Las ideas económicas importan
«El centro-derecha debe olvidarse de tics socialdemócratas, porque su base social no quiere eso, sino un retorno a las políticas liberal-conservadoras»
Hace algunas semanas escribía yo en THE OBJECTIVE un artículo titulado La política económica que necesita España, donde resaltaba la importancia de la política económica y cuáles eran, a mi juicio, las directrices que la experiencia contrastada mostraba que obtenían mejores resultados. En todo ello es obvio que subyacía el hecho de que las ideas económicas tienen importancia, que las ideas económicas, en definitiva, importan.
Tras la celebración de las elecciones generales, puede haber habido un conjunto de motivos por los que el resultado del centro-derecha ha quedado por debajo de las expectativas, pero en este artículo me ceñiré al posible problema que se ha dado en materia económica. Ahora bien, una cosa es que no se hayan alcanzado las expectativas y otra muy distinta es que se quiera ocultar que Feijóo ha ganado claramente las elecciones y que debe respetarse la tradición existente hasta que llegó Sánchez y, por tanto, el presidente del Partido Popular debe ser investido presidente del Gobierno.
En cuanto a las cuestiones a mejorar en materia económica, en primer lugar, en la campaña no se le ha dado a la economía la importancia que tiene. Es cierto que puede resultar una materia árida para muchos ciudadanos, que no es fácil y que no siempre se entiende, pero no hay que olvidar que afecta directamente a la vida de todos los ciudadanos, que algunas cosas se pueden explicar fácilmente, como el precio de la compra que puede hacer cada semana cualquier familia y que, además, es el punto fuerte del centro-derecha: la gestión económica, como reconocen, incluso, personas de izquierdas. Por eso, no incidir suficientemente en la economía en la campaña es un error del que el centro-derecha tiene que aprender, para poner remedio de cara a sucesivas convocatorias electorales.
En segundo lugar, el centro-derecha no puede competir con la izquierda por ver quién ofrece la promesa de gasto más irrealizable, menos ortodoxa y que genere más déficit estructural. Así, por ejemplo, no tiene ningún sentido querer subir el salario mínimo interprofesional en pugna con las propuestas de la izquierda, porque es un sinsentido. El salario mínimo es un elemento artificial que distorsiona el mercado, que encarece la contratación y, por tanto, la pone en riesgo, que incrementa los precios y que incentiva la economía sumergida, elemento que hay que erradicar y que, sin embargo, decisiones como ésa impulsan. Además, no se puede hablar de un salario mínimo nacional, porque a lo mejor, por ejemplo, en Madrid no tiene efecto negativo, ya que el salario medio está por encima de dicho salario mínimo, pero en otros lugares con menor riqueza puede suponer una barrera insalvable para las empresas desde el punto de vista de sus costes. El salario mínimo merma la productividad, de la que está la economía española tan necesitada.
«Las pensiones hay que sacarlas del juego político y proponer medidas que persigan su viabilidad»
Del mismo modo, las pensiones no se pueden revalorizar con el IPC, porque es matemáticamente insostenible. Las pensiones hay que sacarlas fuera del juego político, tratar su reforma en el marco del Pacto de Toledo y proponer medidas que persigan su viabilidad, no que las pongan en riesgo, como la reforma Sánchez-Escrivá. La reforma que realizó el PP en el período de Gobierno de Mariano Rajoy era, probablemente, insuficiente, pero un buen primer punto de partida, con la introducción del factor de sostenibilidad -que vinculaba las pensiones con la demografía-, que Sánchez voló por los aires. Igualmente, aplicaba un factor de revalorización desligado del IPC, donde influía la situación de las cuentas de la Seguridad social, con un suelo del 0,25%, de manera que algo se revalorizarían siempre, y un techo del IPC+0,25%.
Por otra parte, no se debe caer en el juego de la izquierda de que hay unos impuestos buenos y otros impuestos malos, o, mejor dicho, que no pasa nada por gravar más a lo que la izquierda llama ricos, que terminan siendo las clases medias. España no puede permitirse una asfixia tributaria mayor, sino que necesita una política de bajada de impuestos importante.
Es decir, el centro-derecha debe olvidarse de tics socialdemócratas, porque su base social no quiere eso, sino un retorno a las políticas liberal-conservadoras que se desterraron en Elche y que cuando se aplicaron en España demostraron ser el asombro del mundo.
Por supuesto, y mirando al otro partido de ese espectro ideológico, no se puede ser proteccionista, pues sólo empobrece, ni deben presentarse bajadas importantes de impuestos sin acompañarlo de un ajuste paralelo del gasto, porque, si no, no será creíble y puede desembocar en un fracaso como el de Truss en el Reino Unido si se asume que irá financiado con deuda.
«La reunificación del centro-derecha la que debe liderar Alberto Núñez Feijóo, clarísimo ganador de las elecciones»
Es tiempo de que el centro-derecha asuma que tiene unas ideas claras en materia económica, contrastadas con éxito en el pasado, que son las liberal-conservadoras, cuyos resultados son muy superiores a las más publicitadas por la izquierda. Aquel abandono de esas ideas fue lo que produjo la fragmentación del centro-derecha, que es imprescindible unir de nuevo, para poder tener posibilidades de victoria.
Esa reunificación del centro-derecha es la que debe liderar Alberto Núñez Feijóo, clarísimo ganador de las elecciones, aunque no haya alcanzado la mayoría absoluta. Ha subido casi 50 escaños, ha sacado alrededor de 15 diputados al segundo, Sánchez; ha ganado en la práctica totalidad de circunscripciones y ha alcanzado la mayoría absoluta en el Senado. Todo ello, además, en escaso año y medio desde que llegó a la presidencia del Partido Popular y a la primera, sufriendo, adicionalmente, duros e injustos ataques a izquierda y derecha. Aunque Sánchez y su coalición tenebrosa para España traten de hacer ver que han ganado, no es así: han sido derrotados de manera clara, ha ganado Feijóo al frente del PP y lo lógico es que fuese investido presidente del Gobierno, como siempre ha sucedido con todos los ganadores de las elecciones generales hasta que Sánchez llegó a escena.
Una cosa es que, como en toda campaña y como toda persona, pueda haber habido algunos errores -somos humanos- y otra es que Feijóo no sea el claro vencedor, el líder del PP y quien debería formar gobierno. Si Sánchez al final se alía de nuevo con todo lo que conforma Frankenstein -independentistas, comunistas y extrema izquierda, el antiguo brazo político de la banda asesina ETA y, ahora, también, el prófugo de la Justicia- y lo impide, en las siguientes elecciones Feijóo podrá alcanzar esa mayoría absoluta, puliendo la firmeza de las ideas económicas y dando estabilidad a España. Toca ahora, pero de Sánchez poco sentido de Estado se puede esperar.