El PP no tiene relato
«La inconcreción, dejadez y contradicciones con los nacionalismos, el gasto social, los impuestos y las mujeres hacen que el PP lo tenga muy difícil»
El gran éxito de Sánchez es que tiene un relato muy asentado; es decir, un soporte narrativo que avala la decisión política. La narración sanchista tiene dos niveles. Uno, el superficial, limitado a las cosas corrientes o los gestos, como el uso de las lenguas en el Congreso de los Diputados. Otro, el profundo, es que el PSOE representa el cambio, la transformación constante, el progreso como cumplimiento de los deseos o derechos de las minorías, y que afecta a lo político, a los pilares de gobierno de la comunidad.
Su triunfo es que este relato con dos niveles ha calado en la mentalidad de los españoles, y forma parte ya del subconsciente colectivo. Esto ha sido posible porque existe la creencia de que la izquierda es la portavoz del sentido del tiempo y de la historia, y que marca con exactitud el camino para una sociedad mejor. Por esto sus decisiones políticas son tomadas como parte de la normalidad que se ajusta a los tiempos, y que «derogarlas» supone un retroceso.
Esta mentalidad, conseguida gracias al relato, es tan firme que el 23-J hubo siete millones de electores que confiaron en el PSOE a pesar de todo. Es tan fuerte dicha narración que convence a los aliados parlamentarios que necesita, incluido Junts. Bildu, ERC, el PNV y ahora el partido de Puigdemont creen en Sánchez porque su relato es el soporte que avala sus promesas. Un gesto, como fue que Albares, ministro de Exteriores, presentara un escrito para que las lenguas cooficiales se puedan usar en las instituciones comunitarias, sirvió para hacer creíble a Sánchez. Los antecedentes lo garantizan.
«El colectivismo y el discurso contra los ‘ricos’ son comodines que usa el PSOE con mucha eficacia»
Pero ese relato triunfante no se limita solo a dar a los nacionalistas lo que piden. No se equivoquen. El sanchismo suma otras dos cosas: el gasto social sin mirar el déficit público, y la defensa de los derechos de las mujeres y del mundo LGTBI. Lo último puede parecer una tontería pero no lo es porque sirve para apuntalar la superioridad moral sobre el adversario y marcar diferencias. Mientras unos, las derechas, van contra los vulnerables, las izquierdas los protegen, reconocen y hacen justicia histórica. La fuerza de la moral en política no se puede despreciar.
El gasto social sin freno, la otra pata del relato, encaja con la costumbre del ser humano de endeudarse en su vida cotidiana más allá de sus posibilidades. Y no pasa nada a pesar de que a nadie se le escapa que ese dinero sale del bolsillo del votante. El colectivismo y el discurso contra los ricos son comodines que usa el PSOE con mucha eficacia. Nunca falla esta argumentación porque la mentalidad anticapitalista, como escribió Mises, está perfectamente arraigada entre la cultura, el periodismo y la Universidad.
El sanchismo aventaja al PP en tener un relato que facilita la negociación con cualquiera y que sea aceptado por su electorado. Mientras los socialistas han sido coherentes con los nacionalistas y, por tanto, son hoy creíbles, los populares han hecho una cosa, como el Pacto del Majestic, y, a la vez, su contrario, el repudio. Es más; permitieron el referéndum de 2017 en Cataluña y luego lo combatieron sin convicción ni relato. Por eso el galleguismo de Feijóo o el andalucismo de Moreno Bonilla no funcionan para demostrar el amor a la pluralidad.
Lo mismo pasa con su alianza con Vox: escupen a nivel nacional la mano que les ayuda a llegar al poder en municipios y autonomías. Esta incoherencia no es comprensible para el votante de la derecha, que ve complejos y artificios en el PP, ni el repudio que teatralizan es creíble para el de izquierdas.
«Esta carencia es el resultado del desprecio a las ideas políticas y a la historia que hay en el PP»
Tampoco tiene el PP un relato en lo fiscal ni en la cuestión del feminismo o del mundo LGBTI. El PP de Rajoy ganó en 2011 prometiendo una rebaja fiscal, pero hizo lo contrario sin ser capaz de construir un relato aceptable. La excusa de que Zapatero dejó todo hecho un desastre es torpe porque aventura la misma respuesta del PP cuando vea lo que deja Sánchez.
Y lo mismo se puede decir de los derechos de las mujeres, que los populares no han sabido vender. El PP no tiene un relato al respecto a pesar de que el liberalismo es el primer constructor del feminismo, y que su partido tuvo las primeras mujeres políticas en la escena española. Esta carencia es el resultado del desprecio a las ideas políticas y a la historia que hay en el PP.
Por otro lado, los populares combatieron el matrimonio entre personas del mismo sexo, y en 2005 presentaron un recurso ante el Tribunal Constitucional. Hoy, la realidad, incluso dentro del PP, desdice ese empeño de hace dos décadas que aún persiste en la mentalidad colectiva. En suma, parece que el Partido Popular está en contra de los derechos de las minorías, en este caso de una de las más rutilantes y de moda en los medios de comunicación: los homosexuales. Reconstruir hoy un relato propio exitoso en este aspecto es imposible.
Esta inconcreción, vaivenes, dejadez y contradicciones con los nacionalismos, el gasto social, los impuestos, los aliados políticos, las mujeres y los homosexuales, hacen del PP un partido sin relato que lo tiene muy difícil. De hecho, ni siquiera ha sido capaz de hacer creíble que ganó las elecciones del 23-J.