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Esperanza Aguirre

Rendirse no es una opción

«Si Sánchez vuelve a gobernar, la obligación de todos los españoles es empezar una lucha sin cuartel contra ese monstruo que quiere cargarse la Constitución»

Opinión
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Rendirse no es una opción

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

¿Todos esos españoles que votaron al PSOE el pasado 23-J sabían que estaban votando la aprobación de una Ley de Amnistía para todos los golpistas catalanes de 2017? ¿Sabían que una Ley de Amnistía significa una enmienda a la totalidad de la Constitución de 1978 y, en consecuencia, a la concordia y la reconciliación de los españoles? ¿Sabían esto?

Salvo los muy ingenuos o los muy desinformados, todos los españoles ya sabíamos que el candidato del PSOE llevaba gobernando cinco años a gusto de partidos que no esconden su condición totalitaria: comunistas sin complejos de Sumar (los de Podemos, los del PCE, los seguidores del marxista Laclau o los populistas chavistas), nacionalistas xenófobos y convencidos de que pertenecen a una raza superior que el resto de los españoles, golpistas catalanes, y herederos de ETA orgullosos de su herencia. Eso lo sabíamos. Como sabíamos que a esa manera de gobernar el difunto Rubalcaba la había calificado, con extraordinaria precisión, como gobierno Frankenstein.

También sabíamos cuáles son las pretensiones concretas de esos partidos, que no sé por qué, cuando hablan de ellos en los medios de comunicación, no son calificados siempre de totalitarios:

Los comunistas quieren una España bolivariana, donde la propiedad sea del Estado (¡exprópiese!), donde la separación de poderes no exista, donde no haya forma de desalojarles del poder y, donde, como dice mi admirada Guadalupe Sánchez, «el huracán peronista convierta todo lo que nos genera una necesidad en un derecho y todo lo que nos incomoda u ofende en un delito».

Los independentistas, tanto los que vienen del crimen y la violencia, como los que se aprovechan de las nueces que éstos hicieron caer del árbol, quieren acabar con España.

Y sabiendo todo esto, también sabíamos que Sánchez, después de haber llevado al PSOE a los peores resultados electorales de su historia, emborrachado de ansias de poder, no sólo había estado a gusto con la compañía y el apoyo de esos totalitarios, sino que iba haciendo suyos, cada vez con más entusiasmo, el pensamiento y los objetivos de esos totalitarios.

Pero vuelvo al principio, ¿alguno sabía que la amnistía, es decir, el rechazo total a la Constitución de 1978, era el punto principal de su programa de gobierno y que ésa iba a ser su medida estrella si lograba seguir en La Moncloa?

Eso, aunque Sánchez ya había demostrado cumplidamente su falta absoluta de principios y su capacidad ilimitada de «cambiar de opinión» (ese eufemismo que ha inventado para camuflar sus mentiras) no lo conocíamos ninguno de los españoles.

No lo conocía, por tanto, Alberto Núñez Feijóo, al que S.M. el Rey el martes pasado le encargó que viera la forma de ser investido presidente del Gobierno.

A Feijóo le encargó el Rey esa misión porque, en los despachos que había mantenido con los líderes de los partidos con representación parlamentaria (los que quisieron ir porque los golpistas y los filoterroristas despreciaron al Rey, que es la manera que tienen de despreciar al conjunto de todos los españoles), fue el líder del PP el que le demostró tener el mayor apoyo, con 172 votos absolutamente comprometidos y seguros.

Feijóo ha afrontado la misión que se le ha encomendado con un encomiable sentido de la responsabilidad. Y como sabe sumar, se ha planteado qué gestiones puede y debe hacer para conseguir los cuatro votos que le faltan para ser investido por mayoría absoluta.

«Sánchez está y quiere estar indisolublemente unido a esos totalitarios y no quiere ni oír hablar de llegar al menor acuerdo con los partidos que representan a más de once millones de españoles»

Ahí se ha encontrado con que los independentistas de hoy, sucesores de los antiguos nacionalistas, que a veces eran calificados como moderados, ahora están, sin fisuras, por la ruptura radical con España.

Eso a él, como a cualquiera que crea en España, le ha puesto delante, sin la menor duda, la certeza de que el problema político más importante que hoy tenemos los españoles es el desafío independentista. Por eso, para afrontar ese problema, Feijóo, en un ejercicio de responsabilidad que le honra, ha llegado a la conclusión, por otro lado, llena de lógica, de que lo mejor sería que los dos partidos mayoritarios de España lleguen a acuerdos.

De ahí su propuesta a Sánchez de suscribir una serie de pactos que busquen el interés general, al margen de esos partidos totalitarios, que no lo buscan, porque únicamente pretenden la satisfacción de sus objetivos partidistas, sea la implantación del comunismo bolivariano o la implosión de España en un conjunto de repúblicas de confusa configuración.

La respuesta no ha podido ser más nítida. Sánchez está y quiere estar indisolublemente unido a esos totalitarios y no quiere ni oír hablar de llegar al menor acuerdo con los partidos que representan a más de once millones de españoles. Pero sí con partidos como Junts y ERC, a los que ya les está ofreciendo esa amnistía, a pesar de saber que de esa forma acaba con la España constitucional. Claro que, a lo mejor, es ése el auténtico objetivo último de sus políticas.

El rechazo de Sánchez deja las cosas absolutamente claras. Sánchez, ya no hay dudas, está decidido a cambiar el sujeto de la soberanía nacional que dejaríamos de ser el conjunto de los españoles porque también quiere negar que la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Y no le faltarán juristas que demuestren que lo blanco es negro, movidos por el odio, el rencor o el poder.

Sólo queda saber si los 7,7 millones de españoles que le han votado el 23-J también están de acuerdo con cargarse esa Constitución, la que inspiró el momento de mayor generosidad, fraternidad y cordialidad de las fuerzas políticas españolas de la Historia.

Es muy probable que Frankenstein, con Sánchez a la cabeza, vuelva gobernar, pero entonces la obligación de los más de 11 millones de españoles que hemos votado a partidos que sí están dispuestos a defender la Constitución es tomar conciencia de la gravedad de la situación y, con el apoyo de esos partidos, empezar una lucha sin cuartel contra ese monstruo que quiere cargarse la España constitucional, cuando no la propia España. Es un deber ineludible y a eso tenemos que ir con uñas y dientes. Empezando por explicar todo esto a los votantes socialistas.

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