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Allende, la vía chilena hacia la ruina

«Ruina y miseria, ese fue el resultado del enésimo experimento socialista. Lo increíble es que la izquierda siga aplaudiendo semejante fracaso»

Opinión

Ilustración de Alejandra Svriz.

  • Periodista. Analista económico. Miembro del Instituto Juan de Mariana. Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de Santiago de Compostela, máster de Periodismo de ‘El Mundo’ y máster de Economía de la Escuela Austríaca por la Universidad Rey Juan Carlos. Trabajó en ‘Expansión’ y como jefe de gabinete y viceconsejero en la Comunidad de Madrid

No deja de sorprender la habilidad que tiene la izquierda para convertir en héroes a sus grandes villanos. Salvador Allende fue un villano despreciable. Esta semana se cumplen 50 años del golpe militar que acabó con su Gobierno en Chile, el primero de corte marxista libremente elegido en Occidente, y la izquierda, tanto nacional como extranjera, no ha escatimado en halagos, vítores y reconocimientos hacia su figura, cuando, en realidad, su legado se resume en dictadura, violencia y ruina.

Allende no fue un demócrata, sino un declarado enemigo de la democracia y de los derechos y libertades básicos que, por entonces, consagraba la Constitución de la República, tal y como denunció la propia Cámara de Diputados chilena por una amplia mayoría en agosto de 1973, pocas semanas antes del levantamiento militar de Pinochet.

Pero si el pueblo, en gran medida, apoyó el golpe fue, precisamente, por el colapso económico que sufrió el país durante su breve mandato, entre 1970 y 1973, en su fracasado intento por imponer la «vía chilena hacia el socialismo», un modelo que, décadas después, fue imitado por Hugo Chávez en Venezuela a través del «socialismo del siglo XXI», con resultados igualmente nefastos para el conjunto de la población.

Con apenas el 36% de los votos, Allende, que mantuvo una posición minoritaria en el Parlamento durante su gobierno, intentó hacerse con el control estatal de los medios de producción y acabar con la propiedad privada, saltándose todos los límites legales y constitucionales necesarios para lograr su objetivo. 

El primer paso hacia su particular utopía de economía planificada consistió en la confiscación de empresas, bienes y servicios. Y lo hizo sin miramientos, por la vía del robo, sin pagar siquiera una indemnización o justiprecio para compensar mínimamente a los legítimos propietarios, tal y como exigiría una expropiación al uso. Allende se hizo con el 100% de la industria minera, su reforma agraria confiscó todas las explotaciones privadas de más de 80 hectáreas y, finalmente, tomó el control de gran parte del sistema financiero bajo amenazas de liquidación y cierre. Posteriormente, se lanzó sobre todo tipo de empresas más pequeñas mediante una oleada indiscriminada de expropiaciones.

«Allende disparó el gasto público mediante la impresión descontrolada de moneda, provocando una hiperinflación»

Como resultado, el Gobierno de Unidad Popular ya controlaba en 1973 el 40% de la producción total del país, excluyendo la agricultura. Poseía el 85% del sector bancario y la minería, el 70% del transporte y las comunicaciones y el 40% de la industria. Y lo hizo a mano armada, saltándose las leyes y los jueces, en contra de la voluntad de empresarios, trabajadores y campesinos.

El segundo gran paso fue el control de precios y salarios. Allende disparó el gasto público mediante la impresión descontrolada de moneda, provocando una hiperinflación, con tasas anuales superiores al 600%. Y la situación se agravó debido la imposición de un estricto control de precios y salarios sobre más de 3.000 productos, que, en última instancia, generó mercado negro y desabastecimiento. El control de los tipos de cambio y de las importaciones hizo el resto, sumiendo al conjunto del país en una profunda crisis económica y social.

Los salarios reales, descontando la inflación, se hundieron un 39%, la pobreza se disparó por encima del 50% de la población y la escasez de productos básicos se convirtió en norma, hasta el punto de tener que recurrir al racionamiento, con el consiguiente descontento social y el estallido de protestas multitudinarias en las calles a golpe de cacerolas vacías.

Ruina y miseria, ese fue el resultado del enésimo experimento socialista. Lo increíble de esta historia es que la izquierda siga aplaudiendo semejante fracaso a nivel económico, político y social. Allende destrozó la economía chilena en apenas tres años, fomentó la violencia y el crimen institucional e intentó derribar la democracia para imponer una nueva dictadura del proletariado, a imagen y semejanza de la vecina Cuba. Semejante deriva concluyó en un golpe de Estado militar que tardó casi 20 años en restaurar la democracia en Chile. 

El Gobierno revolucionario de Allende fue un desastre sin paliativos, una pesadilla de consecuencias nefastas de la que nada bueno se puede extraer, salvo la valiosa lección de que el comunismo, lo aplique quien lo aplique, da igual tiempo o lugar, acaba trayendo el peor de los mundos posibles.

12 comentarios
  1. Danton

    Suponiendo que sean ciertos (no conozco la economía chilena), ninguno de sus argumentos Justina el golpe de Estado. Decir esto no implica en modo alguno defender el socialismo de Allende, como debería ser evidente.

  2. PepeGarcia7

    Magnifico artículo, la descripción de Allende es clavada a la de Sánchez. Tendrá que haber un golpe de Estado para librarse de el?

  3. WinstonSmith

    Aparte del análisis cierto del desastre que suponen para las economías y las libertades estos supuestos regímenes «populares» se ha olvidado del boicot y política de acoso y derribo de las empresas estadounidenses con intereses en Chile con el apoyo de los EEUU, además parece en el análisis que el autor justifica a uno de los dictadores más sangrientos en la historia de Iberoamerica, a , si el pueblo chileno eligió irse a piqué, como ahora hacemos en España , allá ellos, pero no puede llegar un dictador a solucionar el problema matando y torturando a todo aquel que considere responsable.

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