La economía de Feijóo, más sombras que luces
«El líder del PP acierta en el diagnóstico, pero se queda corto a la hora de aportar soluciones eficaces para revertir la situación económica que atraviesa el país»
La fallida investidura de Alberto Núñez Feijóo a la Presidencia del Gobierno ha servido, al menos, para calibrar tanto su liderazgo al frente del principal partido de la oposición como su particular perfil como futuro candidato a la Moncloa en caso de que, finalmente, Pedro Sánchez se mantenga en el cargo durante otra legislatura. En líneas generales, Feijóo ha salido claramente reforzado del debate en ambas materias, ya que, además de evidenciar su control de la oratoria, ha logrado exponer un discurso sólido y bien fundamentado a nivel político e institucional.
El líder del PP, en definitiva, ha demostrado que tiene madera para ser un buen presidente del Gobierno. Sin embargo, su programa en materia económica, siendo razonable en diversos aspectos, carece de la profundidad y ambición que requiere España para solventar el preocupante declive que experimenta desde hace casi 20 años, y muy especialmente en el último lustro, como resultado del mandato sanchista.
Aunque Feijóo, en gran medida, acierta en el diagnóstico, el problema es que se queda corto, muy corto, a la hora de aportar soluciones realmente eficaces para revertir la compleja situación económica que atraviesa el país. Y esto, se crea o no, es importante, puesto que el futuro económico de los españoles dependerá, en última instancia, de la capacidad y voluntad de la oposición para cambiar las cosas cuando llegue al poder.
«Acierta al denunciar que España ha perdido competitividad, la productividad y cae y la inversión extranjera huye»
Acierta Feijóo al señalar que la economía nacional afronta «importantes fragilidades», dado que, entre otras cosas, lidera el paro de la UE, es el país de Europa que más se ha empobrecido y, además, se mantiene a la cola de la recuperación tras la crisis del coronavirus. Y acierta, igualmente, al denunciar que España ha perdido competitividad, al tiempo que la productividad cae, la inversión extranjera huye y la deuda pública no deja de crecer hasta niveles difícilmente sostenibles a medio y largo plazo.
Hasta aquí, todo correcto. Ésta, por desgracia, es la imagen fiel del país, una economía débil y que no deja de perder posiciones en comparación con el resto de Europa y del mundo desarrollado, de forma similar a lo que sucedió en Argentina tiempo atrás, cuando el peronismo se hizo con el poder. Pero las soluciones aportadas, por el contrario, se antojan insuficientes.
Yerra Feijóo al proponer una tímida rebaja fiscal, consistente en reducir ligeramente el IRPF a las rentas de menos de 40.000 euros. Semejante disminución de la carga tributaria se queda a años luz del histórico aumento de impuestos que ha aplicado el Gobierno de PSOE y Sumar, tras protagonizar más de 40 subidas en la pasada legislatura. Yerra, aún más si cabe, al mantener impuestos inventados por la izquierda, como los que afectan a los bancos, las energéticas y las compañías tecnológicas, que, más allá de resultar lesivos y contraproducentes para la economía, son injustos e incluso ilegales.
Yerra también Feijóo cuando insiste en subir aún más el Salario Mínimo Interprofesional, cuya elevación ha destruido cientos de miles de empleos, fomentando de paso la economía sumergida y la grave escasez de mano de obra que padecen algunos sectores. Y se equivoca, nuevamente, cuando no incluye entre sus prioridades la imperiosa necesidad de eliminar y flexibilizar la colosal regulación existente con el fin de ampliar la libertad económica de forma sustancial. No sólo es cuestión de eliminar trabas y agilizar trámites burocráticos, que también, sino que hay que derogar cientos de leyes y normas cuyo único cometido es dificultar la actividad de las empresas.
«Se equivoca cuando no cita la urgencia de equilibrar las cuentas públicas mediante un sustancial recorte del gasto»
El apoyo a pymes y autónomos en forma de alivio fiscal también es positiva, pero, una vez más, se queda en una mera anécdota. La clave aquí no consiste en ayudar más o menos a las pymes bajo el argumento de que conforman el 99% del tejido productivo, sino contar con empresas de mayor tamaño, tal y como sucede en otras potencias de Europa. España necesita muchas más empresas y mucho más grandes para mejorar la productividad y, por ende, los salarios.
Yerra Feijóo al no pronunciar siquiera la posibilidad de derogar o, al menos, reformar buena parte de la política laboral que ha puesto en marcha la izquierda radical, con Yolanda Díaz al frente como ministra de Trabajo. Y se equivoca, en definitiva, cuando no cita la urgencia de equilibrar las cuentas públicas mediante un sustancial recorte del gasto público, sin necesidad de aumentar la recaudación.
Hasta la fecha, el programa económico que propone Feijóo es más socialdemocracia, mucho más razonable y razonada de lo que existe hoy en día, sin duda, pero socialdemocracia al fin y al cabo. Es decir, más de lo mismo. Y lo que precisa España para prosperar con fuerza y no quedarse atrás es un cambio radical en defensa de la propiedad privada, la libertad económica y un Estado mucho más pequeño y ágil. Es imposible cambiar de rumbo sin apenas mover el timón.