El estado fallido de las 'banlieues'
«La batalla campal de estos días ya tiene un ganador en las encuestas. Marine Le Pen, que pidió ‘restaurar el orden en Francia’, es la líder mejor valorada»
No todo el mundo que ha vivido en los suburbios de las grandes ciudades francesas es un delincuente por haber nacido en una familia inmigrante y de pocos recursos. Que se lo digan a los hijos de miles de españoles cuyas familias migraron a Francia durante el franquismo, trabajaron duro, vivieron en extrarradios en los que no había instalaciones deportivas ni bibliotecas como las actuales y no tuvieron la oportunidad de visitar ni una sola vez el centro de ciudades como París con el fin de sacar adelante a sus familias.
Las ayudas estatales a estos barrios de la periferia francesa son mucho mayores que antaño, pero eso no impide la violencia banal y gratuita de estos días frente a aquello que representa el Estado: ayuntamientos, bibliotecas, escuelas o comisarías. Un Estado que es la única autoridad que parecen tener esa gran cantidad de menores de edad, hasta un 30% de los alborotadores que estos días han salido a las calles francesas a practicar el pillaje y la delincuencia ante la inacción de sus familias.
Una violencia cuyo origen está en el disparo de la policía francesa al joven Nahuel, que se saltó con un coche un control policial. El adolescente de 17 años de origen argelino no era la primera vez que se saltaba un control, en 2021 lo hizo en cinco ocasiones y debía comparecer ante un tribunal de menores en septiembre. El año pasado, trece personas murieron en Francia al no detenerse en los controles de tráfico, frente a las siete que lo hicieron en 2021, unos por disparos de la policía y otros por accidentes mientras huían de las persecuciones. La ley de 2017 que flexibilizó el uso policial de las armas de fuego podría haber influido en esa estadística.
La extrema izquierda de la Francia Insumisa de Melenchon y los Verdes de Tondelier acusaron a los agentes del orden de racismo institucional y de americanización en su modo de actuar. El silencio inicial ante los disturbios junto al resto de sus socios de la NUPES (Nueva Unión Popular, Ecológica y Social), mientras Francia ardía, ha sido ensordecedor. El momento Floyd de la extrema izquierda ha pasado factura a sus líderes en las encuestas.
«La religión musulmana se ha convertido en un elemento identitario mayor que el del republicanismo»
Este tipo de incidentes explosivos no son nuevos en la periferia de las grandes ciudades francesas, en 2005 la muerte de dos adolescentes en Clichy-sous-Bois, mientras huían de la policía, provocó tres semanas de protestas. Lo recursos económicos escasos, el desempleo y, sobre todo, la falta de autoridad familiar, escolar o institucional contribuyen a la formación de bandas, cada vez más vinculadas con el narcotráfico que llega a ser más lucrativo que cualquier otro tipo de empleo. Unos barrios que compiten entre sí por el premio de cuál es el más violento, sobre todo, gracias a las imágenes que fluyen a gran velocidad en las redes sociales.
Sin embargo, explicar todo el problema de las banlieues con argumentos sociales de fracaso escolar, paro y discriminación, no llega al fondo del problema. Francia ha fracasado a la hora de integrar a la inmigración de origen magrebí y subsahariana. La religión musulmana se ha convertido en un elemento identitario mayor que el del republicanismo, de ahí que muchos jóvenes de la periferia no se consideren como nacionales franceses, pese a nacer en Francia.
Los barrios periféricos son guetos de inseguridad donde campa el tráfico ilegal y la violencia, sin que la policía se atreva a entrar en los mismos. Son estados fallidos dentro del Estado francés, que ha fracasado en su intento restablecer el orden republicano. Ante este choque social, Macron ha preferido mantener la prudencia y restaurar el orden con las fuerzas especiales sin demonizar a los habitantes del extrarradio de las ciudades.
Sin embargo, la batalla campal de estos días ya tiene un ganador en las encuestas. La extrema derecha de Marine Le Pen, que pidió «restaurar el orden en Francia», es la líder mejor valorada por los franceses con sus políticas de línea dura contra el crimen y la inmigración. A su favor también reman los sondeos de Ifop que demuestran que el 57% de los franceses confía en la policía, mientras que el 69% apoyó un estado de emergencia para poner fin a los disturbios, en línea con lo que pedía Agrupación Nacional. La ultraderecha de Le Pen recauda 800.000 euros para el policía que mató a Nahel, la familia del adolescente solo recogió 100.000 euros. Dos caras de Francia que necesitan encontrarse, si no quieren volver al campo de batalla.