THE OBJECTIVE
Marta Martín Llaguno

La 'fentanilización' social

«Muchos esperamos a que alguien se mueva para sacar a este país del letargo y decir basta ya. Pero alguien tiene que liderar a la mayoría silenciosa»

Opinión
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La ‘fentanilización’ social

Ilustración de Alejandra Svriz.

La semana pasada asistimos a una especie de milagro: un espejismo de epifanía en el PSOE. Con la amnistía a punto de consumarse, González y Guerra (este último con su genial «teoría del salchichón», que ha causado sensación en TikTok), advertían sobre el inminente riesgo de corrosión de la democracia.

Voces meridianamente «coherentes» —como las de Virgilio Zapatero, Redondo Terreros— junto a voces «sorprendentes» —como las de Almunia, Jáuregui o Sevilla (quienes, junto a felipistas como Solchaga o Maravall, pedían hace dos meses el voto para Sánchez)— o la reciente de Odón Elorza se han unido a las quejas.

Nunca es tarde si la dicha es buena, aunque resulta lamentable que estos avisos no se hicieran antes del 23J, cuando la estrategia del miedo a Vox eclipsaba cualquier preocupación sobre la previsible forma en que Sánchez abordaría el «encaje territorial» de España. En fin.

Coherentes o sorprendentes, pertinentes o tardías, veraces o estratégicas, las opiniones críticas han tenido un eco «relativo y peculiar». Relativo, porque ya se ha encargado la prensa del régimen —entregada en dar «una explicación cabal» de la amnistía, alentar cortinas de humo y elaborar listas negras— de minimizarlas. Peculiar, porque las hordas afines al gobierno se han lanzado a ridiculizarlas, bien con críticas ad hominem (como las de Pisarello), bien con comentarios edadistas (como el de Maruja Torres que se atrevió a escribir «Están saliendo las momias del PSOE a patalear». Ella, que es una adolescente). Conclusión: pueden hacer pupa.

Lo cierto es que, en el grave contexto en el que estamos, sorprende que, en un partido ¿constitucionalista?, en contra de la amenaza al Estado de derecho, claramente, se haya pronunciado «la quinta del salchichón» y pocos más. Hay quien apunta que el silencio del resto sobre «la ley de alivio penal» (flipen con el nombre), responde a un cambio ideológico generacional… No lo creo: mi hipótesis es la de Jorge Calero, que sostiene que solo han levantado la voz los mayores, porque son los únicos que no tienen miedo a perder cargos. O ya no los tienen o no los necesitan.

Recientemente, preguntaba a una amiga militante socialista, progresista (es decir, no afín a Sánchez ni a Podemos), por el clima de opinión en su partido. Me respondió con una expresión curiosa: «El nivel de fentanilización es preocupante».

«Otro elemento esencial para el electroshock colectivo ha sido (y es) la manipulación de la educación»

Me gustó tanto el término que le pedí permiso para desarrollarlo como metáfora para explicar lo que muchos sentimos que está pasando. La «fentanilización social» es «este estado de adormecimiento, apatía y desorientación en el que nos encontramos la ciudadanía española, como si nos hubieran suministrado un potente analgésico opioide, el fentanilo, para dejarnos distraídos, desinformados y desconectados de la participación cívica e incapaces de velar por nuestros intereses.»

El escenario, sin embargo, no es casual: es el resultado de un conjunto de prácticas ejercidas desde hace tiempo por aquellos que manejan el poder… y que tienen intereses. Unas prácticas que han creado un «estado de ánimo» donde todo el mundo siente que solo él o ella percibe determinadas aberraciones y que al final, si al resto no le preocupa, mejor cada cual a lo suyo. ¿Cómo nos ha anestesiado la «casta del gobierno progresista»?

La fagocitación de las instituciones democráticas ha sido una de las claves. En estos años se ha producido una toma de control de organismos como el poder judicial, la prensa, correos, Indra o las agencias reguladoras…. La cooptación y subordinación de entes ha debilitado la capacidad de supervisar cuestiones fundamentales, y ha erosionado gravemente la confianza en el sistema democrático. Y no lo digo yo, lo dicen las instituciones internacionales. 

Otro elemento esencial para el electroshock colectivo ha sido (y es) la manipulación de la educación. El PSOE (y no solo la corriente sanchista) ha permitido y contribuido a que se moldeen creencias y valores a través del control del contenido curricular y de la narrativa histórica. 

Nadie (a excepción de los nacionalistas) se ha tomado muy en serio lo de la distorsión en los materiales docentes (cosas de críos), pero es una cuestión esencial.

El adoctrinamiento no solo ha potenciado la polarización y la falta de pensamiento crítico, sino que ha consolidado la posverdad (que es un peligro). Es, además, el «seguro de permanencia» de formaciones políticas y la garantía de disolución de España a la larga. Poca broma.

El caladero de Sánchez en estas elecciones ya ha estado entre menores de 24 años: el 45% del voto joven ha sido para el presidente en funciones. No es de extrañar que, al margen del podcast de la Pija y la Quinqui, el «gobierno progresista» —que tonto no es— eche el resto (con tu dinero y el mío) en medidas demagógicas para activar a este segmento de población. 

Pero, adicionalmente, y esto es lo grave, gracias al retorcimiento de la historia, los chavales andan desmemoriados o con «recuerdos selectivos»: han visto cien veces exhumar a Franco pero apenas saben nada de la historia de ETA y en breve olvidarán el intento de golpe de estado del referéndum 1 de octubre. ¿Qué miedo les va a dar Bildu? ¿Entenderán en breve lo que es España?

La tercera táctica consiste en la infantilización económica de la ciudadanía, que mantiene a la sociedad en un estado de dependencia, tristemente reforzado por la pandemia. En lugar de potenciar incentivos, se multiplican los subsidios (algunos justamente)… al tiempo que se recauda mucho más ¡con impuestos regresivos! Las políticas «chulísimas» que mamá estado «vende» (y que pagamos ricos y pobres a escote), unidas a la pérdida de poder adquisitivo (provocadas entre otras cosas por la inflación), potencian una población con poca capacidad de desafiar el statu quo.

«Se necesita parar la dinámica de destrucción de la democracia a la que nos está conduciendo Sánchez: más allá de ideologías, por equidad y justicia»

La propaganda y el gaslighting constituyen el cuarto instrumento para el adormecimiento de la gente. Como he explicado en otras columnas, los medios de comunicación, controlados por élites económicas y políticas, modelan la percepción pública, distorsionando la realidad, manejando la agenda, negando evidencias (como que la amnistía es injusta e inconstitucional)… haciendo, al final, que muchas personas duden de su propia percepción. 

Finalmente, un bombardeo imparable de información superficial hace difícil concentrarse en los problemas estructurales. Es la «disfunción narcotizante» de la que hablaron Merton y Lazarsfeld el siglo pasado, que genera una atención tan fragmentada que dificulta la participación reflexiva en la política.

La «fentanilización social» es un problema muy grave que tiene el país en estos momentos, porque ha creado un ambiente en el que nos sentimos impotentes para cambiar la dirección de políticas y decisiones que afectan a nuestras vidas. Hay una sensación de incredulidad, tristeza, derrota, resignación y enajenación.

Se necesita parar la dinámica de destrucción de la democracia a la que nos está conduciendo Sánchez: más allá de ideologías, por equidad y justicia… e incluso por egoísmo. Aviso a navegantes: ojo, llegará un momento en el que la teta de España no dé para más.  

Muchos esperamos a que alguien se mueva para sacar a este país del letargo y decir basta ya. Pero alguien tiene que liderar a la mayoría silenciosa. Las últimas advertencias de “viejos” socialistas a mí me parecen esperanzadoras e importantes.

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