Sánchez prolonga la infamia, Feijóo despierta de su sueño
«Sería una pérdida de tiempo someter a España a una sesión de investidura del líder popular, pues desde este jueves ya sabemos quién tiene los votos necesarios»
La sesión con la que el Congreso de los Diputados ha iniciado la legislatura ha despejado todas las dudas, por si alguien aún las tenía. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuenta con todas las papeletas para resultar reelegido, pues mantiene más viva que nunca su alianza con todos los que desean acabar con España tal y como la conocemos hoy.
La elección de Francina Armengol como presidenta del Congreso de los Diputados en primera votación, con 178 síes, demuestra la enorme capacidad del PSOE de mantener unido el bloque del Frankenstein, ahora reforzado con la incorporación del partido de Carles Puigdemont. Aunque hubo mucho teatrillo los días previos, al final se ha impuesto la lógica: los independentistas saben que tienen una ocasión de oro para lograr sus objetivos. No sólo son decisivos como nunca antes en la historia de España, sino que cuentan con un presidente del Gobierno dispuesto a servirles en bandeja todo lo que pidan, como se ha visto durante los últimos cinco años.
Las cuatro cesiones
Para elegir a Armengol, unos y otros han contado que el Gobierno ha cedido en varias cuestiones. Lo primero que se hará es, saltándose las reglas por enésima vez, permitir que tanto Junts como Esquerra Republicana (ERC) puedan tener grupo parlamentario propio en el Congreso, lo que les dará importantes beneficios en términos de dinero y visibilidad. Lo segundo será poner en marcha la maquinaria para que se puedan usar en la Cámara Baja lenguas distintas al castellano, y solicitar a las instituciones europeas que hagan lo mismo (esto último es un brindis al sol de muy improbable obtención).
Luego están dos temas mucho más sensibles. De un lado, según dicen los de Puigdemont, el Gobierno se aviene a permitir que se investigue en el Congreso el ‘caso Pegasus’, que tiene que ver con el supuesto espionaje de los teléfonos móviles de diferentes altos cargos catalanes, y el atentado de las Ramblas. Aunque nunca está de más que se investiguen las cosas, la experiencia demuestra que lo único que se pretende con esta iniciativa es echar mierda sobre los servicios de inteligencia españoles, a los que los ‘indepes’ más recalcitrantes ven detrás de esos dos hechos. Y resulta gravísimo que un partido como el PSOE se sume a ello y encima apoye que se pueda alentar desde el Congreso una supuesta teoría de la conspiración según la cual el atentado de raíz islamista de agosto de 2017 fue organizado por el Estado.
Y finalmente está la cesión más importante. Según ERC, el Gobierno se ha comprometido a «desjudicializar» por completo el supuesto conflicto entre Cataluña y el resto de España. A pesar de la vaguedad del término, que nadie se engañe: eso no significa otra cosa más que buscar la forma de librar de los tribunales a los 4.000 independentistas que aún tienen que responder ante la Justicia por el golpe de octubre de 2017.
Visto lo visto, no hay margen para la duda. Sánchez podrá renovar como presidente salvo sorpresa mayúscula. A cambio, buscará las vías jurídicas necesarias para poner en marcha las dos grandes demandas del independentismo: amnistía y referéndum. Lo llamarán de otra manera, por supuesto, pero lo veremos. Los palmeros del presidente nos dirán ahora que no, que eso no está acordado, que eso no se ha cedido, que el pacto es «muy barato» porque esas demandas no están incluidas. Milongas, señores. No pretendan vendernos burras. Ya tenemos suficiente experiencia y no somos memos.
Seamos claros: la amnistía significa asumir que la España anterior a Sánchez no era democrática. Y eso es un disparate, se mire por donde se mire
Al igual que en su día algunos dijimos antes que nadie que iba a haber indultos para los líderes del procés, ahora ya sabemos lo que va a pasar, porque Sánchez ha demostrado sobradamente que es capaz de liderar el desarme del Estado con tal de seguir en la Presidencia del Gobierno. La infamia, pues, va a continuar. Y ello va a ser posible porque así lo han querido los ciudadanos con su voto en las urnas el 23-J y porque, lamentablemente, España tiene al frente a un piloto suicida.
Un piloto que además cuenta con numerosos cómplices, en su partido y fuera de él, y que es jaleado sin pudor por un coro de lacayos mediáticos que llevan días preparando el terreno y tratando de convencernos como si fuéramos estúpidos de que Puigdemont es un estadista y de que la amnistía es posible. Seamos claros: la amnistía significa asumir que la España anterior a Sánchez no era democrática. Y eso es un disparate, se mire por donde se mire.
El ridículo del PP
Al mismo tiempo, la votación de este jueves en el Congreso de los Diputados deja una importante víctima: Alberto Núñez Feijóo. La contundente victoria de Armengol, con mayoría absoluta en primera votación, deja en ridículo al Partido Popular, incapaz de lograr siquiera que Vox apoyase a Cuca Gamarra para presidir la cámara.
Los hechos son tozudos. Sánchez ha demostrado muchísima más habilidad para sumar apoyos. Es verdad que ello sucede porque carece de los escrúpulos de Feijóo, pero no conviene hacerse trampas al solitario: la votación de este jueves es un importantísimo varapalo para el PP y despierta de su sueño al líder popular, cuyo plan pasaba por intentar ir primero a una investidura para desnudar al PSOE y poner en marcha el reloj de una repetición electoral confiando en el imprevisible Puigdemont.
Que el Gobierno más nefasto de la historia vaya a seguir en el poder demuestra dos cosas: que su presidente es un genio del trilerismo y que la oposición no está a la altura que España necesita
Pero la realidad es la que es. Feijóo ganó las elecciones con claridad, cierto, pero ha quedado demostrado en el Congreso que Sánchez cuenta con mayoría absoluta para seguir en La Moncloa. Sería una pérdida de tiempo someter a España a una sesión de investidura del líder popular, pues ya sabemos que no puede salir adelante por falta de apoyos, porque hasta el Partido Nacionalista Vasco, supuestamente tan amigo de Feijóo, se ha colocado sin complejos en el bando de Sánchez.
El Rey no tiene otra elección más que encargar la investidura al actual presidente del Gobierno, pues acaba de confirmarse que tiene la suficiente capacidad para lograr los apoyos necesarios. Y el PP no, por mucho que ingenuamente fantasee con ello. Por eso los populares no pueden poner al monarca en un compromiso que desgaste su figura. La democracia española se basa en un sistema parlamentario y la aritmética es terca. El PP ganó las elecciones, pero va a perder el Gobierno porque no tiene 176 votos en el Congreso.
Cuanto antes asuman la realidad los populares, mejor para todos. Ha llegado el momento de que hagan una reflexión profunda acerca de los errores que han conducido hasta aquí y, por supuesto, deben rodar cabezas. Que el Gobierno más nefasto de la historia vaya a seguir en el poder demuestra dos cosas: que su presidente es un genio del trilerismo y que la oposición no está a la altura que España necesita. Por eso es importante que el PP se recomponga pronto de este golpe: la cantidad de infamias que se avecinan requerirán enormes dosis de inteligencia, unidad y contundencia.