THE OBJECTIVE
Jorge Freire

Alubias en agosto

«A las personas sensibles esto del verano nos parece una cosa abyecta. No me refiero a los campos pelados, sino a los tatus a la vista y a las canillas peludas»

Opinión
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Alubias en agosto

Los jóvenes utilizan sudadera a pesar del sol o las temperaturas | Unsplash

Signo de los tiempos: la chavalada se viste en verano como si fuera invierno. Es la queja más escuchada entre los boomers. Cae el sol a plomo, arrecia la tercera ola, que revienta los mercurios y funde los caletres, y nuestros adolescentes se pasean con sudaderas gruesas, de esas que tienen capuchas con pelo sintético como las que lleva Kanye West. La cosa, que tiene su enjundia, permite una reflexión.

El calor se combate con más calor. Por eso el tuareg en el desierto se echa al coleto vasitos de té caliente. La única forma de soportar las inclemencias del lorenzo es entregarse a ellas. ¿Que estamos más calientes que las chimeneas del Titanic? Pues obremos en consecuencia. Visitemos playas atestadas de turistas, apuntémonos al macrofestival y, en resumidas cuentas, aglomerémonos en masa. 

«Los héroes no llevan capa, sino calzones de esparto»

Hay un punto de desacato en esto de llevar sudadera en pleno estío. En mi hambre mando yo, dejó dicho el jornalero; y también, añadimos nosotros, en el líquido cefalorraquídeo que exudo a borbotones. Uno se acuerda del pianista Glenn Gould soportando la canícula con el abrigo de invierno, bufanda y guantes incluidos. O de Liam Gallagher, cuya oligofrenia rayana en la genialidad lo lleva a pasearse en verano con la parka abotonada. O de cualquiera de esos heavys que no se quitan el abrigo de cuero y las botas militares ni para dormir. Los héroes no llevan capa, sino calzones de esparto. 

A las personas sensibles esto del verano nos parece una cosa abyecta. No me refiero a los campos pelados o a los rastrojos que se queman, que también, sino a los tatus a la vista y a las canillas peludas. Sobra decir que, a diferencia de los héroes previamente citados, soy el primero en calzarme las chanclas y las bermudas y marchar a hacer el dominguero por el mundo. Pero me honra reconocer que hay algún que otro gesto de renuncia que todavía mantengo.

Celebré la llegada de las vacaciones zampándome unas alubias de Tolosa. El trayecto hasta el bar Fresno, mi figoncete de referencia, fue arduo: el cemento parecía ablandarse como un camembert y el aire abofeteaba con una toalla caliente. Pero en cuanto senté las posaderas todo se volvió fácil. De repente, lo entendí todo. Lo pesado se combate con lo pesado. Alubias en agosto, ¡marchando!

Y cuando caiga la hoja ya gozaremos entonando aquellos versos de Pessoa, vestido de Ricardo Reis: Señor, ya es hora. Fue muy largo el verano. / Lanza sobre el reloj de sol tu sombra / y suelta el viento por los campos. Hasta entonces, disfruten del verano sufriéndolo con intensidad.

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