THE OBJECTIVE
Rebeca Argudo

Sobre la fruta

«Si a los niños pequeños solo les pela la fruta una madre, a un adulto solo nos pela la fruta alguien que nos quiere mucho»

Opinión
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Sobre la fruta

Una cesta con fruta. | Unsplash

Ha muerto por desnutrición una influencer vegana que solo comía fruta. Pese a mi hipocondria, respiro tranquila: estoy fuera de peligro porque no como fruta. Y no como fruta porque odio pelarla. Me parece a mí que, lo que a priori debería ser algo así como las golosinas de la naturaleza, precisan de demasiado protocolo para ser ingeridas. Vamos, que son un coñazo muy mal pensado. Excepto el plátano. Por eso solo como plátano. El plátano cuenta con un packaging perfecto, buen diseño y sencilla apertura. Además, viene en monodosis. No ensucia, no tiene hueso, la pulpa no se adhiere groseramente a la cáscara, es dulce y no chorrea. Y es muy sencillo deshacerse del envoltorio una vez se acaba. Es más, es tan chulo que, si viniese con cremallera, yo me lo guardaría para llevar dentro las llaves, el móvil y las tarjetas.  

En el extremo contrario encontraríamos a la fruta más hostil de entre todas, la que te está gritando «no me comas». La sandía te avisa ya con su sola presencia de que no te lo va a poner fácil. Todo son problemas. Para empezar, ese tamaño desmesurado es una falta de respeto. No quiero una fruta enorme que tengo que acarrear a casa como un huérfano peruano traería agua, que pesa tanto, que no me voy a comer nunca entera y con la que podría matar sin problemas a un niño de cinco años. Una fruta que, para poder ingerirla, necesitas ir armado y, aún así, es harto complicado hacerlo con dignidad.

¿Alguien ha sido capaz alguna vez de cortar y comer una sandía sin pringar algo o pringarse a sí mismo? Todo está mal en la sandía: enorme, gotea, tiene innumerables semillas diminutas que tienes que apartar (al menos el melón las tiene todas juntas en el centro) o ir sacando de la boca constantemente, o escupiéndolas (que es peor). Y siempre sobra. O lo planificas bien y comes sandía solo los domingos y en familia o acabas ocupando toda una balda de la nevera con media sandía envuelta en film transparente. 

«Lo malo del albaricoque, que es al melocotón lo que el ‘petit suisse’ al yogur, es que la dosis siempre es escasa

El melocotón estuvo cerca de ser una gran idea: un color bonito, sabor agradable, textura molona… Pero esa piel asquerosa llena de pelillos y pegada a la pulpa lo estropea todo. No quiero tocar un melocotón en la vida. El hueso tampoco lo pone fácil, con esa manía suya de no desprenderse fácilmente y que te deja siempre con la sensación de que no has terminado del todo, que siempre queda algo que chuperretear ahí. En eso, las cosas como son, le gana el albaricoque, cuyo hueso tiene la decencia de despegarse con facilidad y permite que esta se divida con facilidad en dos mitades con un pequeño giro de muñeca. Lo malo del albaricoque, que es al melocotón lo que el petit suisse al yogur, es que la dosis siempre es escasa. El albaricoque es demasiado pequeño, como pensado para una comunidad de Hobbits veganos. Al menos no lo son tanto como las cerezas, que esas sí que lo tienen todo mal: pequeñas, manchan, con hueso que se pega. No están lo suficientemente buenas como para que yo invierta tanto tiempo y esfuerzo en comerlas. Para echar el rato así prefiero las pipas. 

El que es un inventazo es el persimon. El persimon es la versión evolucionada del caqui: tiene lo mejor de él (su sabor) pero sin lo peor (esa textura insufrible de moco gigante). Firme y duro, como una buena manzana, pero sin ser tan aburrido como esta. Porque reconozcamos que la manzana es, probablemente, la fruta más aburrida del planeta. Excepto la granny smith y la pink lady. Los nombres de las manzanas también molan. Yo creo que los pone el mismo que denomina a las operaciones policiales. 

Por todo esto solo como fruta si me la pelan. Como los niños pequeños. Y si a los niños pequeños solo les pela la fruta una madre, a un adulto solo nos pela la fruta alguien que nos quiere mucho. Así que si quieres saber si alguien te quiere, si te quiere de verdad, dale un mango. Si te pela un mango es que te quiere

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