Feijóo, el gallego tranquilo
«Su campaña es la del hombre tranquilo que estuvo muchos años presidiendo la Galicia que heredó de Fraga»
Alberto Núñez Feijóo, al que ya casi todos llaman Feijóo porque hay ganas de abreviar, se presenta como el orgulloso hijo pródigo de una pequeña aldea gallega de 300 habitantes que aspira a ocupar el aprisco de Moncloa un temporada. Puestos a reivindicar abolengo, el Padre Feijoo (sin acento en la o) unos de los cerebros de la Ilustración española y autor de una preclara Defensa de las mujeres (1726).
De Feijóo los españoles saben aún poco, y no sé sabe lo poco o mucho que él sabe de los españoles. Su campaña es la del hombre tranquilo que estuvo muchos años presidiendo la Galicia que heredó de Fraga (opuesto en tantas cosas a él, las buenas y las malas), algo distante desde la periferia de la política de Estado. (Su paso por el gobierno de Aznar no dejó huella). En las portadas estuvo por un breve episodio fotográfico, al que algunos quisieron sacarle más punta de la que tenía: uno no sabe lo que hará al cabo de los años el patrón de un velero con el compartió un rato en cubierta. De su gestión xuntera se sabe poco fuera de la región, pero sus holgadas mayorías sugieren algún tipo de consenso transversal. Hay quienes ponen en su haber el haber sabido domeñar al Bloque Nacionalista Galego, si bien algunos, como Pedro Insua, advierten sobre el peaje cordialmente nacionalista que hubo de pagar.
A la espera de saber si baja o sube las escaleras de Moncloa, cabe señalar que sería el primer presidente de Gobierno, en democracia, que habla otra lengua española que la española y ha ejercido de presidente de una nacionalidad histórica (en la desafortunada jerga de la Constitución Española). Su bilingüismo real (detectable en las preposiciones, ¡que siempre delatan al auténtico nativo!) y su visión periférica habrán de ser estudiadas con lupa en el laboratorio de la política española.
De momento está intentado delinear, no sin cierta maña, una geometría variable del mapa autonómico que no sea un lastre para su campaña presidencialista. Con Vox o sin Vox, su gran pregunta chespiriana. Y la nuestra.
Coda 1) La Guardiola extremeña. Imitando a su tocayo balompédico, la lideresa popular quiso marcar un estilo de juego propio en materia de pactos postelectorales, amenazando incluso con dar un paso al lado si desde Génova le dictaban el once de salida. Al final, Esperanza Aguirre mediante, solo le han colado a un oriundo de Vox y seguirá dirigiendo el banquillo. Es lo que pasa cuando se confunde (algo tan español en política por otro lado) táctica con estrategia.
Coda2) Sánchez y su tournée televisiva. Consciente de que ya solo su fotogenia y voz aterciopelada podrán procurarle los votos que necesita para intentar reeditar lo que sería un «viejecito» Frankenstein, se multiplica en los platós audiovisuales de máxima audiencia. Como exjugador de baloncesto cree que los partidos muy igualados pueden decidirse en los últimos segundos del último cuarto con un improbable triple ganador.
Coda 3) Inocentes y culpables. Ahmed Tommouhi y Abdezarrak Mounib. Mucho se está hablando del primero, el inocente que heroicamente sacrificó su libertad para que se hiciera la verdad, y bien poco de su compañero de desgracias, que murió en prisión sin que llegase su día de gloria. Para Margarita Robles, que, siendo la juez, pudo y debió pedir las periciales que habrían aportado verdad, dignidad y libertad, será como reza la frase final de El Proceso de Kafka «como si la vergüenza hubiese de sobrevivirle».
Coda 4) Estado de responsabilidad. Macron, que sopesa si decretar el estado de urgencia debido a los históricos disturbios y protestas (más de mil detenidos) por la muerte a manos de la Policía, en un control rutinario, del joven franco-argelino Nahel Merzouk, de 17 años, ha apelado «al sentido de la responsabilidad de las madres y de los padres. La República no tiene vocación de sustituirlos. Es su responsabilidad mantenerlos [a sus hijos] en casa». Un dirigente adulto colocando a cada cual en su sitio.
Coda 5) Tour de Iparralde del sur. La gran salida del Tour de Francia en Bilbao (una mera oferta de ocio propia de una oficina de turismo por parte de la organización gala) ha sido rápidamente reconvertida por las autoridades nacionalistas en el escaparate soñado del identitarismo vasco. Un mal menor comparado con lo que hubiese sido la etapa inicial ciclista en la gerundense patria chica del eximio exiliado Puigdemont (¿Cuándo demonios le caducará el pasaporte, por cierto?).
Cuestionario maldito a Feijóo:
¿De pueblo? – De aldea.
¿Rajoy? -Brey.
¿Casado? -Mejor divorciada: como mi mujer.
¿Cuántos ministerios de menos? -Las mismas Secretarías de estado de más.
¿Triunfó en El Hormiguero? – Le hice al abrazo del oso hormiguero porque me fijé mucho en el programa del día anterior.
¿Julio Iglesias? -Le encanta España, como a mí.
¿Abascal de vice? – Mi palabra vale tanto como la de Guardiola.
¿Por qué una mujer de vice? – Por tradición.
¿Existe la violencia machista estructural? – Eso lo dirá usted.
¿Qué cambios haría en Moncloa? – Lluvia artificial en los jardines.
¿Sabrá presidir la UE? -Yo también soy bilingüe.
¿Qué libros recomendaría? – El clarividente Justicia Poética y Defensa de la mujer, de mi tocayo.