Vaticino batacazo
«El proyecto socialdemócrata de un grupo de intelectuales parte de una premisa equivocada: la de que existe una izquierda ideal que no es esta que padecemos»
Proponen un grupo de intelectuales la creación de un partido de izquierda socialdemócrata como alternativa (y salvación) ante la actual situación sociopolítica de esta España nuestra. Otro. Como vidente le auguro, archiven esta columna para cuando corresponda, un considerable fracaso. Otro. Ya me jode, porque algunos de los firmantes del manifiesto cuasifundacional, disculpen este vayapordelantismo, cuentan con toda mi simpatía. Otros también con mi afecto, afinidad en ideas y complicidad incluso. Quizá por eso me da más rabia mi augurio. Pero es que a mí aquí no me pagan por acariciarle el lomete a nadie, ni siquiera a aquellos a los que aprecio y admiro. A esos, de hecho, aún menos.
Digo que mi vaticinio es el malogro porque creo que parte la ocurrencia de una premisa equivocada: la de que existe una izquierda ideal que no es esta que padecemos, que nos la han secuestrado y cambiado por otra. Que algunos felones andan llamando chocolate al brócoli. Y eso está muy bien en las teorías, en los ensayos y, si me apuran, en las pelis, los libros y las canciones. En teoría funciona hasta el comunismo, que cantaba aquel, y los amores que matan nunca mueren, el otro. Pero aquí, ahora, estamos a los hechos. Y la izquierda es la que tenemos y, la que tenemos, es esta y no otra. Diferenciemos, pues, entre el ideal y el método, por honestidad intelectual al menos, si no es por convicción sincera, si a lo que vamos es a actuar. Otra cosa es teorizar y yo ahí ya no entro, Robocop me libre. Cada cual habla de lo que quiere y fantasea con lo que guste.
Pero si de lo que se trata es de ofrecer una alternativa real, de intervenir en la vida pública y revertir la situación, por responsabilidad civil o por lo que sea, es imprescindible bajar las musas al teatro. Invocar a esa izquierda (una verdadera, pura, esencial) para contraponerla a esta otra (la mundana, popular y populista, suplantadora) es tan realista como tratar de convencernos, ante las cucamonas y encantos de la tercera morenita más guapa del barrio, de que, existiendo Mónica Bellucci, la morenez suprema, no es de recibo sucumbir ni conformarse con menos. Se me aprieten los machos. Pero aquí estamos al barro, al día a día.
«Acomplejadito de nacimiento, no vaya a resultar demasiado poco de izquierdas y demasiado mucho de derechas»
Casi tierno me parece el empeño en reivindicar la utopía, una izquierda sublime que nadie ha visto y que parece estar solo en sus cabezas (o en sus apuntes). Una que no es esta, tan falsaria. Esta, que ellos no quieren y que no les quiere a ellos tampoco. Cualquiera podría pensar, lo pienso yo por ejemplo, que han caído, por despecho o por desprecio, en ese folie à plusieurs por el cual en este país solo es moralmente aceptable ser de izquierdas. Que, ante semejante psicosis múltiple, aceptada y legitimada, han optado por comprar el marco argumental de la superioridad moral, olvidando el valor de la pluralidad política, y lo que nos presentan, aunque se antoja necesario, nos viene vestidito de bonito y con los rizos repeinados, para que no parezca demasiado alternativo. Discrepante ma non troppo. Acomplejadito de nacimiento, no vaya a resultar demasiado poco de izquierdas y demasiado mucho de derechas. No les vayan a llamar fachas.
Vaticino batacazo, digo, porque no se puede salir de casa tratando de romper algo con cuidado de no romperlo demasiado. Porque si esta izquierda no les representa, pero es la que hay, a lo mejor es que no son de izquierdas. Y no pasa nada. A lo mejor lo que hace falta, en lugar de tanto acento prosódico sobre una izquierda socialdemócrata verdadera como alternativa a una izquierda socialdemócrata impostora y una oposición en dejación de funciones, es una alternativa real con otro nombre y otra faz. Un bajarse en marcha del autobús y ahí se queden. Se llame izquierda como se llame Mari Carmen. Y presenten sus propuestas sin epígrafes y sin complejos. A cuerpo gentil. Y, por favor, que no sea otra vez el mismo partido con la misma gente pero con otro nombre. Por lo que más quieran.