THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

La importancia del Rey

«Estamos normalizando que comunistas y fascistas se den achuchones en los despachos de Bruselas mientras trocean España»

Opinión
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La importancia del Rey

El rey Felipe VI, durante la inauguración del curso judicial. | Europa Pressfel

Vivimos tiempos que pasan del gris al azabache (no se vayan a ofender) donde las Instituciones se asaltan por nombramientos políticos, e interpretaciones de una Constitución que parece el libro gordo de Petete. Después de ver infinidad de vídeos en los que el PSOE y sus voceros periodistas, directores de algunos medios, aseguraban que la otrora amnistía, ahora alivio penal, no tenía cabida alguna en nuestra Carta Magna, parece que el cambio de opinión dictado por Su Sanchidad obliga a todos ellos a retractarse quedando a la altura del betún. Ya se sabía, por otro lado, que las aspiraciones políticas de un autócrata de libro pueden con todo, incluso con la palabra de todos aquellos que bailan al son de su melodía megalómana, pero la hemeroteca, ese recordatorio que ha perdido valor después de tantos engaños, se seguirá nutriendo de falacias y mentiras, esos cambios de opinión de un político que basa su supervivencia en los intereses de un prófugo de la Justicia y de los miembros del hampa nacionalista, que muy poco o nada, tienen que ver con su ideología política. Más bien al contrario. 

Imaginen que en estas circunstancias, el presidente de quien depende la Fiscalía, el presidente que ha colocado a sus amiguetes en el Tribunal Constitucional, y que también pretende controlar los demás resortes de las Instituciones del país, tuviera también la batuta de controlar las Fuerzas Armadas o el resto de poderes judiciales. Es lo que pretende, no se equivoquen, esa es su hoja de ruta. Por eso, hoy más que nunca, es tan necesaria la figura del rey Felipe VI, no sólo como jefe del Estado, sino como garante máximo de las Instituciones de un país que están siendo amotinadas desde dentro. Socialistas de hoy y ayer están que trinan con las decisiones del señor Sánchez, quien ha estructurado una dirección vertical dentro del partido que impide las voces críticas, pues exige mirar abajo cuando te habla desde tan arriba. Garcia-Page, Odón Elorza, Alfonso Guerra, Felipe González, Tomás Gómez; la lista va creciendo según se amplían las tropelías de un gobierno en funciones que sólo tiene la función de sobrevivir a costa de cualquier cosa. Pero ahí está, en Zarzuela, el Rey de España, que cada semana va adquiriendo más importancia para el resto de los españoles que no piensan como Sánchez y Cía, siendo esa compañía, la rehala de periodistas subvencionados que no dejan de mover el rabo mientras les suena el teléfono desde Moncloa. 

«Vivimos un momento crítico en España, una situación inédita resultado de un progreso económico que sólo progresa en las cuentas de los cómplices de Sánchez»

El Rey nunca ha sido tan necesario como estos días en los que España se rifa desde el Poder Ejecutivo. No tenemos precedentes en nuestra historia democrática porque ninguno ha llegado tan lejos. Es cierto que González ganó las elecciones del 93 con el apoyo de Convergencia y Unión, al igual que Aznar llegó al poder en el 96 con el apoyo del mismo partido, del PNV, y de Coalición Canaria, a cambio de cortarle la cabeza a Vidal-Quadras en Cataluña, pero encima de la mesa de aquel pacto del Majestic, Aznar cedió en conciertos económicos, que es lo que siempre le interesó a la vieja guardia nacionalista. Nunca se pidieron cosas como un referéndum ni mucho menos, un alivio penal —antes amnistía— haciendo borrón y cuenta nueva a delincuentes que han sido condenados por el Tribunal Supremo, último escollo que Sánchez aún no ha podido controlar. 

De todo este ambiente tóxico, en el que la vicepresidenta del gobierno en funciones se cita con el prófugo Puigdemont pero ignora verse con el ganador de las elecciones, estamos normalizando que comunistas y fascistas se den achuchones en los despachos de Bruselas mientras trocean España, al dictamen de un presidente que ha perdido la noción del bien y el mal —si es que la tuvo alguna vez—, y que está dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder. Seguirá regando de millones a los medios que se tapan la nariz para que la gente siga confundida, pero al final, terminará por dar explicaciones ante la Justicia de tanto traspasar la línea de la legalidad. 

Por eso es tan necesario salvar las instituciones que aún no están invadidas como la Monarquía, a la que todos los enemigos del país les gustaría eliminar para dar rienda suelta a su poder, como en Venezuela, o en otros países donde el socialismo se convirtió en el gran enemigo del pueblo al que dicen representar. Vivimos un momento crítico en España, una situación inédita resultado de un dominio de la prensa y de un progreso económico que sólo progresa en las cuentas de los cómplices de este presidente, en funciones. El otro día comentaba con un socialista de siempre, cómo es posible que no haya cuatro, sólo cuatro de todos los que le rodean, que no estén dispuestos a seguir con esta tropelía que estamos viviendo y que le den al PP sus votos en la investidura para que no dependa el Gobierno de España de quienes quieren acabar con España. Me contestó con una frase de Luther King que aún resuena en mi cabeza: «Nuestra generación tendrá que arrepentirse, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, como del pasmoso silencio de la gente buena».

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