THE OBJECTIVE
Jorge Freire

Hemos venido a jugar

«Extraer ventajas de las desventajas es la esencia del estoicismo: hacer que las servidumbres se conviertan en mercedes»

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Hemos venido a jugar

Debate uso lenguas oficiales en el Congreso. | Europa Press

Tengo un amigo al que el médico ha prohibido el alcohol. Y ahora cada vez que nos vemos suelta peroratas acerca de las virtudes de ser abstemio y de lo gratificante que es comer con agua. Extraer ventajas de las desventajas es la esencia del estoicismo: hacer que las servidumbres se conviertan en mercedes. Lo que pasa es que una cosa es hacer de la necesidad virtud y otra, servirte de la necesidad para hacerte pasar por virtuoso.

Verbigracia. ¿Que los independentistas exigen el uso de pinganillos para investir a Armengol? Pues ahí corren los periodistas orgánicos a convencerlos de la impostergable necesidad de utilizarlos: ¡si es un clamor! De la necesidad, virtud. Uno se acuerda del Dómine Cabra, el paupérrimo preceptor de El buscón: tan pobre era que apenas tenía nada que llevarse al buche; de ahí su esfuerzo por convencer a los demás de las bondades de la dieta frugal: «es cosa saludable cenar poco y tener el estómago desocupado».

Periodistas oficialistas y militantes de fortuna han encontrado su nuevo flatus vocis: hoy enarbolan la «diversidad lingüística» como hace unos meses blandían la «salud mental». ¿Cómo se tomarán los nacionalistas vascos que este gobierno plurinacional prefiera contarles un chiste a bailarles el chistu y que, por ende, vaya a «priorizar» el catalán en la UE en detrimento del euskera?

«El spin oficialista, mágicamente repetido durante las últimas semanas, reza como sigue: antes de que gobiernen los nazis, cualquier cosa»

En cuanto a los periodistas conservadores, ahí van ramoneando, bien mancornados y prietos en el redil, escribiendo cinco artículos al día contra Borja Sémper. Este vino a mostrar en su discurso lo que es el vasco común: alguien que, sin ser nacionalista, habla euskera con normalidad, y al que las repentinas efusiones de plurilingüismo le suenan a birlibirloque.

Claro que es todavía peor cuando no atacan a Sémper. Entonces nos regalan sucesivos artículos en que, muy aplicaditos, señalan discordancias. ¿«Cómo es que la gente lo vota -inquieren, muy agudos, poniéndose moños de fact checker-, si Sánchez decía antes lo contrario»? ¡Como si a alguien le importara lo más mínimo! La política no es un ejercicio de lógica formal; limitarse a señalar contradicciones con el dedito es apostar a caballo perdedor.

El spin oficialista, mágicamente repetido durante las últimas semanas, reza como sigue: antes de que gobiernen los nazis, cualquier cosa. ¡El relato invencible! Ahora bien, lo significativo no es el godwin, sino ese «cualquier cosa» que, a la manera de un escantillón, toma la medida de las tragaderas. ¿Que hay jetas defendiendo la perentoria necesidad de reconocer una «diversidad lingüística» de la que hasta hace dos meses no habían dicho ni mú? Naturalmente. Aquí, entérense ya, hemos venido a jugar.

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