Seamos alemanes
«Feijóo y Sánchez demostrarían una valentía que les haría pasar a la historia de la democracia si fueran capaces de alcanzar una ‘Große Koalition’ a la española»
Espectáculos deplorables como los cánticos del «No pasarán» en la sede del Partido Socialista, o del «Que te vote Txapote» en la calle Génova de Madrid la noche del 23-J muestran la dificultad de superar la división del país, pese a que los españoles han votado por un menor extremismo.
La alternancia de gobiernos socialistas y populares permitieron superar la transición de la dictadura a la democracia en nuestro país. Sin embargo, fue el independentismo y el sectarismo de la izquierda más radical quienes dieron lugar al nacimiento de Vox, devolviéndonos de nuevo a la trinchera guerracivilista que nadie parece capaz de soterrar. Además, el Gobierno de Sánchez se ha preocupado sobremanera de resucitar el franquismo durante su mandato y de advertir del regreso del fascismo en campaña electoral en lugar de rebajar tensiones y buscar líneas de encuentro.
En los medios europeos se han hecho eco de esa estrategia populista y solo se critica a la extrema derecha con portadas como la del Guardian Weekly en la que un águila fascista proyecta una sombra sobre la bandera de España y en otros medios donde se habla del freno a una vuelta del franquismo tras los resultados electorales. En cambio, de la extrema izquierda no hay rastro de crítica en la prensa europea pese a que el Parlamento Europeo igualó al totalitarismo fascista y comunista en una resolución del año 2019. Y qué decir del independentismo catalán que pasa sin pena ni gloria en el espectro mediático europeo pese a ser el artífice del ascenso de Vox y de una de las mayores crisis de la democracia española tras el golpe de Estado del 23-F.
Bruselas sigue el juego a Sánchez y se muestra miope cuando solo señala al partido de Abascal como el problema más grave de España. En estos momentos hay otros ultras que pueden hacer más daño a la UE como son los independentistas de Junts en cuyas manos está la gobernabilidad de España. La memoria es muy corta y parecen haber olvidado las tensiones secesionistas en Cataluña y su reverberación a diario en las ruedas de prensa de la Comisión Europea o los quebraderos de cabeza en Estrasburgo con la inviolabilidad parlamentaria de Puigdemont y compañía. El populismo independentista que considera superiores a los catalanes por haber nacido en una parte del territorio español, a sus empresarios más capaces o a sus ciudadanos más modernos y trendys frente a la caspa de la meseta castellana y el sur subvencionado, vago y lleno de toreros; puede abrir la caja de Pandora secesionista en la UE y ya sabemos las consecuencias negativas que conlleva.
«Que la cuarta economía europea quede a merced de Junts no genera estabilidad ni para España ni para Bruselas»
En Bruselas existe el temor a que haya más gobiernos de ultraderecha como el de Hungría, República Checa e Italia, tras el triunfo de Meloni; avances como en Suecia y Finlandia, donde forman parte del gobierno; y expectativas de repetir triunfo electoral en Polonia o de sacar unos buenos resultados en Holanda. De ahí que el descenso de Vox en España suponga una buena noticia para una UE que quiere avanzar en la transición climática y cerrar el nuevo pacto migratorio. Si añadimos, que el líder del Partido Popular Europeo (PPE), Manfred Weber, quiere mantener la supremacía del PPE en las instituciones a costa de atraer a su lado a parte de la extrema derecha europea, no es de extrañar el alivio que sienten en Europa ante la derrota de Vox, sobre todo, cuando el sector más radical la ultraderecha ha hecho méritos suficientes para que la preocupación aumente.
Pero eso no significa que un gobierno con el independentismo de Puigdemont en España pueda traer mejores consecuencias para la UE. Que la cuarta economía europea quede a merced de Junts no genera estabilidad y certidumbre ni para España ni para Bruselas. La alegría de desprenderse de Vox no puede ser a costa de un gobierno de comunistas, nacionalistas e independentistas que podría pasar factura a Europa.
Los resultados electorales demuestran que es necesario ganar escaños en País Vasco y Cataluña para gobernar y que España no es franquista, pero eso no significa que no necesite mejorar su cultura política. Tics populistas como los de Feijóo cuando en su carta a Sánchez le indica «que la fuerza política ganadora en las elecciones generales es la que debe gobernar» o los de Ayuso al acusar de «anomalía» que no gobierne el partido más votado hacen un flaco favor a la democracia española. En su lugar deberían explicar que vivimos en un sistema parlamentario que no es mayoritario, nos guste más o menos, y que quien gobierna es aquel que alcanza un número suficiente de escaños y eso no siempre lo consigue el partido con más votos.
Aunque en España casi nadie apueste por una gran coalición entre populares y socialistas, no significa que sea imposible. Bruselas y los medios europeos deberían hacer más hincapié en esta idea y dar menos la tabarra con la vuelta del franquismo. Romper con ese regreso al pasado requiere de liderazgo y cesiones de ambas partes. En estos momentos, esa solución pasa por los dos grandes partidos a los que han votado la mayoría de los ciudadanos arrinconando a las tendencias más sectarias.
Feijóo y Sánchez pueden demostrar una generosidad y una valentía que les podría hacer pasar a la historia de la democracia, si fueran capaces de alcanzar una Große Koalition a la española. Para ello hay que desmitificar que no toda la derecha es facha ni toda la izquierda comunista y tender puentes entre las dos orillas con un plan acordado, como se hace en la Unión Europea donde pactan socialistas, conservadores y liberales con el fin de apartar a los extremos y antieuropeístas del gobierno. Si en Alemania y la UE es posible, por qué no en España también.