la que se hizo una buena película. Acaso al terrible Vallejo -muy grato cuando lo conocí en persona- no le guste oír que La virgen de los sicarios (1994) llevada al cine por el francés Barbet Schroeder en 2000, con guión del propio Vallejo y actores colombianos que hacían verdad aquel Medellín de los asesinatos a granel, las balaseras continuas y que con razón se decía no ya Medallo -designación coloquial- sino «Metrallo», que esa sea acaso su novela más cabal, más redonda, mejor llanamente. Los escritores siempre queremos preferir lo último. Pero Vallejo, que vivió muchos años en México, porque renegaba del horror de Colombia (no ahorraba adjetivos adversos) volvió a su ciudad natal, Medellín, hace unos años al morir su amigo mexicano. Y ahora -ya con 81- no ha dejado de escribir libros (novelas, discursos, diatribas, panfletos autobiográficos, no sé qué nombre darlos) que la crítica afirma, con razón esta vez, que pueden ser tan brillantes y suyos, con su sello, como repetitivos. Hablo -están en Alfaguara- de Memorias de un hijueputa (2019) y Escombros (2021). Ahora vuelve con otro, La conjura contra Porky que acaba de aparecer. El hijueputa es un alter ego del autor, que, convertido en presidente de la República, se carga bien o mal cuanto le parece erróneo. Y Porky es todo presidente colombiano, desde Uribe al necio Petro. («Porky Petro debutó de mozalbete como soldado raso del M-19, los pandilleros que se robaron la espada de Bolívar de un museo y quemaron el Palacio de Justicia con cien adentro»).

«Anuncia que cuando muera su amada Brusca -su queridísima perra grandota- él irá a pegarse un tiro a la Basílica Catedral de Medellín»

Aunque admiro a Fernando y me gusta -es sana- su protesta real y radical, no puedo dejar de decir que los últimos libros dan vueltas y vueltas sobre lo mismo. Pero la escritura es brillante, con estilo propio, lleno de buen hacer y toda su mente explosiva y analítica. Quien haya leído a Vallejo no hallará mucho nuevo en «Porky», pero quien lo lea por vez primera sentirá un bombazo arrollador. Fernando cree que la raza humana ha sido (y es) un desastre casi absoluto, que la ciencia engaña muchas veces, y que en este mundo superpoblado que va al abismo o al desastre nuclear, sólo los animales son nobles y dignos. Por ello -por dignidad y bondad- debemos ser vegetarianos, y en consecuencia suprimir las tiendas llamadas carnicerías o charcuterías o casquerías. ¡Fuera!. Valga otra frase de muestra: «No te reproduzcas, patidoble, porque eres feo, puerco y malo». Antes el homosexual Vallejo salvaba de esta fealdad a los chicos jóvenes (chicos no chicas) ahora, senecto, no hace distingos. Pero -como ya había dicho antes- pocas cosas le producen mayor horror que ver a una mujer embarazada. Veamos: «las subvenciones a la pobrería zángana y reproductora que sigue en el engendramiento preñante de las imparables paridoras». Hombres verracos que sólo piensan en copular y mujeres que parecen deleitarse en la panzona y el parto… Hijo de una familia muy numerosa (aunque varios hermanos murieron pequeños) Fernando no perdona a su difunta mamá, Lía Rendón, semejante hazaña. Dice que hubiera preferido no nacer y que, al menos, el hombre debe tener el derecho a morir como y cuando disponga. Anuncia que cuando muera su amada Brusca -su queridísima perra grandota- él irá a pegarse un tiro a la Basílica Catedral de Medellín. Después sólo quiere ser incinerado. Antes había afirmado (en la misma línea) que deseaba que su cadáver, arrojado a un vertedero o similar, fuese devorado por los gallinazos, una especie de buitres carnívoros de la región. 

El Tiempo -la única realidad voraz- lo destruye todo y nada deja para nadie. Pero el hombre asola el planeta sin remisión. Los políticos (fachas o comunistas, a Maduro lo llama payaso dictador) roban y se aprovechan del poder. La Iglesia Católica, con la idea de Cristo, no ha hecho sino daño. Igual el judaísmo y el Islán. Contra el papa Francisco se despacha a gusto, «el desvergonzado Bergoglio, el argentino, el pampeano, el muy hipócrita…» No sigo. Vallejo escribió (2007) un gran ensayo sobre la Iglesia, titulado La Puta de Babilonia. Pero en esta diatriba contra el hombre, la natalidad, las parturientas, la religión y el consumo de carne, se incluye el derribo de algún santón literario, como Octavio Paz (para Vallejo un gay oculto) al que descubre de marica ridículo en un soñado bar de Tánger. Anarquismo puro en formato de buena literatura ilustrada. Vallejo puede emberrenchinar de cólera al lector o hacerlo sentir como ante una rara agua pura. Final y falta mucho: «Por que se acaben tantas sinvergüencerías de la corrupta era computacional». He dicho.      

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