¿De dónde salen los violadores?
«No podemos esperar que hombres que han crecido pensando que es justificable violar a una mujer por llevar poca ropa se transformen al cruzar nuestra frontera»
En cuestión de 72 horas se produjeron tres violaciones grupales en España, un desgraciado fenómeno en aumento, sobre todo entre los menores de edad, sin que por el momento, el autoproclamado Gobierno más feminista de la historia -con su costosísimo Ministerio de Igualdad– haya hecho nada para atajarlo. Y la cosa no pinta demasiado bien de cara al futuro: la nueva presidenta del Congreso, Francina Armengol, ocultó una red de prostitución de menores tuteladas por el Gobierno balear que se destapó, precisamente, por una violación en manada a una de estas niñas. Y no solo han aumentado las violaciones grupales: en España se registra un incremento del 53,2% de las agresiones sexuales con penetración desde 2019.
Además, no solo sucede en nuestro país. En Francia, por ejemplo, están alarmados por la oleada de violaciones que muchas mujeres están sufriendo por la calle e, incluso, en sus propias casas, donde los agresores se cuelan por las ventanas, como sucedió en la salvaje agresión en Normandia donde un sujeto de 18 años violó y torturó a su víctima con una brutalidad tan extrema que los médicos que la atendieron tuvieron que recibir ayuda psicológica. Este salvaje -que tenía antecedentes por haber abusado de su hermana de cuatro años, por maltratar a su madre y por hacer la vida imposible a sus vecinos- violó en repetidas ocasiones a una mujer de 29 años y luego la empaló provocándole perforaciones en varios órganos, por lo que ahora se debate entre la vida y la muerte.
Estoy convencida de que no hay un único factor que explique esta regresión en los derechos fundamentales de las mujeres y creo que un equipo multidisciplinar debería estudiar el fenómeno en profundidad. Así, a bote pronto, se me ocurren posibles hipótesis como la hipersexualización y la banalización del sexo en una sociedad en la que proliferan las personalidades narcisistas (cabe recordar que las violaciones grupales suelen ser grabadas) y en la que muchos jóvenes tienen muy poca tolerancia a la frustración, entre otras cosas porque no les han establecido límites.
«No sirve el socorrido ‘se necesita más educación sexual en las escuelas’, porque en muchas ocasiones es posible que los agresores ni tan solo hayan pasado por nuestro sistema educativo»
A esto habría que sumar el acceso ilimitado de los niños a un porno cada vez más violento, pero, como digo, creo que los factores seguramente son varios y es necesario que se estudie para, a partir de un buen diagnóstico, encontrar la manera de acabar con esto. Y no, no sirve el socorrido «se necesita más educación sexual en las escuelas», entre otras cosas porque ahora hay más que décadas atrás y no paran de aumentar los casos y, porque en muchas ocasiones, es posible que los agresores ni tan solo hayan pasado por nuestro sistema educativo. Y ahí está el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar: el 46% de los condenados por agresión sexual en España tienen nacionalidad extranjera como detalla Marcos Ondarra aquí, pese a que son el 11,39% de la población, y es especialmente significativo el caso de los africanos, que cometieron el 20% de estos delitos pese a que tan solo representan el 2,4% de la población.
Huelga decir que la inmensa mayoría de las personas nacidas en otros países no vienen aquí a delinquir y, precisamente por eso, hay que analizar este tema para que no sean estigmatizados en su conjunto por el extremismo ante la incomparecencia del resto de posiciones ideológicas. Les pongo un ejemplo claro: en Ripoll, donde se criaron los jóvenes de origen marroquí que perpetraron los atentados terroristas de Barcelona y de Cambrils hace seis años, se corrió un tupido velo sobre el tema mientras que la ultranacionalista Silvia Orriols plantaba una carpa cada día de mercado, hablaba con los vecinos y les pedía sus teléfonos para meterlos en grupos de WhatsApp donde compartía conflictos con inmigrantes aunque no sucedieran allí. Hoy es la alcaldesa de Ripoll con un discurso centrado en la demonización de los inmigrantes.
Desgraciadamente, en muchos países si eres niña o mujer, las posibilidades de que te violen son muy altas. En Delhi, por ejemplo, un consejo consultivo ordenó que dos chicas fueran violadas y obligadas a desfilar desnudas como «castigo» a su hermano porque se había fugado con una mujer casada de una casta dominante. En este caso, por suerte, el Tribunal Supremo de India ordenó a la policía proteger a las jóvenes, pero da buena cuenta de las mentalidades que siguen abundando por algunas regiones.
No hay que olvidar, además, que en muchos lugares se obliga a las mujeres a ir tapadas para no provocar el deseo de los hombres y el no hacerlo justifica que luego sean violadas. Y esto no es una interpretación mía: hace dos años, Imran Khan, en aquel momento primer ministro de Pakistán, al ser preguntado sobre si pensaba que la manera de vestir de las mujeres afectaba a la posibilidad de sufrir una violación contestó: «Si una mujer lleva poca ropa, tendrá un impacto en los hombres, a no ser que sean robots». No estamos hablando de un cabrero de un pueblo remoto, sino de una de las figuras más importantes de ese país.
Y otro tanto habría que decir sobre las agresiones a homosexuales, porque no hay que olvidar que en algunos países árabes las relaciones entre personas del mismo sexo suponen cárcel y en otros, incluso pena de muerte. No podemos esperar que hombres que han crecido pensando que es justificable violar a una mujer por llevar poca ropa o castigar a los homosexuales se transformen al cruzar nuestra frontera como hacían los concursantes al traspasar al puerta de Lluvia de estrellas. Y no quiero decir con esto, ni mucho menos, que todas las personas de origen inmigrante sean potenciales agresores, sino que se debe de dejar de ocultar esta variable y comenzar a estudiarla como uno de los posibles factores para realizar las acciones necesarias para evitar que esto suceda, porque es evidente que medidas como los puntos violetas y la proliferación de los colores del arcoíris no están sirviendo para nada.