THE OBJECTIVE
Manuel Llamas

¿Qué buscan los árabes en Telefónica?

«Lo que buscan los Estados árabes, bajo el férreo control que ejercen sus respectivas familias reales, únicas dueñas de los recursos naturales, es dinero»

Opinión
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¿Qué buscan los árabes en Telefónica?

Ilustración de Alejandra Svriz.

La compra del 9,9% de Telefónica por parte de STC Group, el principal operador saudí de telecomunicaciones, ha levantado una nueva polvareda política ante la posibilidad de que los árabes se hagan con el control de una compañía que, para muchos, resulta «estratégica» para el conjunto de la economía española.

Tanto es así que el Gobierno está analizando si la operación, por importe de 2.100 millones de euros, exige algún tipo de autorización estatal previa a fin de preservar la «autonomía» de Telefónica, de modo que el grueso de su capital y, por tanto, la toma de decisiones sigan en manos españolas. Mientras tanto, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, aprovechó la ocasión para reclamar una «mejor regulación y una protección para evitar OPAs», bajo la excusa de «proteger nuestro futuro digital», a pesar de que ya existe un veto, según el cual la entrada relevante de capital extranjero en empresas consideradas «estratégicas» debe contar con el visto bueno del Gobierno.

Sin embargo, al margen del lógico ruido que ha desatado la compra, lo cierto es que tanto la alarma como la sorpresa que ha generado la irrupción de los árabes en el empresariado español no tiene razón de ser. En primer lugar, porque, a pesar de la magnitud de la operación, STC no tiene intención de adquirir una participación mayoritaria en Telefónica. En segundo término, porque se encuadra dentro de su estrategia de crecimiento, tras culminar diversas inversiones en el sector teleco, tanto en Arabia Saudí como en el extranjero, incluyendo compras en Bulgaria, Croacia y Eslovenia.

Pero, sobre todo, porque el caso Telefónica no es aislado, sino que forma parte de un ambicioso plan económico y geoestratégico diseñado por el régimen saudí, junto con el resto de países del Golfo que flotan en oro negro. Así, Mubadala Investment Company, el fondo soberano de Abu Dhabi, es el principal accionista de Cepsa, mientras que Qatar, a través de su fondo soberano, posee más del 8% de Iberdrola, entre otras inversiones destacadas, como la aerolínea IAG, la inmobiliaria Colonial o El Corte Inglés.

La operación de Telefónica, por tanto, recuerda a la mítica escena de Casablanca en la que el jefe de policía, jugador habitual, cerraba el Casino que frecuentaba al grito de «¡Qué escándalo! He descubierto que aquí se juega». Entonces, si no se trata de una adquisición aislada ni mucho menos novedosa, ¿qué buscan los árabes comprando Telefónica y otras grandes empresas occidentales? La respuesta es simple: diversificación. Ni más ni menos. Diversificar sus inversiones, tanto a nivel geográfico como sectorial, para garantizarse una rentabilidad sostenible y duradera en el tiempo, al margen de su tradicional negocio de petróleo y gas.

«Telefónica es tan sólo la última de las adquisiciones a golpe de petrodólares. Habrá más»

No se trata de ninguna conspiración ni plan secreto para invadir Occidente y, de este modo, hacerse con el control del mundo. La realidad es mucho más burda. Lo que buscan los Estados árabes, bajo el férreo control que ejercen sus respectivas familias reales, únicas y verdaderas dueñas de los recursos naturales, es dinero. Su sistema político nada tiene que ver con las monarquías parlamentarias de Europa. Los estados del Golfo son propiedad privada de la realeza. Las familias gobernantes explotan y venden el petróleo y el gas que inunda el subsuelo del desierto y, posteriormente, a imagen y semejanza de un holding o sociedad patrimonial, reinvierten sus ingentes beneficios en todo tipo de proyectos, incluyendo la compra de activos en el extranjero, como ahora con Telefónica, a través de sus numerosos fondos soberanos.

La estrategia de Arabia Saudí lleva por nombre Visión 2030, un plan con el que el Reino aspira a convertirse en pocos años en «una potencia de inversión global», con el fin de estimular su economía y diversificar sus ingresos ante la amenaza de un futuro donde el mundo ya no dependa tanto del petróleo, su principal fuente de riqueza. Y una de las herramientas para lograrlo es el fondo soberano saudí (PIF, por sus siglas en inglés), que ya gestiona 600.000 millones de euros, casi la mitad del PIB de España. 

Este fondo, alimentado con los beneficios del petróleo, pretende «impulsar la transformación económica de Arabia Saudí a través de inversiones activas a largo plazo», garantizándose con ello nuevas fuentes de ingresos que permitan mantener los lujos de su población y, especialmente, de sus élites gobernantes. El objetivo del régimen es convertirlo en el mayor fondo soberano del mundo, con 2 billones de dólares bajo gestión.

Invierte en diversos sectores a nivel mundial, desde tecnología y construcción hasta turismo, entretenimiento, banca o infraestructuras. Y eso incluye la compra de grandes compañías en EEUU, Europa y Asia a precios atractivos, en la búsqueda constante de oportunidades, tales como Lucid, Uber, Meta, Starbucks, Microsoft, Paypal, Costco, JPMorgan, Blackrock y un largo etcétera. Y, al igual que los árabes, el resto de monarquías de Oriente Medio con sus particulares fondos soberanos. Telefónica es tan sólo la última de las adquisiciones a golpe de petrodólares. Habrá más.

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