Allende, la vía chilena hacia la ruina
«Ruina y miseria, ese fue el resultado del enésimo experimento socialista. Lo increíble es que la izquierda siga aplaudiendo semejante fracaso»
No deja de sorprender la habilidad que tiene la izquierda para convertir en héroes a sus grandes villanos. Salvador Allende fue un villano despreciable. Esta semana se cumplen 50 años del golpe militar que acabó con su Gobierno en Chile, el primero de corte marxista libremente elegido en Occidente, y la izquierda, tanto nacional como extranjera, no ha escatimado en halagos, vítores y reconocimientos hacia su figura, cuando, en realidad, su legado se resume en dictadura, violencia y ruina.
Allende no fue un demócrata, sino un declarado enemigo de la democracia y de los derechos y libertades básicos que, por entonces, consagraba la Constitución de la República, tal y como denunció la propia Cámara de Diputados chilena por una amplia mayoría en agosto de 1973, pocas semanas antes del levantamiento militar de Pinochet.
Pero si el pueblo, en gran medida, apoyó el golpe fue, precisamente, por el colapso económico que sufrió el país durante su breve mandato, entre 1970 y 1973, en su fracasado intento por imponer la «vía chilena hacia el socialismo», un modelo que, décadas después, fue imitado por Hugo Chávez en Venezuela a través del «socialismo del siglo XXI», con resultados igualmente nefastos para el conjunto de la población.
Con apenas el 36% de los votos, Allende, que mantuvo una posición minoritaria en el Parlamento durante su gobierno, intentó hacerse con el control estatal de los medios de producción y acabar con la propiedad privada, saltándose todos los límites legales y constitucionales necesarios para lograr su objetivo.
El primer paso hacia su particular utopía de economía planificada consistió en la confiscación de empresas, bienes y servicios. Y lo hizo sin miramientos, por la vía del robo, sin pagar siquiera una indemnización o justiprecio para compensar mínimamente a los legítimos propietarios, tal y como exigiría una expropiación al uso. Allende se hizo con el 100% de la industria minera, su reforma agraria confiscó todas las explotaciones privadas de más de 80 hectáreas y, finalmente, tomó el control de gran parte del sistema financiero bajo amenazas de liquidación y cierre. Posteriormente, se lanzó sobre todo tipo de empresas más pequeñas mediante una oleada indiscriminada de expropiaciones.
«Allende disparó el gasto público mediante la impresión descontrolada de moneda, provocando una hiperinflación»
Como resultado, el Gobierno de Unidad Popular ya controlaba en 1973 el 40% de la producción total del país, excluyendo la agricultura. Poseía el 85% del sector bancario y la minería, el 70% del transporte y las comunicaciones y el 40% de la industria. Y lo hizo a mano armada, saltándose las leyes y los jueces, en contra de la voluntad de empresarios, trabajadores y campesinos.
El segundo gran paso fue el control de precios y salarios. Allende disparó el gasto público mediante la impresión descontrolada de moneda, provocando una hiperinflación, con tasas anuales superiores al 600%. Y la situación se agravó debido la imposición de un estricto control de precios y salarios sobre más de 3.000 productos, que, en última instancia, generó mercado negro y desabastecimiento. El control de los tipos de cambio y de las importaciones hizo el resto, sumiendo al conjunto del país en una profunda crisis económica y social.
Los salarios reales, descontando la inflación, se hundieron un 39%, la pobreza se disparó por encima del 50% de la población y la escasez de productos básicos se convirtió en norma, hasta el punto de tener que recurrir al racionamiento, con el consiguiente descontento social y el estallido de protestas multitudinarias en las calles a golpe de cacerolas vacías.
Ruina y miseria, ese fue el resultado del enésimo experimento socialista. Lo increíble de esta historia es que la izquierda siga aplaudiendo semejante fracaso a nivel económico, político y social. Allende destrozó la economía chilena en apenas tres años, fomentó la violencia y el crimen institucional e intentó derribar la democracia para imponer una nueva dictadura del proletariado, a imagen y semejanza de la vecina Cuba. Semejante deriva concluyó en un golpe de Estado militar que tardó casi 20 años en restaurar la democracia en Chile.
El Gobierno revolucionario de Allende fue un desastre sin paliativos, una pesadilla de consecuencias nefastas de la que nada bueno se puede extraer, salvo la valiosa lección de que el comunismo, lo aplique quien lo aplique, da igual tiempo o lugar, acaba trayendo el peor de los mundos posibles.
Suponiendo que sean ciertos (no conozco la economía chilena), ninguno de sus argumentos Justina el golpe de Estado. Decir esto no implica en modo alguno defender el socialismo de Allende, como debería ser evidente.
Yo fui uno de los estudiantes de Económicas en la Complutense de Somosaguas de aquel entonces, tomada por los comunistas y los llamados ‘penenes’ de obediencia trotskista que acordamos en asamblea dar un ‘salto’ de cientos, pocos, de personas en la calle Princesa para protestar a cuerpo gentil cuando nos enteramos del golpe de estado y no me arrepiento de lo que hice entonces echando mi modesto cuarto a espadas para oponerme al golpe de estado. O sea, que yo si conocía un poco la economía chilena en la época de Allende y coincide punto por punto con lo que dice el autor, que no dice ninguna mentira. Pero eso no significa que nadie este a favor del golpe de estado, significa que la política económica de Allende llevó a la ruina al país y nada más. Criticar la política comunista del Dr. Allende que se suicidó con honor en el Palacio de la Moneda antes de ceder a las pretensiones de los golpistas, cosa que ahora contrasta con la actitud cobarde frente a nuestros queridos golpistas lazis de Sánchez, de un gobierno chileno que dependía de la dictadura comunista de los hermanos Castro, no significa estar con los golpistas.
Mi interpretación es diferente. Tras vapulear a Allende, no se puede leer en todo el artículo una condena clara al golpe de Pinochet. Implícitamente esta justificando el golpe.
Magnifico artículo, la descripción de Allende es clavada a la de Sánchez. Tendrá que haber un golpe de Estado para librarse de el?
Aparte del análisis cierto del desastre que suponen para las economías y las libertades estos supuestos regímenes «populares» se ha olvidado del boicot y política de acoso y derribo de las empresas estadounidenses con intereses en Chile con el apoyo de los EEUU, además parece en el análisis que el autor justifica a uno de los dictadores más sangrientos en la historia de Iberoamerica, a , si el pueblo chileno eligió irse a piqué, como ahora hacemos en España , allá ellos, pero no puede llegar un dictador a solucionar el problema matando y torturando a todo aquel que considere responsable.
Eso digaselo al caudillo Sanchez, que anda agarrado a la poltrona con uñas pelos y dientes, y asociado con los señoritos golpistas lazis y los matarifes de la banda terrorista ETA que recuerda al terrorismo de los MIR de Allende, una verdadera industria de la muerte pero a gran escala aquí que asoló el País Vasco, mientras la mayoría de los prohombres del terruño pagaban discretamente el llamado impuesto revolucionario para no estar en la diana y seguir progresando y recogiendo las nueces que vareaban los sicarios, como si no estuviese pasando nada, y para seguir en el machito controlando los presupuestos públicos de todos, mientras que un puñado de valientes que tenían que andar con escoltas todo el día y mirando debajo del coche, se oponían en la calle a los sicarios terroristas de ETA a cuerpo gentil, que sin duda estarían esperando que el tiralevitas cobarde de Jordi Évole los entrevistarse para blanquear sus horrorosos crímenes de lesa humanidad. Esos son los amigos y costaleros de Susanchidad. Imagine lo que nos tendrán preparado en esta su segunda legislatura de Frankenstein, ‘la legislatura del salchichon’ según el exvicepresidente del gobierno de Felipe González que conoce bien el percal.