Democracia es deliberación
«En el fondo está la división de la Cámara en dos bloques. Estamos en una democracia menguante y un populismo creciente: lo único que importa es ganar»
Se sabía que no iba a ser un debate para investir presidente pero se esperaba que podría ser un buen momento para contrastar políticas. Lamentablemente no fue así.
Núñez Feijóo hizo un discurso medido y educado, señalando problemas y dando varias líneas de actuación para solucionarlos. Un discurso, se esté o no de acuerdo con él, propio de una investidura. Pero apareció un energúmeno llamado Óscar Puente y se acabó el debate: nunca —con una excepción de detalle— se refirió a lo dicho por el candidato. Y esto no lo digo yo sino el mismo señor Puente. En declaraciones a El País de ayer dijo con toda sinceridad: «Lo tenía prácticamente escrito hace tres o cuatro semanas».
En efecto, este inesperado portavoz del PSOE llevaba un papel escrito impugnando la política de la derecha y del PP en su totalidad, no la de ahora sino la de siempre, intentando demostrar que nunca debería existir una alternancia en el gobierno que es como decir que las elecciones sobraban, que la voluntad del pueblo importaba poco, en definitiva puro populismo: unos son poseedores de la verdad y otros están, y estarán siempre, en el error. En una democracia siempre deben ganar los primeros, es decir una parte del pueblo, pero por el bien de todo pueblo, cuya opinión, por lo visto, no cuenta.
Eliminar el debate es deteriorar las instituciones y dejar sin función al Parlamento, pieza clave de toda democracia. Intervenciones como la de Puente anteayer contribuyen a crispar a la sociedad, que cree que este bronco estilo es el más apropiado en una controversia política, cuando precisamente la democracia parlamentaria es en sí misma un sistema de diálogos. No vamos acercando peligrosamente al populismo latinoamericano, desde Perón a López Obrador.
«Es indefendible bloquear la renovación del CGPJ durante cinco años e ir predicando que la Constitución debe cumplirse»
No quiero soslayar, sin embargo, los errores y contradicciones del PP.
¿Por qué se empeña Feijóo en decir que ha ganado las elecciones, una verdad a medias? Más exacto sería precisar que fue el partido más votado, lo cual no le da ningún derecho a formar gobierno si no le arropa una mayoría de la Cámara. Pero sobre todo es criticable sostener una cosa en el ámbito nacional y otra en las autonómicas y locales. Sin ir más lejos, el PSOE encabezado por Puente fue el partido más votado en Valladolid y una alianza entre PP y Vox dio la alcaldía al candidato del PP. Y ello ha sucedido en centenares de alcaldías y en varias comunidades autónomas. Utilizar una doble vara de medir siempre es un argumento tramposo.
Igualmente desacertado me ha parecido las constantes apelaciones al transfuguismo de diputados del PSOE, algo inapropiado e inelegante, una intromisión en una cuestión interna del partido adversario. Además, claramente ineficaz. Como también es indefendible bloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial durante cinco años e ir predicando la buena nueva de que la Constitución debe cumplirse. No hay excusa ninguna para un incumplimiento tan claro de un deber constitucional, menos aún con el argumento de que accederán al desbloqueo cuando se cambie la ley. Un chantaje inaceptable.
«En la política española sobran insultos y faltan razonamientos»
Pero todas estas, y otras muchas cuestiones, deben debatirse en una sesión de investidura. Democracia es deliberación, es diálogo, es contraste de opiniones argumentadas. En catalán hay una bonita palabra que es enraonar. En una primera acepción es equivalente a hablar, pero una segunda atiende a su raíz semántica: hablar con razonamientos, raonar es razonar. En la política española sobran insultos y faltan razonamientos, falta precisamente enraonar en su segunda acepción.
Óscar Puente no podía tener escrito su discurso hace tres o cuatro semanas, como dice él de forma ingenua e imprudente, porque no sabía lo que iba a decir Alberto Núñez Feijóo. Esto no es dialogar, esto es soltar una arenga no razonada porque lo único que se ha hecho previamente es sumar, preocuparse por tener los votos necesarios y entonces decir lo que te dé la gana, poco importa.
En el fondo de todo ello está el vicio mayor: los bloques, la división de la Cámara en dos bloques. El diálogo se da dentro de cada uno de los bloques —más que diálogo las cesiones mutuas— y nunca con los partidos del otro bloque. Esto está severamente prohibido, lo cual nos lleva a la conclusión que estamos en una democracia menguante y un populismo creciente: lo único que importa es ganar, a toda costa.