PNV, ese falso amigo leal
«Incluso si los de Ortuzar jurasen su voto a la investidura de Feijóo, nadie puede poner la mano en el fuego porque no traicionarán su palabra si les interesa»
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar. | Europa Press
El PP se empeña en buscar en el PNV un amigo o un socio de interés. Los populares piensan que al pulular ambas formaciones en el universo conservador pueden llegar a acuerdos estables. Además, el PP siempre ha considerado que la lealtad de todo nacionalista tiene un precio más económico que político, y se puede pagar. Esto diferencia al Partido Popular del PSOE, que para congraciarse con la monomanía nacionalista parte de las concesiones de lenguaje y marcos mentales, y luego otorga gracias políticas.
Pero el nacionalismo vasco es cualquier cosa menos fiable. Lo sabe bien Rajoy, a quien el PNV traicionó en la moción de censura de Pedro Sánchez minutos después de asegurar su fidelidad. Esa puñalada debería haber servido para que el PP actual supiera a qué atenerse. Incluso si los de Ortuzar jurasen su voto a la investidura de Feijóo, nadie puede poner la mano en el fuego porque no traicionarán su palabra si les interesa.
El ascenso de Bildu gracias a su maridaje con Sánchez y la subida del PSE-EE en la Comunidad Vasca hicieron creer a los populares que el PNV se acercaría a ellos para evitar el desalojo. Quizá no han visto que Geroa Bai, su extensión foral, está pactando con el PSN y los podemitas el gobierno de Navarra. Del mismo modo, y si hace falta, el PNV pactará con los socialistas vascos e incluso con Bildu el gobierno de Vitoria. Esto tendrá su reflejo en las alianzas en el Congreso de los Diputados.
En todo este embrollo, el apestado es el PP, el enemigo común al que separar de las instituciones. Y más ahora, que la izquierda ha vendido que Feijóo solo puede ir del brazo de Vox, la gran bestia negra de todos los nacionalistas y del mundo progre. Ya lo dijo el PNV: donde esté Vox no estarán ellos.
«Tiene gracia lo de parar el fascismo, porque el PNV de Vizcaya estuvo en las negociaciones para el golpe del 18 de julio de 1936»
El escenario para ese concierto ya lo están montando. Casi el mismo día que Ortuzar se negaba a admitir que el PNV había sacado sus peores resultados electorales en el País Vasco este 23-J, se atribuía haber «arruinado» las posibilidades de Feijóo. Habían detenido el fascismo en el Estado español una vez más, dijo el mundo nacionalista.
Tiene gracia lo de parar el fascismo, porque el PNV de Vizcaya estuvo en las negociaciones para el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Un tal Telesforo Monzón, que luego militó en Batasuna. Sí, el mismo PNV que tras dejarse comprar por Indalecio Prieto, que les prometió el Estatuto si traicionaban a los golpistas, apuñaló a la República buscando una paz por separado hablando con Franco, Mola y Mussolini. Es ese PNV que se rindió en Santoña al fascismo italiano sin disparar un tiro, en 1937, y pidió fingir una derrota militar para evitar el escarnio.
La autocrítica de Ortuzar da muchas pistas sobre el camino que van a emprender, que encaja perfectamente con la trayectoria de su partido. El problema, dijo, era que los electores vascos no les habían votado porque los ven como meros gestores de la autonomía, que es un techo de autogobierno. Era el momento de romper dicho techo e ir más allá, como Bildu. En suma, que van a intentar la resurrección electoral y ganar peso político endureciendo sus exigencias soberanistas. Y el gran facilitador en esa nueva etapa será Pedro Sánchez.
Lo dijo Manuel Azaña: al PNV no le interesa la monarquía ni la república o la democracia, sino la independencia de su terruño. Y no les saques de ahí. Los nacionalistas vascos se sienten portavoces de los «derechos históricos» de un pueblo inmemorial con una soberanía originaria, distinta a la española, que puede cambiar a placer y de forma autónoma su situación constitucional. Con esta mentalidad, ¿cómo considerar al PNV un socio fiable?
