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Sopa de ganso

«El mayor mérito de la izquierda resulta ser que impide gobernar a la derecha, lo cual es un gran logro»

Opinión

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones. | Montaje (THE OBJECTIVE)

  • Fernando Fernández-Savater Martín (San Sebastián, 21 de junio de 1947) es un filósofo y escritor español. Aficionado a las carreras de caballos y lector de Borges. Fue profesor de Filosofía. Destaca en el ámbito del ensayo y el artículo periodístico, y además, ha incursionado en la novela y el género dramático.

En recuerdo de Amando de Miguel, que se preocupaba de estas cosas.

George Borrow, don Jorgito el Inglés, fue uno de los enamorados de España más pintorescos del siglo XIX (él creía que los pintorescos eran los españoles, como suele pasar). Recorrió nuestro país repartiendo Biblias y haciendo proselitismo protestante, lo que le permitió escribir La Biblia en España, un retrato divertido, a veces perspicaz y otras disparatado de aquellos compatriotas. Entre las mil anécdotas que cuenta, hay una que prefiero y que revela la pertinacia de alguno de nuestros rasgos de carácter. En su peregrinar misionero, Borrow se acercó a un campesino que no sabía mucho de letras y que por tanto prestó poco interés al ejemplar de la Biblia. El inglés comenzó su sermón proselitista pero el labriego cortó su elocuencia: «Mire usted, don Inglés, yo no creo en la religión católica, que es la verdadera, de modo que mucho menos voy a creer en esa suya, que es falsa». Así se acababa en el siglo XIX con las fake news.

«De momento ya hay bastantes españoles de izquierdas (como todos) con ganas de dar un escarmiento a los izquierdistas reinantes»

A veces me siento como don Jorgito cuando intento hablar de política con mis conciudadanos. Aunque estén decepcionados de los políticos de izquierdas y sus turbios cambalaches, nunca aceptarán ninguna idea que venga de la derecha por eficaz que resulte. La izquierda es la verdad, todo el mundo lo sabe, y un español si es ateo será ateo católico y de izquierdas: la derecha representa irremediablemente el error y el mal, como el protestantismo, y no digamos la extrema derecha (de Isabel Díaz Ayuso prefiero no hablar). Los españoles, como descubrió Borrow, son tan feligreses cuando creen como cuando no creen. Sólo conocen una razón para la apostasía: castigar a sus correligionarios. Si se hacen protestantes será para fastidiar a los católicos, indignos de su fe auténtica; y lo mismo cuando voten a la derecha, para que aprenda la izquierda que no basta tener razón. De momento ya hay bastantes españoles de izquierdas (como todos) con ganas de dar un escarmiento a los izquierdistas reinantes, pero por desgracia aún no los suficientes. Aclaremos una cosa: las personas de izquierdas en España no viven de manera fundamentalmente distinta que los de derechas. Buscan su provecho y el de su familia, tienen claros sus derechos y dudan de sus obligaciones, rehúyen el bulto si enfrentarse a las injusticias gubernamentales comporta riesgos, quieren lo mejor para todos pero sin sacrificios personales… Hay entre ellos personas solidarias y abnegadas (vivimos en un país cristiano, por suerte) pero no en mayor número que entre la gente de derechas. La diferencia fundamental es que, llegado el momento, unos votan a los candidatos que se presentan como de izquierdas y están seguros de que ese gesto borra los pecados políticos de su alma. El mayor mérito de la izquierda resulta ser que impide gobernar a la derecha, lo cual es un gran logro: porque aunque los gobiernos de izquierdas cometan los mismos errores y abusos (¡o más!) que los otros, lo hacen de manera involuntaria, forzados por las circunstancias o engañados por indeseables en sus filas; en cambio, los gobernantes de derechas cometen sus atropellos con deliberación y deleite y si parece que aciertan en algo es porque aún no han revelado sus verdaderas intenciones. La buena voluntad siempre disculpa las estupideces y mangoneos de la izquierda, mientras que el perverso afán de lucro contamina todo lo que la derecha promueve, aunque sea repartir a los niños regalos de Navidad.

En España (que incluye y con privilegios al País Vasco y Cataluña) el carlismo representa desde el siglo XIX esa amenaza reaccionaria de la extrema derecha que tanto preocupa hoy a los espantados por Vox. No hay ideología política más contraria a los valores progresistas que el separatismo que subvierte la igualdad entre los ciudadanos y apoya el descarado egoísmo colectivo de las regiones, además de convertir a los vecinos en extranjeros en su propio país. Pues, resulta que la izquierda ha descubierto en el separatismo unos aliados inapreciables. Y, desde luego, Pedro Sánchez confía en ellos para perpetuarse en el poder que las urnas le regatean, pagando el precio en amnistía y concesiones fragmentadoras que haga falta, por indecente que sea. Los medios informativos como El País o la Ser, que pudieron llamarse un día herederos de la Ilustración pero hoy son sencillamente gubernamentales, bautizan como coaliciones «progresistas» a la impía amalgama entre socialistas del oportunismo, separatistas fanáticos o aprovechados, deudores del dinero extranjero que viene de los financiadores más repugnantes, etc. Y gran parte de los votantes, tan dóciles a la feligresía como el campesino analfabeto que rechazó a Borrow, están convencidos de que han salvado a España de los tentáculos del Capitalismo Internacional. La verdad es que resulta difícil ilusionarse por las biblias que hoy venden en España…

27 comentarios
  1. Posverdator

    Savater acierta al considerar que, epistemiológicamente, la izquierda es universalista (y, por definición, antinacionalista), y que es la coyuntura partitocrática y no política la que provoca comunidades de intereses entre izquierda española y nacionalismo periférico.

    Pero se equivoca en que el objeto de esas comunidades de intereses sea la fragmentación, aunque algún aspecto relativo a ella pueda pervivir en la agenda de algunos de los partidos nacionalistas. Lo que el Gobierno de coalición votó junto a los nacionalistas fueron cosas como la reforma laboral, el aumento del salario mínimo y pensiones, nuevos derechos y libertades o aspectos relativos al escudo social frente a la pandemia.

    Y la situación en Cataluña, hoy, es infinitamente mejor en términos de convivencia, que la que alumbró durante el gobierno del PP declaraciones unilaterales, fuego en las calles, pelotas de goma en Urquinaona, instituciones intervenidas, cargos políticos encarcelados o exiliados, etc. Luego la gestión de esa comunidad de intereses, si quiere Savater, contranatura, resulta en menor fragmentación, mejor convivencia y menos drama rupturista y de enfrentamiento. Y mayor colaboración para temas sociales que afectan a TODOS los españoles.

  2. PresuntoImplicado

    El viejo carcamal, con las neuronas destruidas por el güisqui, da la matraca donde le dejan. Savater, con su «raca-raca» es un personaje patético y ridículo. Como a Borrow con sus biblias, nace le hace ni puto caso. Lo curioso de España es que caducos y envejecidos bufones descerebrados, pero con pedigrí, pastan en medios de la derecha, que no encuentra nada mejor con que adornar sus enbrutecidas páginas. Por las eras de «The Objective» (sic) pastan los Savater, de Azúa, de Carreras, Leguina, Elorza, Aguirre, Caño, …. Todos vomitando su odio y su rencor, su bilis, incapeces de entender que su España retrógrada y antipática ha muerto hace tiempo, aunque ellos sigan agitando la bandera como los soldados japoneses extraviados en el Pacífico, ajenos al devenir de la historia. Agur, Savater et al.

  3. JaimeRuiz

    Pues a juzgar por la comprensión de lectura de los detractores del artículo, poco ha mejorado desde la época del inglés. El problema, según lo veo yo, es que todos condescienden al lenguaje envilecedor, como si un niño acusara a un pederasta de obligarlo a besarle «el delicioso chupete». ¿Qué es la izquierda? En 1930 ya decía Ortega que se había rizado el rizo de las experiencias que se describían con esos nombres. Y Escohotado llamaba a mostrar un sinónimo de izquierda o de derecha. ¿Quieren los españoles que el gobierno controle las tareas domésticas que cada uno hace? La izquierda es un lado de las cosas, ¿por qué reconocer a los tiranos totalitarios usando el nombre que quieren darse? No son la izquierda, la izquierda, insisto, es un lado de las cosas y ellos sólo son una perversión de la política, una casta ladrona, corruptora, opresiva y retrógrada.

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