La coherencia de Meloni
«En España a las parejas que acuden a la gestación por sustitución en el extranjero se las zahiere en una ventanilla y se les extiende la prestación por hijo en otra»
Ocurrió en España a finales de la década de los 70 y los inicios de los 80, en plena transición (o mejor dicho, cuando aún el franquismo no había terminado si nos atenemos a la Disposición Adicional 16ª de la Ley de Memoria Democrática): las mujeres españolas acudían a abortar a Londres o a Ámsterdam pues aún era delito en España, y a la vuelta se encontraban con un procesamiento ante la justicia penal española. El hecho de que el comportamiento hubiera tenido lugar en una jurisdicción donde no constituía delito se sorteaba mediante una muy extravagante interpretación de la norma española que permitía esa persecución cuando la víctima del delito era «española». ¿Podía considerarse el feto abortado un «español»? Parecía difícil puesto que la nacionalidad es un requisito de la personalidad y los fetos, hasta tanto no nazcan, no son personas. No hay problema, vino a decir el Tribunal Supremo.
Ahí tenemos ese vestigio del derecho romano inserto en el Código Civil que reza: «… el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean favorables» (artículo 29). Ser español es un efecto favorable, ergo se ha cometido un delito contra un español perseguible en España. Uno de esos silogismos judiciales que tanto gustan a mi vecino de tribuna, y sagaz jurista, Alejandro Molina, y que pende de esa premisa tan discutible, si no directamente ridícula, como que «ser español sea un efecto favorable»… Especialmente en estos días, pensará más de uno… Yo, para empezar.
Pero no, no era esto a lo que venía yo hoy aquí sino a constatar que una reforma legal, la ya conocida como Ley Varchi, acaba de ser aprobada con el impulso de la primera ministra italiana Giorgia Meloni, permitiendo la extraterritorialidad de la ley penal italiana para castigar penalmente la gestación por sustitución que se hubiera producido en cualquier lugar del mundo. Los italianos que recurran a dicho procedimiento en países donde sí está permitida —y son legión, puesto que en Italia la gestación por sustitución está prohibida— se enfrentarán a penas de hasta dos años de cárcel y fortísimas multas. Con su decisión, como con la jurisprudencia del Tribunal Supremo español en materia de aborto a comienzos de los 80 del siglo pasado, Italia se erige en un baluarte de la lucha contra el «turismo de la maternidad subrogada».
«Mayormente fueron diputadas, quienes se mostraron a favor de la aprobación de esta norma»
Es el precio de ser consecuente, qué quieren que les diga, de tomarse en serio los principios que se abrazan con fervor y fe. Si tienen curiosidad atiendan a los argumentos y soflamas de las diputadas, mayormente fueron diputadas, que se mostraron a favor de la aprobación de esta norma durante el debate parlamentario: «explotación reproductiva», «venta de niños», «esclavitud»… «no hay gestación por sustitución altruista». Ya los conocen bien pues son exactamente los que emplean aquí muchos de nuestros más acendrados progresistas para denunciar los «vientres de alquiler». Por supuesto es pura alharaca, bravuconada de saldo para la parroquia o el hilo de Twitter, contorsión y perfilato cuando llega la hora de disponer del BOE; lo habitual en este suelo patrio nuestro donde ya todo es impostura y autoseñalamiento virtuoso sin que los fundamentos, los principios, la solidez de los argumentos y las cadenas de validez y razonabilidad importen apenas.
En España, a las parejas que recurren a la gestación por sustitución en el extranjero se las zahiere en una ventanilla y se les extiende la prestación por nacimiento y cuidado de hijo en otra. Y, por supuesto, regular la gestación por sustitución para poner orden en este desaguisado ibérico, lejos de constituir un avanceprogresistaenderechoshumanoslgtbiq+ (dígase así, del tirón) es, para la mayoría más vociferante, una intolerableregresióncontralosderechoshumanosdelasmujeres (ídem). Qué buenas razones nos lleven a decir lo segundo y no lo primero; qué coherencia mantenemos si nos fijamos en otras prácticas que sí amparamos o intuiciones que albergamos en torno a la familia y la reproducción, a las reglas que deben disciplinarla, o cuán bien cohonesta esa denuncia de la gestación por sustitución con la invocada soberanía de las mujeres sobre su cuerpo para abortar o quedarse embarazadas, o la general apelación a nuestra autonomía corporal para donar órganos; todo eso, en el fondo, parece dar igual.
Lo importante, como para casi todo y casi siempre, es no parecer de derechas; y no digamos ya ser asociable al fascismo meloniano. Aunque tenga, a juicio de uno, razón. Tiempo ha que no es verdad que la verdad puede ser dicha por el porquero de Agamenón. Y así nos va y seguirá yendo.