THE OBJECTIVE
Román Cendoya

Alarma, chantaje político

«Feijóo está poniendo en valor su ideología y fortaleza políticas frente a la debilidad de un Sánchez que es capaz de claudicar ante un forajido chantajista»

Opinión
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Alarma, chantaje político

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, en una imagen de archivo. | EFE

No hay alarma de protección civil suficientemente fuerte e intensa para alertar de una catástrofe política tan grave. No hay sonido suficientemente estridente para alertar de la indignidad del encuentro entre Yolanda Díaz Pérez, vicepresidenta segunda del Gobierno de España y ministra de Trabajo y Economía Social, con Carles Puigdemont i Casamajó, golpista prófugo de la justicia, líder de Junts per Catalunya, al que rindió pleitesía con ostentación, notoriedad y publicidad. Es muy humillante para un estado de derecho, y para la justicia, ver cómo se legitima a un golpista. No valen los lamentos y declaraciones de los portavoces del gobierno diciendo que lo ha hecho como dirigente de Sumar y no como vicepresidenta del Gobierno. La condición de vicepresidenta del Gobierno es a tiempo completo, se adquiere con el nombramiento y se pierde con el cese o la dimisión. La complicidad de Pedro Sánchez en el blanqueo y rehabilitación de Puigdemont quedará patente mientras no cese a Yolanda Díaz como vicepresidenta del gobierno.

Ella está feliz con su protagonismo y lo disfruta viendo la reacción de los socialistas. No denuncian que haya ido, se quejan de que sea la que ha escenificado y capitalizado, como líder de Sumar, la redención de Puigdemont, cuando en realidad lo ha hecho como vicepresidenta del gobierno de España. Sánchez y el PSOE se reservaban para ellos la redención de Puigdemont. Sánchez tenía marcados sus hitos y sus tiempos. Había dado el primer paso obligando a la Fiscalía a presentar un recurso contra la decisión del Tribunal Constitucional de inadmitir el recurso de Puigdemont contra su orden de detención. El PSOE estaba preparando su escenario y Yolanda Díaz les ha robado el momento y la fotografía.

Que la visita de la vicepresidenta del gobierno ha sido un éxito para Puigdemont se ha hecho evidente con la presentación de la lista de condiciones, de máximos, que impone Junts para sentarse a la mesa de negociación. Lo que el líder del 1-O exige a Sánchez, presidente del gobierno de España, para que sus imprescindibles siete diputados apoyen su investidura es: reconocimiento de la legitimidad democrática del independentismo y los independentistas; abandono completo de la «vía judicial», con una amnistía inmediata para todo el golpe en Cataluña, desde antes del 9 de noviembre de 2014; y creación de un mecanismo de mediación y supervisión, un relator internacional, que obligue a las partes a cumplir las promesas incluyendo un referéndum legal, vinculante, sobre la autodeterminación.

La posición de Puigdemont es clara. Reconocer la soberanía de Cataluña como diferente a la de España. Eliminar la separación de poderes de España que consagra la Constitución de 1978, pilar fundamental del Estado democrático de derecho, mediante la intervención del gobierno bloqueando la justicia. La concesión de una amnistía —figura especial de la justicia que se aplica en los cambios de Régimen— dando legitimidad al golpe de Estado de 2014. Además, el gobierno debe aceptar la humillación de someter a España a un arbitraje internacional para la ruptura de la nación.

Puigdemont se siente poderoso y tiene razón. La incapacidad histórica de los dos partidos nacionales para llegar a acuerdos juntos ha puesto en sus manos, con sólo siete diputados, el Gobierno de España. Ya ha advertido de que, si no se aceptan sus condiciones en esta «oportunidad histórica», se producirán unas nuevas elecciones. Carles Puigdemont sabe que sólo queda el Partido Popular como partido nacional, porque Sánchez ya ha dinamitado al PSOE. Sólo hay que escuchar a Felipe González para entender que habla de un partido que hoy no existe. Un PSOE del que se ha despedido mediante una carta Nicolás Redondo, otro de sus históricos militantes, porque «la formación de ningún gobierno y menos las pretensiones de ninguna persona merecen el sacrificio de lo más apreciable que tenemos cada uno de nosotros: la dignidad». Tomen nota, seguir en el PSOE convierte en indigna a la persona.

«Los viejos socialistas tendrán que optar por la indignidad del chantaje o por la alternativa que ha tomado Nicolas Redondo»

Puigdemont ha presentado su proyecto al día siguiente de recibir el respaldo del gobierno de España. Sánchez se ha puesto en evidencia demasiado rápido al considerar que es viable su investidura pese a la extorsión —imposible constitucionalmente— a la que somete Puigdemont a él y a España.

Hechos como los que ha protagonizado Puigdemont obligan a los líderes políticos a tomar decisiones.  La de Pedro Sánchez ha sido someterse al chantaje diciendo que es: «diálogo y concordia». Sánchez llama «concordia» a encontrar «fórmulas» para claudicar ante el chantaje, cumpliendo las exigencias de Puigdemont. El expresidente Felipe González, protagonista de la transición y del periodo constituyente, ha sido rotundo: «la Constitución no es un chicle que se adapta al deseo particular de cada cual». En la Constitución «no cabe la amnistía ni la autodeterminación». A Sánchez ni le importa, ni le interesa. 

Hay que destacar la decisión de Alberto Núñez Feijóo, aspirante a la presidencia del gobierno, de zanjar inmediatamente cualquier vía de diálogo con el partido de Puigdemont. Feijóo, a pesar de la controversia interna en el partido, tenía previsto sentarse con Junts, pero, una vez conocidas las exigencias de Puigdemont, ha decidido no perder el tiempo con quienes «niegan la esencia propia de la democracia». Sentarse con ellos dotaba de reconocimiento político a sus condiciones. Es importante destacar la velocidad de reacción del líder del PP, así como la firmeza de su discurso con un elevado contenido político. Alberto Núñez Feijóo ha defendido la legalidad, la firmeza institucional ante cualquier chantaje y el principio de igualdad entre los españoles.

Esta semana ha sido muy importante. El viaje de la vicepresidenta ha acelerado la clarificación de posiciones. El chantaje de Puigdemont no ha modificado nada las posibilidades de Alberto Núñez Feijóo de ser investido presidente. Siguen siendo las mismas de hace una semana: ninguna con tendencia a cero.

Feijóo tiene ahora veinte días para preparar el discurso de investidura y presentar el proyecto político constitucional que su partido representa como única alternativa real de gobierno. Los viejos socialistas tendrán que optar por la indignidad del chantaje o por la alternativa que ha tomado Nicolas Redondo.

El líder del Partido Popular tiene en el discurso de investidura la oportunidad de presentar a la nación española el proyecto constitucional que necesita nuestro país. Alberto Núñez Feijóo tiene una reconocida capacidad de gestión. Esta semana está poniendo en valor su ideología y fortaleza políticas frente a la debilidad de un Pedro Sánchez que es capaz de claudicar ante un forajido chantajista por mantenerse en el poder.

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