THE OBJECTIVE
David Mejía

Las lenguas, los puentes y los muros

«El nacionalismo concibe España como una amalgama de tribus prepolíticas artificialmente hiladas y pretende negar la existencia de una lengua común»

Opinión
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Las lenguas, los puentes y los muros

Pere Aragonès y Arnaldo Otegi.

Rzecznicy i przywódcy partii socjalistycznej podkreślają, że języki to nie mury, ale mosty. Nie zgadzam się, bo założę się, że Państwo – jeśli nie mówicie po polsku – stoicie teraz przed ścianą, przez którą komunikacja nie przepływa.

Les decía que los portavoces del partido socialista insisten en que las lenguas no son muros, sino puentes. Es una tesis matizable: usted -salvo que hable polaco- se ha encontrado al comienzo de este artículo con un tabique, porque sólo son puentes las lenguas compartidas. Y por ello es absurdo ensalzar la naturaleza integradora de las lenguas para vender un plan cuyo fin es debilitar el castellano, único puente compartido entre españoles. 

Pero para los nacionalistas la función comunicativa de la lengua está subordinada a la identitaria. Y el PSOE, ya experto en vender las exigencias del nacionalismo como causas nobles y necesarias, accederá a que el Congreso bienvenga las lenguas cooficiales. Me concederán que es llamativo que, siendo tan noble la causa, los apologetas de convertir el Congreso en una cámara plurilingüe no hayan compartido su entusiasmo hasta ahora (hay apologetas y apolojetas).

«El uso del español en el Congreso no niega la legitimidad de otras lenguas, pero el uso de las demás lenguas es en sí la negación de que el español existe como lengua común»

Toda victoria del nacionalismo es una derrota del pragmatismo y el sentido común. Podríamos argüir que se trata incluso de una traición al espíritu parlamentario, que consiste en exponer ideas, no en exhibir identidades. Pero el nacionalismo concibe España como una amalgama de tribus prepolíticas artificialmente hiladas bajo el manto estatal. No pretenden visibilizar la pluralidad de lenguas de España, sino a negar la existencia de una lengua común. Buscan representar una España ficticia, compuesta de unidades monolíticas en arbitraria convivencia. Esa es la España plurinacional que el nacionalismo y Sumar defienden… y el PSOE no rechaza.

Los cínicos sostienen que se trata de trasladar la realidad lingüística de España al Congreso. Y esta es la mayor falacia de todas, ¿o acaso ustedes viajan con traductor a las comunidades bilingües? Tan verdad es que vivimos en un país con varias lenguas como que vivimos en un país con una lengua común. Una pena que la actual izquierda cacaree sin descanso la primera verdad y no termine de asumir la segunda. Pero el hecho es que la España de los traductores no existe, y su representación en el Congreso sería un falseamiento de la realidad. Verán cómo cuando Pedro Sánchez hable en castellano no será necesario traducir sus palabras a ninguna lengua cooficial. 

Pero el nacionalismo no es otra cosa que el falseamiento de la realidad. No intervienen la realidad para mejorar la vida de los ciudadanos; intervienen en la vida de los ciudadanos para ahormarlos a su realidad mitológica. La España plurinacional forma parte de ese delirio y consagrarla requiere negar los mimbres unitarios del país, empezando por el más poderoso de todos, su lengua común. Porque el uso del español en el Congreso no niega la legitimidad de otras lenguas, pero el uso de las demás lenguas es en sí la negación de que el español existe como lengua común. 

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