La idiocia nazionalista
«Que el nacionalismo es estúpido lo prueba su conducta política a lo largo del tiempo. Ellos mismos se entregan, poco a poco, al presunto enemigo»
Presoak kalera. ¿Zer eskatzen du herriak? Amnistia osoa. Era el rugido con el que crecí cuando la dictadura se transformaba en democracia. Nunca pensé que iba a volver a escuchar «presos a la calle» y «amnistía total». Hoy ni es un rugido de la calle, ni mucho menos, una demanda social. Hoy es la exigencia de unos pocos que atentaron contra el Estado democrático y que Sánchez quiere convertir en «voluntad ciudadana» para poder pagar su continuidad en el poder. La amnistía no tiene amparo constitucional, salvo por cambio de régimen. ¿Abandonamos la democracia para abrazar la tiranía sanchista en la que desaparece la separación de poderes?
No es baladí lo del cambio de régimen. Algunos de los de mi pueblo que gritaban aquello hoy siguen hablando de presos políticos, porque durante la democracia siguieron asesinando, secuestrando, dejando un reguero de sangre y más de 200.000 vascos exiliados por la presión terrorista. Estos son un apoyo sólido de Sánchez. Los de Cataluña dudan. El que tiene en sus manos la gobernabilidad de Sánchez es un prófugo de la justicia. Un cobarde que declaró la independencia de Cataluña, durante escasamente 20 segundos, y huyó en el maletero de un coche sin tener ni siquiera una miserable orden de busca y captura. ¿Son los mal llamados «presos políticos» —unos terroristas y los otros golpistas— el mayor problema que tiene hoy España? Bildu y los golpistas de Cataluña son los apoyos fundamentales para la gobernabilidad de Pedro Sánchez. Esa es la catadura democrática de los apoyos del PSOE. Esa es la escoria residual con la que se relaciona el sanchismo. Tampoco nos debe extrañar cuando el propio Sánchez definió el sanchismo como «maldad, mentiras y manipulación». Lo peor de cada territorio se encuentra unido por el mismo personaje.
Tuve la suerte de nacer en San Sebastián, una de las ciudades de más larga tradición unida a la Jefatura del Estado. Tanto por su vínculo con la monarquía como con el veraneo de la dictadura. Y también pude conocer, desde que nací, la estupidez intelectual que representa el nazionalismo como ideología. Una patochada que convierte el sentimiento —xenófobo, racista y excluyente— en ideología poniendo en evidencia su estupidez intelectual. Que el nacionalismo es estúpido lo prueba su conducta política a lo largo del tiempo. Ellos mismos se entregan, poco a poco, al presunto enemigo. Lo han vuelto a hacer. Han dado un paso en ser más españoles a cambio de que Armengol, del PSOE, sea la presidenta del Congreso.
«Cuando la genética demostró que lo de ‘la raza’ era un estupidez racista y supremacista propia de ‘nazionalistas’ quedó la lengua como símbolo de la diferencia de los pueblos»
Uno de los símbolos identitarios excluyentes de una región es su bandera, eso que en una guerra cuando se derrota al enemigo aparece en los museos. Pues bien, la bandera fue entregada motu proprio a España en la redacción de los Estatutos de Autonomía de los territorios. La ikurriña, una mala copia de la Union Jack hecha por un presunto daltónico como Sabino Arana, padre de la nación vasca, se convirtió en bandera constitucional española a través del Estatuto de Guernica. Por protocolo es la primera de todas las banderas regionales de España. Los ‘listos’ de los catalanes hicieron lo mismo con su señera pero ocupa el segundo lugar.
Cuando la genética demostró que lo de «la raza» era un estupidez racista y supremacista propia de nazionalistas, tipo Sabino Arana o Xabier Arzalluz, quedó la lengua como símbolo de la diferencia de los pueblos. El euskera o el catalán como armas de diferenciación respecto a la colonizadora España. Sin embargo, los herederos más tontos de la pandemia nazionalista han entregado sus símbolos de diferenciación convirtiéndolos en las lenguas más que oficiales de España. Euskera, catalán y gallego junto con el castellano adquieren rango oficialísimo como lenguas españolas con su uso normalizado en el Parlamento de España. ¿Se puede ser más estúpidos? Sí.
Junts per Catalunya y el Partido Nacionalista Vasco —dos partidos ideológica y económicamente de derechas— pueden culminar su idiocia política —histórica— apoyando con sus votos a Pedro Sánchez para la presidencia del Gobierno de España. No seré yo el que diga que deberían permitir gobernar a Alberto Núñez Feijóo, porque eso sería reconocerles una genética democrática que no les corresponde. Lo que es inexplicable es que sigan pensando en votar a favor de quien les va a usurpar el gobierno de sus territorios. Y todo porque les promete imposibles políticos.
La amnistía que pide Junts per Cat para exonerar de sus juicios a 4.000 golpistas, de mayor o menor nivel, es un imposible jurídico que en el momento de ejecutarse pondría en libertad a todos los que han cometido malversación de fondos públicos y otros delitos. O sea, a los implicados de la corrupción española como la Gurtell o, en eso sí tiene sentido, a los implicados en los ERE de Andalucía, el mayor robo oficial cometido en España por el PSOE.
El PNV con su voto avalaría a Sánchez como líder y alternativa al ganador de las elecciones. Sánchez es quien ha blanqueado a Bildu. Sánchez es el que ha desplazado al PNV a ser la tercera fuerza política en el País Vasco detrás de Bildu. Los Ortuzar de turno no han entendido nada del resultado electoral. Mantienen las alcaldías de Vitoria y San Sebastián y la Diputación Foral de Guipúzcoa, no por los votos del PSOE, sino por el expreso apoyo recibido del Partido Popular. Partido al que dicen que no pueden apoyar por sus vínculos territoriales con Vox, algo que no les importó a la hora de usurpar alcaldías y diputaciones a Bildu.
Idiotas políticos que, de seguir apoyando a Sánchez, serán centrifugados y expulsados del Gobierno Vasco, por una coalición de izquierdas en los próximos seis meses. Ellos creen que no es posible porque siempre han tenido la Lehendakaritza, excepto los cuatro años del acomplejado nazionalista conservador Patxi López, que no tocó ni cambió nada. Se les olvida que los votos del Partido Popular apoyando al PSOE fueron los determinantes para sacarles de Ajuria Enea. El Partido Popular no es importante en Euskadi pero sí determinante, como acaban de comprobar con ayuntamientos y diputaciones.
Al Rey, tras entrevistarse con varios de los portavoces de los partidos políticos, sólo le ha quedado la opción de encargar a Alberto Núñez Feijóo, ganador de las elecciones con un incremento de 3.000.000 de votos y 47 escaños, la composición de un gobierno previsiblemente imposible. La realidad política que votaron los españoles es «bloqueo político» para obligar a repetir las elecciones o para tener un gobierno Frankenstein+. PNV y JxCAT verán qué hacen el 26 y 27 de septiembre ante la investidura de Feijóo.
Un error estratégico de Alberto Núñez Feijóo fue no invitar al PNV y a otros partidos a firmar el pacto ofrecido a Sánchez de facilitar el Gobierno de España a la fuerza más votada. Hoy quizás no tendría el problema de que le faltan cuatro votos. Es más, habría dado una salida al embrollo ante el que se encuentran el PNV y Junts per Cat.