THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

Protocolo feminista para empresas y autónomos

«Es más difícil entender las reglas del juego feminazi actual que inventar la fórmula del elixir de juventud»

Opinión
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Protocolo feminista para empresas y autónomos

Pixabay

Andan los caldos revueltos en las redacciones de la España feminizada. Un amigo, de cuyo nombre prefiero callarme, lleva meses evitando subir en el ascensor de su periódico con cualquier mujer a solas. No se fía y se le está poniendo un tipín azoriniano de vértigo, de tanto subir y bajar escalones. No hay mal que por bien no venga. Me dice, además, que cuando consigue darle al botón y de pronto aparece una compañera, no tiene más remedio que salirse de la caja disimulando un olvido, una emergencia o, directamente, afrontar con su cara de pena, de nuevo, la escalera de emergencia. No es de extrañar que con esto de Rubiales, las escalinatas de muchas empresas y oficinas se estén llenando de hombres en fila india que rebajan los excesos de un verano de cervezas y frituras. Se mira al suelo porque de frente uno no sabe si está invadiendo la intimidad de alguien, y me recuerda al juego ese de poner un redondel con la mano y arrearle un calmante vitaminado al que mira fijamente al cero. 

Pero el problema no hierve en el ascensor únicamente, pues cada vez que llega a cualquier puerta de paso surge otra duda existencial, ¿debo sujetar la puerta a la compañera? ¿Seré un machista heteropatriarcal con abuso de poder? ¿Y si no la sujeto? ¿Seré entonces un agresor que ha pretendido cerrarle la puerta en las santas narices a modo agresión? Es más difícil entender las reglas del juego feminazi actual que inventar la fórmula del elixir de juventud. Por eso, se empiezan a redactar manuales y protocolos de comportamiento en las empresas más posicionadas hacia la empanada mental de este #metoo o #seacabó, que tanto juego le está dando al gobierno en funciones, mientras subasta España amnistiando a delincuentes condenados. 

Algunas de las normas son implacables pero necesarias para el buen funcionamiento de la empresa. De este modo, los hombres no pueden subir, ni solos ni acompañados de otros hombres, con una mujer en los ascensores. Un superior no debe dirigirse a una subordinada, sin la participación de una tercera persona de recursos humanos, que será mujer, por supuesto, y que anotará y evaluará cada una de las palabras emitidas por el superior. Las puertas de las oficinas deberán permanecer siempre abiertas y, bajo ningún concepto, se podrá ceder el paso a una compañera o subordinada sin su consentimiento. Así, los hombres que vayan a cruzarse con cualquier compañera de trabajo deberán emitir un sonoro «Voy a pasar, cuidado, voy a pasar, cuidado», dos veces completas, según vayan acercándose a la puerta en cuestión.

En las zonas habilitadas para la comida o el descanso, el microondas dejará de llamarse microondas y se sustituirá por «la calienta tarteras». Se busca la paridad y dejar atrás los micromachismos de los electrodomésticos. En dichos espacios, se instalarán cámaras de vigilancia y detectores de testosterona. Esta medida  busca evitar idilios o romances entre los trabajadores que luego acaben en una denuncia a la empresa por ser cómplice necesaria en la relación. También quedarán prohibidos los términos «bocata» o «sandwich», por las connotaciones sexuales obvias del zampe. Así mismo, se instalarán mamparas opacas en los puestos de trabajo que eviten cualquier contacto visual entre iguales, quedando terminantemente prohibido comunicarse a través de gestos o signos que puedan malinterpretarse como agresión sexual, especialmente cuando se pide un sacapuntas o «un boli que pinte» a una compañera. 

«Como medida excepcional, en caso de tener una compañera que sea especialmente guapa, todos los hombres deberán llevar gafas o lentes de sol que no incomoden a la susodicha tía buena»

Para el buen funcionamiento a la hora de fichar, los hombres tendrán que llegar media hora antes al puesto de trabajo y salir media hora después que las mujeres. Esta medida se adoptará tanto por la conciliación, como para evitar barullos o corrillos al inicio y fin de las jornadas laborales. Cualquier empujón o tropiezo se considerará agresión y así se evitarán riesgos y denuncias innecesarias. Se eliminarán también las cenas de Navidad colectivas. Por todo el mundo es conocido que, en la maldita copa, algunos hombres terminan por declararse a la directora de legal, por eso, para evitar resacas de culpa y demás embrollos del día después, se celebrarán dos comidas distintas por género que eviten cualquier tipo de malentendido entre los trabajadores. En empresas con trabajadores agénero o de género fluido, la cena de Navidad se sustituirá por un ágape de aceitunas sin relleno. 

Como medida excepcional, en caso de tener una compañera que sea especialmente guapa, todos los hombres deberán llevar gafas o lentes de sol que no incomoden a la susodicha tía buena. Esta medida también podrá extenderse en caso de tener una compañera más fea que un tapir perisodáctilo, y siempre será la empresa, la encargada de repartir las lentes tras firmarle el contrato a la mujer en cuestión. Los descansos serán en grupos de tres personas mínimo, y queda terminantemente prohibido bajar a fumarse un piti a la puerta sin el acompañamiento de un testigo neutral del departamento de recursos humanos. Siempre deberán acceder a su planta por las escaleras de emergencia, como hace mi amigo en su periódico, para evitar intoxicar de olor a tabaco a sus compañeros. 

Todas estas medidas se aplicarán según la normativa vigente interpuesta por el Ministerio de Igualdad en funciones, y no serán aplicables a empresas con menos de dos trabajadores. En tal caso, el ministerio dirigido por la brillante Montero colocará a una delegada sindical que vigile de cerca la praxis del autónomo en cuestión

En caso de tener solo dos hombres en la empresa como trabajadores uno de ellos deberá llevar peluca y cambiarse de sexo por la ley de paridad, pudiendo intercambiarse los roles cada seis meses. Y ojito con no cumplir las normas. 

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