THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

El Rey, en su sitio

«D. Felipe no se ha apartado ni un milímetro de la Constitución, firme en lo que debe ser firme un jefe de Estado: neutral e independiente del juego político»

Opinión
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El Rey, en su sitio

Ilustración de Alejandra Svriz.

Me recordaba un colega periodista que en un viaje del rey Juan Carlos a Italia, al subir las escaleras del Quirinal una periodista italiana le preguntó levantando la voz si votaría la ley del matrimonio homosexual que preparaba Rodríguez Zapatero: don Juan Carlos, con su ironía habitual le respondió con una sola frase: «No soy el rey de los belgas».

Balduino, Rey de los belgas –que no Rey de Bélgica- abdicó durante dos o tres días para no poner su firma bajo el decreto de ley del aborto que el gobierno había llevado al Parlamento para su aprobación. Para algunos católicos recalcitrantes que anteponen la religión a la ley, Balduino fue un héroe. Sin embargo, por lo menos para esta periodista, no cumplió con la regla de las monarquías parlamentarias: el Rey o la Reina están obligados a firmar, aceptar, promulgar, lo que apruebe el Parlamento de la nación.

Si no aceptan lo que marca la Constitución, si no dan ejemplo constante de neutralidad y de independencia ante las leyes aprobadas, deben abandonar el cargo, no son dignos representantes de una monarquía parlamentaria. No cabe abdicar un ratito como hizo Balduino, sino que lo correcto habría sido abdicar definitivamente y dar paso a lo que marque la Ley de Sucesión de su país.

«Una única figura actúa siguiendo milimétricamente lo que indica la Constitución: el rey Felipe»

Viene al caso ese recuerdo, y también viene al caso recordar que en la lista de los países más democráticos del mundo ocupan la mayoría de los primeros puestos los países con monarquía parlamentaria. Como la nuestra. Afortunadamente, como la nuestra. Porque en estos tiempos convulsos, en los que desde la propia presidencia del gobierno se blanquean biografías indeseables e incluso delictivas para conseguir así la permanencia en Moncloa, una figura, una única figura, actúa siguiendo milimétricamente lo que indica la Constitución: el rey Felipe.

D. Felipe se ha convertido en el principal referente de estabilidad, de sosiego, de confianza en el futuro. Aunque le reviente a los que exigen la abolición de la monarquía y hacen lo imposible por demostrar su falta de respeto al Rey, la mayoría de los españoles siguen viendo a D. Felipe con esperanza, como representante de lo bueno que hay en España, que es mucho a pesar de los intentos de este Gobierno de demolerlo. También la figura esperanzadora D. Juan Carlos hasta que su vida personal emborronó el papel que tuvo en España durante cuarenta años, cuando capitaneó el tránsito de una dictadura a una democracia y, además, se empeñó en que la primera legislatura democrática fuera constituyente, aunque sabía que perdía el poder casi omnímodo que tuvo mientras no se redactó y aprobó una nueva Constitución.

Estos días intensos y dolorosos porque están ganando los que no quieren a España, y cuentan para ello con el apoyo del presidente de Gobierno –de ahí el sentimiento de dolor- muchos ojos miran hacia La Zarzuela para ver qué hace el Rey, qué decide el Rey.

D. Felipe no se ha apartado ni un milímetro de lo que dice la Constitución, esa es su fuerza, su ley, lo que garantiza que alguien se mantiene firme en lo que debe ser firme un jefe de Estado: neutral e independiente del juego político. Asume lo que le llega tras ser aprobado por la mayoría del Parlamento. ¿ Aunque vaya contra sus convicciones morales? Aunque vaya contra sus convicciones morales, esa es la grandeza de la monarquía parlamentaria, que se somete a lo que decidan la mayoría de los ciudadanos a través de su Parlamento.

«Don Felipe no puede nombrar ni quitar presidente, aprobar ni rechazar leyes»

Somos millones los españoles desesperados, desencantados, por un llamado gobierno progresista que no es tal, porque nos movemos y nos expresamos con menos libertad que hace años. Estamos sometidos a la dictadura de partidos que con pocos diputados han conseguido que Sánchez haga suyas sus exigencias a cambio de sus votos, y así vamos de decepción en decepción, de espanto en espanto, de ira en ira. Pero es lo que hay, eso solo lo pueden cambiar los votos. Y de momento es Sánchez el perdedor, pero suma escaños de partidos que, aunque se mueven al margen de la Constitución, le permiten mantenerse en Moncloa.

Don Felipe no puede nombrar ni quitar presidente, aprobar ni rechazar leyes. Su discurso más sólido fue el que pronunció el 3 de octubre de 2017, cuando los hoy socios de Sánchez celebraron un referéndum ilegal. Pero el Rey no puede ir más allá de las palabras.

Por eso merece respeto, por mantenerse en su sitio aunque los socios de Sánchez, y a veces el propio Sánchez, no pierden oportunidad de hacerle públicamente de menos.

Su figura se hace grande por su acatamiento sin fisuras a la Constitución … y por su obligada neutralidad. Incluso en momentos tan delicados como los que estamos viviendo. Como los que están viviendo él y su familia.

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