THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

'Vergonya'

«Los españoles no tenemos suerte. Desde Fernando VII vamos encadenando largos gobiernos destructivos con breves lagunas de sensatez»

Opinión
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‘Vergonya’

Ilustración de Alejandra Svriz.

No parece que sea cierto que entre las exigencias de Puigdemont figure esa de que para las grandes ceremonias el rey Felipe en lugar de corona gaste una barretina dorada, pero de ser cierta seguro que Sánchez la concedería. Ese tipo está dispuesto a pasar a cuchillo a la población entera con tal de seguir cobrando.

Los españoles no tenemos suerte. Desde Fernando VII vamos encadenando largos gobiernos destructivos con breves lagunas de sensatez. A veces tienen alma parda, como Franco, a veces alma rosa, como Zapatero, pero son igualmente dañinos. El caso es que seguimos en la España eterna, la de Valle Inclán, la de Buñuel, la de Solana.

Eso se debe al empeño en parecer europeos cuando todos sabemos que somos latinoamericanos y tenemos gobiernos a la mejicana, a la cubana, a la venezolana, a la nicaragüense, a la argentina, según los tiempos. Nuestro actual en funciones es como un Maduro taimado y mentiroso que no se atreve a hacer lo que en verdad le gustaría porque no quiere dejar de ser europeo, pero en cuanto le interese nos convertirá en una república bananera.

De todos modos, los gobiernos de Fernando VII, de Primo de Rivera o de Franco fueron impuestos por la fuerza, en cambio los de ahora los hemos ganado en elecciones democráticas, así que, una de dos, o nos cargamos la democracia desde el gobierno o desde fuera del gobierno, porque, si no, como en los casos de Fernando VII y de Franco, habrá que esperar a que se mueran para intentar de nuevo volver a ser un país europeo. Aunque no hace falta que los elijamos en las urnas, recuerden que a Fernando VII lo recibió el sano pueblo español con fiestas, bailes y jolgorio al grito de «¡Viva el deseado!». Nada cambia.

«Los ministros de Educación de Sánchez han suprimido el suspenso, es su modo de entender la inteligencia»

Es realmente cómico el papel que estamos haciendo los pobres españoles ante algunos amigos europeos. Ese ministro de Exteriores, redondito y con anteojos románticos, exigiendo a la Unión Europea que se ponga todo el mundo culto a hablar en catalán, en vasco o en bable es una imagen espléndida de nuestro subdesarrollo mental. ¡Y dice que el catalán lo hablan diez millones de personas! ¿De verdad ignoran estos empleados que están haciendo el ridículo?

Pero, amigos míos, no hay solución como no sea a muy, pero que muy largo plazo. Nuestra juventud suspende en educación cuando se la compara con los países europeos, así que, en consecuencia, los ministros de Educación de Sánchez han suprimido el suspenso, es su modo de entender la inteligencia. Y me temo que sería lo mismo si se nos comparara con los países americanos. No hay nadie que pueda remediar esta condena desde la escalofriante ignorancia que es nuestra peor herencia.

De otra parte, la oposición es una triste comparsa folklórica y encima aburrida. Un gallego que no tiene ni idea de cómo funciona el Estado y un canelo que se pone a hablar en vasco cuando había dicho, horas antes, que los que eso hicieren serían unos canelos.

Así que, como decía Voltaire, cómprese una regadera y cuide su jardín porque el desierto crece.

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