THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

Pepecomplejines

«Génova tiene un miedo atroz a que le llamen cosas, mientras el PSOE negocia con un prófugo de la justicia que lleva años descojonándose de los españoles»

Opinión
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Pepecomplejines

Alberto Núñez Feijóo.

De todas las cosas que el PP podría aprender de Pedro Sánchez, la más importante, la útil, la que deja de verdad un toque de superioridad, es la falta de complejos que tiene para jugar a la política, en general. No se trata de hacerse el digno, en plan, líneas rojas, ni mucho menos vislumbrar algún tipo de límite que se base en ideales que tuvo alguna vez. Si los tiene, le importan un pepino para gazpacho, pero todo ese embrollo de la ultraderecha y la derecha extrema ha noqueado a un Partido Popular que se mueve entre la ambigüedad y el miedo de ser tachados de todo lo que quiera Pedro Sánchez.

Podría decirse que lo de la Mesa del Congreso es una forma de contentar a los del PNV, pero la realidad es otra: Génova tiene un miedo atroz a que le llamen cosas, un complejo que pesa demasiado por el pavor que les provoca que algunos editoriales y presentadores de la caja tonta le digan que son aliados de Vox. Mientras esto sucede, el PSOE sabe negociar con un prófugo de la justicia que lleva años descojonándose de risa de los españoles, con partidos que quieren romper España, y con los herederos de las pistolas, mientras Génova es aquella gente que tiene miedo a todo lo que sea pronunciarse en algo. No vaya a ser que no le dejen jugar. 

El nivel de ridículo de este PP no tiene límites. Va a pasarle como le ocurrió a Inés Arrimadas, que, ganando unas elecciones tuvo menos futuro de gobernar que Pedro Pico y Pico Vena de volverse notarios, pero la cantidad de complejos que manejan y ese no saber moverse por el foro sin pensar, ay qué dirán, va a terminar por enterrar al Partido Popular de Feijoo—sin tilde—, que se ha pasado de gallego. Es la más fea del baile, nadie quiere acercarse a ellos, ni bailar, ni mirarla a la cara, ni mucho menos montar un gobierno por muchas elecciones ganadas, pues encarnan una especie de rechazo hasta con ellos mismos difícil de superar. 

En el colegio había un chico, Miguel se llamaba, que siempre llevaba balón. Recuerdo muy bien cómo era el dueño de la felicidad de muchos a la hora del recreo. El tío, que no era ni el más simpático ni el más gracioso, tenía la fortuna de tener unos padres que siempre le colocaban una pelota en los brazos al dejarle por las mañanas. Durante las dos primeras horas de clase, muchos de nosotros le rogábamos que nos dejara jugar a la hora del recreo, y Miguel se pasaba la mañana valorando las generosidades y chanzas recibidas por el resto de compañeros.

A medida que iba pasando el día, Miguel incluso cambiaba de opinión respecto a los participantes, pues al principio decía siempre que sí y a medida que los chicos que jugaban mejor se iban sumando a las peticiones, el cupo dejaba fuera a los que no teníamos tanto control con la pelota y el tiro por la escuadra. Cuando nos sacaba de la lista definitiva, el bueno de Miguel siempre ponía una excusa inverosímil, como que el cupo estaba cerrado y que el partido de esa semana se haría por turnos, pero que en mi caso, tocaba en el segundo. Lo de los turnos era una forma de decirte que no quería verte la cara. Así como de decirte de todo diciéndote nada. 

Algo parecido le pasa a Feijoo con estas elecciones y sus resultados. Claramente va para el segundo turno, porque Sánchez, como bien dijo la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ha ido de vacaciones con todo atado, y los miembros del Partido Popular se han quedado de lado viendo cómo pasan las negociaciones de ellos, pues no van a jugar en este partido ni el siguiente porque nadie se fía de ellos.

Y eso le pasa por tener más complejos que el cabroncete de Miguel eligiendo compañeros de equipo en el patio del colegio. Lo del Rey tiene muchas más miga de lo que aparenta. Va a tener que pedirle a Pedro Sánchez que forme gobierno con todos esos partidos que, como dijo su vicepresidenta, pertenecen a un país de países, con más republicanos que partidarios suyos, y sobre todo, con un presidente del Gobierno que ha demostrado tener menos palabra que el yonqui del barrio que te juraba devolverte todo lo prestado porque por fin había encontrado un buen curro.

Luego van los periodistas afines, los subvencionados, los directivos de medios de comunicación que se mueven al son de la pastita y, por supuesto, los tontos españoles que vemos cómo se ríen de todos nosotros mientras hacen del Congreso de los Diputados, el patio de colegio que tiene que albergar una sala de traducciones simultáneas, cómo si esto de España fuese la ONU o un sinfín de identidades que sólo Pedro Sánchez sabe manejar. Al Rey, sólo recordarle, que cuándo vea a Sánchez para pedirle que forme gobierno, que le pregunte cómo es posible llevar una Vicepresidenta que quiere terminar con la monarquía, unos socios que quieren salir de España, y una verborrea que le ha convertido en el mejor dirigente de la peor clase política, que hemos visto nunca por nuestras lindes. Y feliz final del verano que esto empieza calentito. 

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